3 poemas de «Katatay» (1972), de José María Arguedas

 

Para conmemorar los 110 años del nacimiento el gran escritor peruano José María Arguedas (1911-2021), Vallejo & Co. presenta una selección de 3 poemas de Katatay/Temblar, único poemario del reconocido escritor.

 

 

Por José María Arguedas*

Selección por Mario Pera

Crédito de la foto www.uch.edu.pe

 

 

3 poemas de Katatay (1972),

de José María Arguedas

 

 

A Nuestro Padre Creador Túpac Amaru

(fragmento)

 

Escucha, padre mío: desde las quebradas lejanas, desde las pampas frías o quemantes que los falsos wiraqochas nos quitaron, hemos huido y nos hemos extendido por las cuatro regiones del mundo. Hay quienes se aferran a sus tierras amenazadas y pequeñas. Ellos se han quedado arriba, en sus querencias y, como nosotros, tiemblan de ira, piensan, contemplan. Ya no tememos a la muerte. Nuestras vidas son más frías, duelen más que la muerte. Escucha, Serpiente Dios: el azote, la cárcel, el sufrimiento inacabable, la muerte, nos han fortalecido, como a ti, hermano mayor, como a tu cuerpo y tu espíritu. ¿Hasta dónde nos ha de empujar esta nueva vida? La fuerza que la muerte fermenta y cría en el hombre ¿no puede hacer que el hombre revuelva el mundo, que lo sacuda?

Estoy en Lima, en el inmenso pueblo, cabeza de los falsos wiraqochas. En la Pampa de Comas, sobre la arena, con mis lágrimas, con mi fuerza, con mi sangre, cantando, edifiqué una casa. El río de mi pueblo, su sombra, su gran cruz de madera, las yerbas y arbustos que florecen, rodeándolo, están, están palpitando dentro de esa casa; un picaflor dorado juega en el aire, sobre el techo.

Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado y lo estamos removiendo. Con nuestro corazón lo alcanzamos, lo penetramos; con nuestro regocijo no extinguido, con la relampagueante alegría del hombre sufriente que tiene el poder de todos los cielos, con nuestros himnos antiguos y nuevos, lo estamos envolviendo. Hemos de lavar algo las culpas por siglos sedimentadas en esta cabeza corrompida de los falsos wiraqochas, con lágrimas, amor o fuego. ¡Con lo que sea! Somos miles de millares, aquí, ahora. Estamos juntos; nos hemos congregado pueblo por pueblo, nombre por nombre, y estamos apretando a esta inmensa ciudad que nos odiaba, que nos despreciaba como a excremento de caballos. Hemos de convertirla en pueblo de hombres que entonen los himnos de las cuatro regiones de nuestro mundo, en ciudad feliz, donde cada hombre trabaje, en inmenso pueblo que no odie y sea limpio, como la nieve de los dioses montañas donde la pestilencia del mal no llega jamás. Así es, así mismo ha de ser, padre mío, así mismo ha de ser, en tu nombre, que cae sobre la vida como una cascada de agua eterna que salta y alumbra todo el espíritu y el camino.

 

Tranquilo espera,

tranquilo oye,

tranquilo contempla este mundo.

Estoy bien ¡alzándome!

Canto;

bailo la misma danza que danzabas

el mismo canto entono.

Aprendo ya la lengua de Castilla,

entiendo la rueda y la máquina;

con nosotros crece tu nombre;

hijos de wiraqochas te hablan y te escuchan

como al guerrero maestro, fuego puro que enardece, iluminando.

Viene la aurora.

Me cuentan que en otros pueblos los hombres azotados, los que sufrían, son ahora águilas, cóndores de inmenso y libre vuelo.

Tranquilo espera.

Llegaremos más lejos que cuanto tú quisiste y soñaste.

Odiaremos más que cuanto tú odiaste;

amaremos más de lo que tú amaste, con amor de paloma encantada, de calandria.

Tranquilo espera, con ese odio y con ese amor sin sosiego y sin límites, lo que tú no pudiste lo haremos nosotros.

