Por: Juan Carlos Abril*
Crédito de la foto: el autor
4 poemas de Juan Carlos Abril
Súper andrógina
Proserpina
Los árboles caídos en el suelo
se han podrido, sus ramas — melodía
de drogas, sin descanso — obstruyen la vereda…
Pero ¿qué prisa tienes? Vas
hacia un fin excitado que revive.
¡Es el infierno! Es la primavera
que ha sumergido en sus profundidades
tu muerte siempre joven; ha nacido otra vez.
Vence tu piel itinerarios de tinieblas
y acariciando la esperanza — en el imperio
del humo hay una esfera herida — vuelves cantando:
Es el infierno. ¡Es la primavera!
El rey hoja
Ver significa primavera
y una corona adolescente
entrelazada de atributos.
Pero una venda forma enigmas
e, igual que el pan que crece oculto
en nuestro cuerpo, ignora el daño:
sólo nos guían los adornos
que a través de su flauta — algo se cumple
o se descifra — inician otra fuga.
En la persecución seremos vegetales.
Mundo ortiga
Diana nemorensis
Unos harapos débiles de luz
cubren la estatua, o falsa luna
— antigua caracola ya sin ánimo —
en la ausencia obsesiva de deseo.
¿Por qué las cosas se persiguen
con más placer que se disfrutan?
Sólo quedan imágenes: El velo
en el espino desgarrado;
la soledad de la naturaleza;
tus ojos cráteres vacíos.
(De Crisis, 2007)
Ave félix
Nunca empiezan y nunca acaban
los días, nos ocultan sus razones
para seguir, bajo este cielo rojo
hundido entre las brumas
y el hacha matinal
de tus deseos.
Alguien queda
en las colinas pálidas
del sueño, alguien enemigo
de la hache, y cómo lanza
sus dardos ululantes
en esa habitación que vive en ti.
Amanecer, yo te saludo,
mas quién olvida
que no quise ganar, que sólo
me conformaba con el juego
del Libro del futuro.
Allí manipulé mi historia
como si fuera un mito
despreocupado, y mis pasiones,
garfios para el combate,
con sus bulbos de luz.
¡Hijos de esas estrellas
que oscuramente continúan
su amor arborescente
hacia nosotros,
recorriéndonos!
Hijos del frío.
A menudo he pensado
en la tristeza, un revoltillo
de ilusiones con fe, una señal
alrededor de las palabras
y tibios ecos
de aquel pasado todavía vivo.
Pero —así cantan los poetas—
no he de volver, aunque no tenga
sitio, ni sed etimológica
por donde huir, ni lágrimas
—el cascabel del desahogo—
o luna: esta luna empalagosa…
Mañana no querré pensar en ti.
Mañana.
Sí, por fin
la esperanza al alcance de la mano,
con leyes invisibles
que nos engañarán, no hay duda,
porque seguimos siendo ciegos
al mediodía.
Estas figuras espectrales
—la exactitud, las cifras,
su confianza en el azar,
entre las páginas disperso—
van más allá de la aventura
y más allá de las mentiras
de la verdad, larvada.
Atrévete a saber, pensé.
Mas no era eso.
E igual tampoco puedes
negar lo que te di, mudarte
y elaborar otras teorías
que se parezcan,
inoculando el plasma
por tus ojos
o por tu corazón neumático.
Qué locura elegir,
sin ganas, consumiéndote;
ser elegido. Y nos engañaremos:
debajo de las máscaras no hay nada,
sólo los humoristas, que resisten.
No quiero ser poeta
sino detritus,
mil hojas
de dulces diccionarios
—mis animales, torpes monstruos—
con una fiebre intermitente
y su ruido de huesos,
humos helados
que aumentan el tamaño de las sombras.
Casualidad o no,
aún soy lo que quería
y una leyenda de este género
gusta siempre en la vida de un poeta
y de una musa como tú.
Ah, joven yeti, en la covacha
de esta desanudada identidad.
Príncipe de la callejuela,
feliz entonces
registrando en las cámaras
y en la vieja pocilga
del tercer piso,
desempolvando ahora
la memoria, desocupándola
para empezar un nuevo viaje.
Con pizcas de curiosidad
quiero ir a China para conocerte.
Que nadie te detenga.
Nada más.
(Inédito)
*(Jaén-España, 1974). Doctor en Literatura española por la Universidad de Granada donde trabaja como profesor. Ha residido en Inglaterra, Francia e Italia. Recibido numerosos premios literarios y publicó los libros de poemas Un intruso nos somete (1997), El laberinto azul (2001), y Crisis (2007), reunida en 2013 en la editorial El Tucán de Virginia, de México, y titulada Poesía (1997-2007). Es editor de las antologías Deshabitados (2008), Campos magnéticos. Veinte poetas españoles para el siglo XXI (2011), en México. Como traductor, ha publicado El instante después, de Massimo Gezzi; y, junto a Stéphanie Ameri, Las cenizas de Gramsci, de Pier Paolo Pasolini, Los Indomables, de Filippo Tommaso Marinetti, entre otros. Se ha desempeñado como crítico literario en las revistas Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Historia y Política, Rilce, Letras de Deusto, La Estafeta del Viento, Litoral, El Maquinista de la Generación, Sibila, Castilla, Analecta Malacitana, Clarín, o Campo de Agramante, entre otras. Actualmente dirige la revista Paraíso.