Por Carina Rita Medina*
Crédito de la foto (izq.) Tanta Ceniza Ed. /
(der.) la autora
3 poemas de La causa de las cosidas (2019),
de Carina Rita Medina
Rogativa I
(MOMA, N. Y.)
Una ronda, Matisse.
Solo una ronda.
Mujeres azules,
desnudas
mientras ciela.
Sin parches
sin estrógeno
sin pérdida.
Enterraremos apósitos
imanes a la madre,
ancla,
tierra mojada
cubierta
con
tierra
en la danza.
Guardaremos la sangre,
Matisse,
para el ciclo de
los pasos
mojados.
Caracolas sin mancha,
bailaremos
los pies en el charco
al sol la piel
reseca.
Una ronda, Matisse.
Para todas.
¡PAGO YO!
No vendrá desde abajo
el cobre que
haga sonar
cada moneda.
Ya parimos ahí
cardos
también azules.
Trepadas sobre el espacio
al que no diste árbol,
seremos sonaja
de la mano,
fruta al viento.
Cantaremos nísperos tibios
siesta de infancia
huyendo
del sucio dedo
del vecino que
algunas
tuvimos que escupir.
Questions, 5th Avenue
I
¿Soplarás la vela encendida,
comprada
en iglesias
hechas
de piedra y sangre?
Hermanas,
¿No diremos ya conejo?
¡O liebre!
Desde la ventana del auto,
desde el patio fumador,
el avión.
Cuando la nube acontezca,
sabremos,
desde siempre,
que solo es
vapor,
memoria del agua.
La visita vendrá igual.
Las brujas y las gitanas son
solo mujeres.
¿Meterá la cola el diablo,
en cada escaparate?
Ya lo hizo
de todos modos.
La miseria sonreirá su
selección natural
entre hombres y máquinas,
entre mujeres y animales
en el rockefeller center
y en el barrio Almafuerte.
¿El aceite,
entonces,
flotará un instante en el plato
haciendo ojos que no ven
y
corazones
que tampoco?
¿Habrá llantos geriátricos,
pueriles,
en distintos idiomas?
Es probable
en la exacta proporción
del sinsentido
de un sistema
de sinos
que estallan.
II
Encenderás velas
compradas
por unos pesos.
Fallará el ruego
aunque
se devuelva al mar
la concha robada.
¿Por qué pagamos con nylon
y colillas
nuestra desecha
cotidianeidad
plena
de pías devociones?
¿Morirá la fauna
y la flora
intestinal
del subway que
no dará más fruto
que cualquier higuera condenada?
Las abejas también lo harán,
lo dice netflix,
aunque el incienso
aunque la mirra.
¿Es que la traición no conoce remedio,
amuleto, cinta roja,
sticker en el auto, descanso,
señalada en el mallín?
A fin de cuentas,
creer es solo un pacto,
el empacho es un estómago,
o un hígado
que tragó escobas contra la puerta,
herido de secreto,
bajo el signo de que
el tiempo todo lo cura…
los curas,
los curas…
¿Y es que adónde vamos
llevamos nuestra propia
cruz en el lomo?
III
¿Por qué rezábamos mientras escondíamos
la mugre
debajo de la alfombra,
del patio de tierra apisonada,
los espejos sanos?
¿Cuándo llegamos a destino,
en cada viaje
y lo extranjero
se vuelve
piel curtida?
¿Cómo haré para ver
que no hay conjuro
para el desorden?
Los mundos legibles
manifestarán su respuesta en el humo.
¿Y lo invisible de mi pobre fe?
¿Será desgracia con suerte?
Sequía del Río Agrio
Los secretos con agua se ahogan.
Por eso, en la mesa de mi casa
solo hubo coca cola.
Alguna vez, en veranos de domingo,
granadina.
Mi madre acusa al agua
que da vinagrera con las comidas,
que engrudece el estómago, dice.
No, nunca, jamás
la servirás fría o natural, ni en jarra
porque tomar agua es de pobres,
dice.
Siempre hay un placebo
para evitar el lavaje
de los pecados del hombre
que tomó alcohol
acomodado en una foto
joven, tanguero, sin agua.
Clericó con sidra para los niños.
En mi casa
(aún digo mi casa, aunque yo no tenga)
dije,
en mi casa,
se sirve la imposibilidad
de elegir
la encrucijada de algún vicio
en la punta de los dedos
en la punta de la lengua.
Se niega la burbuja del brindis
en un silencio cruzado de
miradas
entre las cómplices.
El agua es la madre
que no sabe,
no puede dar de beber,
tomar caminos, atajos
GRITAR
la excursión nocturna
del padre
en la cama
después de cada bar.
Se ahogan los secretos
en amargo serrano
con soda
porque el agua no llegará a tiempo
para arrasar con el hombre,
lejos del arca
que vino a manchar
a cada niña
de la casa
en mi memoria.