Al helado lago que duerme, al negro precipicio,

a la mosca azul que ve y anuncia la muerte,

a la luna, las estrellas y la tierra,

el suave y poderoso corazón del hombre;

a todo ser viviente y no viviente,

que está en el mundo,

en el que alienta o no alienta la sangre, hombre o paloma, piedra o arena, haremos que se regocijen, que tengan luz infinita, Amaru, padre mío.

La santa muerte vendrá sola, ya no lanzada con hondas trenzadas ni estallada por el rayo de pólvora.

El mundo será el hombre, el hombre el mundo, todo a tu medida.

 

Baja a la tierra, Serpiente Dios, infúndeme tu aliento; pon tus manos sobre la tela imperceptible que cubre el corazón. Dame tu fuerza, padre amado.

 

 

Temblar

 

Dicen que tiembla la sombra de mi pueblo;

está temblando porque ha tocado la triste sombra del corazón

de las mujeres.

¡No tiembles, dolor, dolor!

¡La sombra de los cóndores se acerca!

—¿A qué viene la sombra?

¿Viene en nombre de las montañas sagradas

o a nombre de la sangre de Jesús?

—No tiembles; no estés temblando;

no es sangre; no son montañas;

es el resplandor del Sol que llega en las plumas de los Cóndores.

—Tengo miedo, padre mío.

El Sol quema; quema al ganado; quema las sementeras.

Dicen que en los cerros lejanos

que en los bosques sin fin,

una hambrienta serpiente,

serpiente diosa, hijo del Sol, dorada,

está buscando hombres.

—No es el Sol, es el corazón del Sol,

su resplandor,

su poderoso su alegre resplandor,

que viene en la sombra de los Ojos de los cóndores.

No es el Sol, es una luz.

¡Levántate, ponte de pie; recibe ese ojo sin límites!

Tiembla con su luz;

sacúdete como los árboles de la gran selva,

empieza a gritar.

Formen una sola sombra, hombres, hombres de mi pueblo;

todos juntos

tiemblen con la luz que llega.

Beban la sangre áurea de la serpiente dios.

La sangre ardiente llega alojo de los cóndores,

carga los cielos, los hace danzar,

desatarse y parir, crear.

Crea tú, padre mío, vida;

hombre, semejante mío, querido.

 

El narrador, poeta, ensayísta José María Arguedas.

 

A Cuba

 

Casi había que dar la vuelta al mundo

para llegar al luminoso pueblo de Cuba

pues los malditos corazón de dinero,

los endemoniados odiadores del hombre

así lo ordenan.

¡Aún pueden disponer esas cositas!

Pero el propio camino, la senda por donde el hombre va, no podrán obstruirlo.

Aquí estás, oh, resplandeciente pueblo, que amas al hombre,

ya estoy llegando a ti,

volando por el aire en el interior del incansable avión-águila.

He pasado por todos los nevados,

y en el destello de esas nieves reverberantes

he reconocido a todos los pueblos hermosos

alimentándome con el esfuerzo mancomunado de sus verdaderos hombres.

Pasando por medio de desolados mares sin fin,

remontándome por encima de temibles árboles, flores de la nieve,

atravesando las frondas sombrías de los árboles de la vida y de la muerte,

estoy llegando a ti,

pueblo que ama al hombre,

pueblo que ilumina al hombre,

pueblo que libera al hombre,

amado pueblo mío.

Dentro del avión-águila escucho ya tu palabra,

la voz, el grito de setecientos maestros y poetas,

palabras inspiradas en ti,

tan altas como el Sol

Eres tú, ahora, pueblo de Cuba, simiente del mundo,

del cielo y de la tierra,

simiente inmortal,

fruto del hombre eterno.

Eres pequeña,

pero no existe quien te pueda doblegar.

La semilla es pequeña,

pero rompe cualquier piedra, cualquier roca

y la hace florecer.

¡Amado pueblo mío,

centro vital del mundo nuevo!

Aniquilando a nuestros asesinos con tu implacable fuego como el sol

levantas al Hombre

para conquistar el Universo y poseerlo

con su corazón resplandeciente.

 

 

A bordo del avión de la Cubana, en el 16 de Enero, 1968.

