Vallejo & Co. presenta a continuación tres poemas del poemario Los dientes del reloj (2008) de Raúl Campoy, el mismo que ha sido reeditado en versión digital este 2015 por la ed. Tigres de papel. Quienes quieran continuar leyendo la versión digital, sólo deben acceder al siguiente link: www.tigresdepapel.es/producto/los-dientes-del-reloj/
Por: Raúl Campoy Guillén*
Crédito de la foto: Ed. Tigres de papel
3 poemas de Los dientes del reloj (2015),
de Raúl Campoy Guillén
Sin timbres
Vamos a pensarnos padre.
Vamos a reírnos de los ojos que todo lo quieren reunir.
Has visto el almendro?
Mira su pueblo de corolas.
Allí está mi nervio primero.
Hemos llorado:
no debemos.
Las nubes nos hacen sombra y el aire muerde nuestras mañanas.
No estés triste padre.
Yo te miro en el brote que reverdece que nos rememora.
A veces salgo y te llamo. Sales de las raí_
ces donde siempre me enredo. Paseamos hasta
que somos sólo palabras y nuestros corazo_
nes bañan las peñas, riegan la huerta, y la amargura,
según crecemos, se va escurriendo de nuestras len_
guas. Entonces te miro y veo a ese padre tan va_
lioso, y me pregunto de dónde vienes lleno de
brillos de laguna, lleno de años que ya cumplis_
te y que ahora llegan, quebrando amaneceres co_
mo escarchas, clavando tus espinas de miel; y esta_
llas en azúcar y nos haces ver una rosa
dos veces rosa y ríes como dos planetas fro_
tándose y lloras cientos de olores y suspiras
como el viento entre una grieta, y allí estoy yo:
asqueado de carnes, de llaves, de coches
de ciudades,
queriendo alcanzar la yerba
que tú multiplicas,
intentando ser inoloro, incoloro, invisible,
indetodo,
para no partir el tallo de tu brisa por el campo,
para poder seguir tus pasos de ropa vieja.
No estés triste padre.
No rompas esa sonrisa en agujas.
No te embarres de queratina,
que el dolor ha cambiado su billete.
La presencia de nuestra ausencia no dolerá.
Deja que los cuchillos reboten
que cambie el sonido:
abre una ventana en el sur
y cierra la del norte,
o como tú quieras,
tienes veinte articulaciones en el cráneo
y eres triste de médula como una red a la deriva
(como diría Neruda).
Llora tus soledades en las mías, padre.
Suda entero como el rocío.
No hagas fragoso lo permeable.
Ha llegado la hora de penetrar nuestro cuerpo de roca,
de almacenar con tósigo nuestra ira de colmena,
de visitarnos en la distancia
donde las horas no dictan
ni separan a un hijo de un padre,
donde las palabras no rebotan
ni hay paredes que raspen
ni puertas que podamos cerrar.
Presteza roja
Vencidos por el tiempo,
jamás.
Hay melancolía en nuestros segundos.
Sí.
Ayer ensuciamos nuestros espejos
y los limpiamos con la misma suciedad,
y ahora esos segundos
me golpean como plomos
fanáticos de gravedad.
Esos segundos que inventaron horas,
ahora caen
como el látigo marino en mi conciencia.
Yo no me adapto a las horas.
Desconfío de su generosidad.
Yo me expongo demasiado a las horas.
No, miento.
Las horas se exponen demasiado a mí.
Entran en mí como una confusión de ramas.
(Siempre hay sarmientos inesperados.)
Yo hago leña de las horas.
Me revelo de su estado
de ejecutivo amamantado.
Lo intento, pero caigo…
Soy inesperado
porque tengo demasiados cronómetros.
Oscilo entre bradicardias y taquicardias.
Vivo entre escaleras.
No queriendo llanuras rutinarias,
ni mecedoras melodiosas
ni ciclos cerrados
ni tantas olas
ni tanta piedra impreguntable
ni tantas cordilleras como heridas sin significado.
Sería bonito estar cansado.
Ser borrado.
Caer en nuestros daños
y no recuperarme.
Acostumbrarme a caer.
No salir para no tener que entrar.
Pero la belleza se refleja en mis nervios…
Digamos
que me rodeo en estos versos,
por la incapacidad de aceptar
que mi sensibilidad
no tiene orillas
ni precipicios,
llega rotunda y extensiva,
creativa en saltos,
en suspendidos humos excitados
y pezuñas topetadas.
Digamos
que mi pestilencia
se debe a la sobredosis del tiempo:
que me hace valorar mis arrugas
como si las excavara yo mismo,
que me hace arañar las emociones hasta lo ridículo
y predecir,
ese jifero que profetiza en la frente,
ese ritmo de migrañas:
estampidas de mi existencia.
Sí.
Llevo una jaula para retener tus inercias
y copies las mías:
“Venga, Irene,
salta hacia mis ojos.
Tiembla barroca ante la trompeta
que sobresalta en la nostalgia.
Sea tu vida una acrobacia.
Una discusión de pétalos caídos
como aspersores impúdicos.
Camina interrumpida en los aromas,
desinfla el tomillo en tus manos.
Aquí estoy yo
y quiero que me dividas en ti.”
No es manipulación,
es que mi corazón
es un salto de flores;
y las flores
conducen al tallo
y el tallo
conduce a las espinas.
¿Y por qué espulgar las espinas,
si yo no quiero ser lento
porque tú no quieres ser rápida?
¿Acaso, aunque yo te ame
como una colección de estímulos,
aunque tú me entregues todas las culturas en tus labios,
somos obvios en la unidad?
Alguien es obvio en la unidad?
Dime,
alguien?
Entonces ven,
atravesemos el tiempo
con un juego de látigos si hace falta.
Ven,
con recogedores en las lágrimas.
Ven,
ya hemos pasado muchos sabores,
duros, secos, agrios, acabados.
Ven a esta última cornisa,
la que yo quiero coronar,
donde yo quiero morir ausente del frío artificial;
túmbate,
hagamos el amor como extintos animales.
Ven,
quememos nuestros sueños con presteza roja y asesina.
Aquí estoy yo,
y tú,
cegados que no envejecidos.
Aquí está mi lápida,
mi sello,
mi destino.
Si tú quieres… tu lápida
tu sello
tu destino.
Aquí tú y yo,
puros de dudas,
puros de consecuencias,
inmortales apagados.
*(Madrid, 1978). Ha publicado los poemarios Los dientes del reloj, (2008), Donde casi amanece (1era ed. 2010 y 2da ed. 2012) y Etanol Mortis (2013). Seleccionado como uno de los ganadores en el III Certamen del Día Internacional de la Poesía en Segovia 2012 y como ganador del Premio de Poesía Internacional “Sacra Leal Domínguez” 2012. Ha participado en el XV Festival Internacional de Poesía de La Habana (Cuba); en el Festival Internacional de Poesía de Copenhague (Dinamarca) 2011; en el V Encuentro Internacional de Literatura Tres Orillas en Canarias; en el VI Festival Internacional de Poesía, Palabra del Mundo y en el Festival Internacional de Lima, FIPLIMA (Perú) 2013.