 

 

 

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(poemas en su idioma original, quechua)

 

 

3 harawi Katatay (1972),

José María Arguedas

 

 

Tupac Amaru Kamaq Taytanchisman

(ch’iqtaku)

 

Kar weraqochakunaq uma Ilaqtanta, ñoqarku, as asIlamanta tikrasianiku; sonqoykuwan sonqosianiku, samiykuwan samisianiku; ñakariq sonqo runa saminqa ancha cieluyoqmi. Qepa ñeqen takinku yuyasqaykuwan, mosoq takiykuwanpas, kay llaqtata, qoncho huchamanta, maykamaraq huchanmanta, qespichisaqku, wequewan, khuyaywan, ninawan. ¡Imawanpas! Amaña auqa kananpaq. Waranqa waranqa kasiayku, huñusqa, llaqtan llaqtan huñusqa. Mat’ isiayku kay runa cheqniq llaqtata, cawallupa akanta hina millakuwaqninchis llaqtata. ¡Qespichisaqkun! Runa llaqtan kanqa, tawantin suyu hatun takiq, manchay kusiq, allin llankaq, mana cheniq ¡chuya! Apu ritin hina mana asnaq huchyoq. Chaynan, chaynapunin kanqa. Amaruy, qan rayku; sutiykimanta chuyay paqcha chayamuq, mana samaspa llipipiq paqcha rayku; ñan kanchariq, runaq yuyaynin wiñaypaq kanchahiq paqcha.

 

Qasilla suyay

qasilla uyariy

qasilla qawaykamuy kay pachata.

Allinraqmi kasiani ¡suyasianin!

Takisiaykun

tususiaykun,

takiyniykiwanraq, tusuyniykiwanraq.

Castellanutapas rimasianiñan,

maquinatapas, waranqa ruedayoq kaqtapas, kuyuchisianiñan;

sutikin ñoqaykuwan kuska wiñan, kallpachakun;

wayna weraqochakunapas uyarisunkiñan, reqsisunkiñan

hatun amauta raura kanchariq hinata.

Ñas pacha achikyay, runaq pachawaray kancharisianña,

ñas huk karu karu llaqtakunapipas

muchuq runakuna wamaniña kanku, hatun pawaq kunturña.

 

Qasilla suyay.

Mosqosqaykimantapas astawan karutaraq chayasaqku,

cheqnisqaykimantapas astawan fierutaraq chegnisaqku,

kuyasqaykimantapas astawan, urpi urpi, tuya tuyaraq kuyasiayku

 

Qasilla suyay, chay imay mana kuyaywan, chay imay mana cheqniywan

qan mana atisqaykita noqayku atisaqku

Chiri puñuq qochata, yana qaqata,

wañuy qawaq chiririnkata,

runa llanpu sonqonta;

tukuy teqsi muyuntinpi, kausayniyoq mana kausayniyoq kaqta,

kay pachapi;

yawarniyoq urpita, runata, mana yawarniyoq, aqo, qaqata,

qochochisaqku, kancharichisaqku, maykamaraq, papay Amaru.

Santa Muerte sapallanña hamunqa, mana warakawan chanqasqa, mana runaq polvora illapapanpui toqyaspa.

Pachan runa kanqa, runañataq pacha,

qan sayay.

 

Uraykamuy Amary, samayniykita urpuchiway; sonqoypa llikanpi makikita churaykuy; kallpachaway.

 

 

 

Katatay

 

Llaqtay puyus katatachkan

warmikunapa llaki puyu sonqonwan tupaykuspa.

¡Ama katataychu, llaki,

kunturpa sombranmi hamuykuchkan!

—Imapaqmi hamun chay sombra

aukikunapa sutinpichu

icha Jesus yawarninpa kamachisqanchu.

Manchakunin, taytallay.

—Ama katataychu;

manan yawarchu

manan auki wamanichu;

Intipa kanchariyninmi kuntur rapranpi hamuchkan.

—Manchakunin, taytay.

lntiqa kañanmi, uywakunata, kausayta.

Orqokunapis, may sacha sachakunapis,

yarqasqa machaqway, Intip churin.

—Manan Intichu, sonqonpa kusiy, qapaq kanchariynillanmi

kunturpa sombra ñawinpi hamuchkan.

Manan Intichu; kanchariynillanmi.

¡Sayay, sayariy! Chay mana chanin kunturpa ñawinta

chaskiy; katatay paywan.

Hatun yunka sachakuna hina, kuyuy,

qapariyta kachaykuy.

¡Huñunakuychik, llaqtay runa,

kanchiriywan katataychik!

Amaru yawarta upyaychik;

rauraq rawarqa kunturpa ñawinma chayanmi,

cieluta huntanmi, tusuchinmi,

qaparichinmi, chay qori yawar.

Paqariy, taytay, vida, runachallay runa,

ancha kuyana.

 

 

 

Cubapaq

 

Yaqallam pachata muyuna kaspa

kanchariq llaqta cubaman chayanapaq

supay qollqe sunquyuq, runa cheqniq

supay runakunas chayta kamachinku

¡Kamachiyta atinkuraqsi chaychakunata!

Kikin ñantaqa, runa rinan ñantaqa manam harkayta atinkuchu.

kayqaya, kanchariq, runa kuyaq

llaqta chayaykamuchkaykiña,

wayranta pawaspay, mana saykuq waman avionpa qasqonukupi

Imaymana ritipa chaupintapas pasamuni,

chay surunpiq ritipi sumaq,

imaymana llaqtaqa reqsimuni

cheqaq runapa kallpanwan kallpachakuspa

ancha qapaq llaqtakunapa chaupintan,

chunniq, mana patayoq

qochakunapa chaupinta,

ritipa sisan manchay sachakuna,

wañuy kausay sachakunapa chaupinta pasaspa,

chayamuchkayki runa kuyaq, runa kanchariq,

runa qespichiq

llaqtallay llaqta.

Kay wamani avionpa qasqon ukupi uyarini rimaynikita

qanchis pachak amautakunapa, harawiqkunapa

rimasqanta qaparinqanta.

Inti sasayta rimaykamusqanku

qam rayku.

Qanmi kanki, kunan, caballaqta mundupa rurum

hananpachapa, kaypachapa

Mana wañuq rurun,

wiñay kausaq runaq rurun.

Taksallam kanki

manataq kanchu maypipas atiqniki,

Taksallam ruru

may rumitapas qaqatapas

pakinmi pauchirichinmi.

¡Llaqtallay llaqta

mosoq mundupa Qosqon!

Wañuykunikunata intiq rauraynikiwan sipispa

Runata aqarinki

Tukuy pachakunata aypanapaq, anisachinanpaq

kanchariq, kuyaq sonqonwan.

 

Cubana allionpi, 16 Eneropi, 1968.

 

 

 

 

 

*(Andahuaylas, 1911-Lima, 1969). Escritor, poeta, traductor, docente, antropólogo. Licenciado y doctor en Literatura y Etnología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú). Ganador del Premio Nacional de Fomento a la Cultura Ricardo Palma (1959 y 1962) y del Primer premio del Concurso Latinoamericano de Cuento en México. Fue uno de los mayores representantes de la narrativa Indigenista de Sudamérica. Se desempeñó como Director de la Casa de la Cultura y del Museo Nacional de Historia, y como docente de colegio en Sicuani y de los colegios nacionales Alfonso Ugarte, Guadalupe, etc. en Lima, así como catedrático de Etnología en la Universidad de San Marcos (Perú) y en la Universidad Agraria La Molina (Perú). Publicó las novelas Yawar fiesta (1941), Diamantes y pedernales (1954), Los ríos profundos (1958), El Sexto (1961), Todas las sangres (1964) y El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971, aunque inconclusa y publicada póstumamente); en poesía Túpac Amaru Kamaq taytanchisman. Haylli-taki (‘A nuestro padre creador Túpac Amaru. Himno-canción’, 1962), Oda al jet (1966), Qollana Vietnam Llaqtaman (‘Al pueblo excelso de Vietnam’, 1969) y Katatay y otros poemas (1972); en cuento Agua (1935), La muerte de los Arango (1955), La agonía de Rasu Ñiti (1962), El sueño del pongo (edición bilingüe español-quechua, 1965) y Amor mundo (1967).

 

 

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