5 poemas de «Canto de ballena negra» (2023), de Noraya Ccoyure Tito

 

Por Noraya Ccoyure Tito*

Crédito de la foto (izq.) archivo de la autora /

(der.) Alastor Eds.

 

 

5 poemas de Canto de ballena negra (2023),

de Noraya Ccoyure Tito

 

 

Cordel de ropa

 

Yo quiero hacer un ruido con los pies

y quiero que mi alma encuentre su cuerpo.

Nicanor Parra

 

Mi vecina sube a la azotea a la primera hora del día,

lleva una canasta bajo su brazo

          y de su pecho     colgando va

                                                   pena desteñida.

 

El viento revuelve su cabeza

                                 y la neblina traspasa sus dedos,

ella le gruñe al mal tiempo

                                      y camina hacia el cordel

 

            camina y escolta las últimas sombras

            camina y aprieta ropas recién lavadas:

 

   ——-un alambre con puntas zurcidas

             recibe las prendas del hijo muerto——–

 

Hilos de agua se desprenden por las mangas de la camisa militar

              y el viejo pantalón

                                en muda oración de carne abatida,

 

hilos de agua tornándose materia

            multiplicándose en ampollas rojas  

                                                     y espuma fermentada,

 

hilos de agua aferrándose a los pies de mi vecina,

quien tristemente reconoce en aquel charco de sangre

         la boca de su hijo:

 “MADRE, NOS DIJERON QUE VOLVERÍAMOS”.

 

El sol de Lima      con sus enormes ojos

        evapora el encuentro entre mi vecina y su hijo,

        los manantiales clandestinos

                                    no sobreviven   en la ciudad.

 

La poeta Noraya Ccoyure Tito

 

En un rincón de la noche 

 

Nadie me dijo que comenzarían

hoy los siglos de la noche. Lunes

de una ciudad sobre la desolación.

Jorge Enrique Adoum

 

En un rincón de la noche,

señoras con trajes naranjas

           recogen bolsas de basura

al son de un cuadrúpedo rodante. 

 

La neblina se adueña del asfalto

y ellas se detienen ante los despojos de Lima,

son niñas saltando de un abismo a otro

           en cámara lenta.

 

En medio de jeringas y latas de gaseosa,

un vestido de novia se estruja en los fondos

           del cilindro recolector,

—todas corren 

              corren y rodean el pequeño tonel—

 

ellas sonrientes se prueban [una tras otra]

              el pálido hallazgo,

ya no son niñas

     ya no son señoras

              son novias de carne y hueso

 

El baile de bodas

inicia al ritmo de un carnavalito

para ahuyentar el frío,

agitan sus cuerpos en contra del viento

y danzan sobre aceras, 

         desmonte

                        y vidrios rotos,

se turnan el dramático velo

         en cada cambio de semáforo.

 

A la primera sonata del día,

se elevan los postes de la ciudad

y ellas desaparecen en su cuadrúpedo rodante,

dejando en las fauces

         de la máquina trituradora,

un pedazo de tela blanca

que tiembla    gozosamente

         en la oscuridad.

 

 

 

Canto de ballena negra

 

La ballena negra

se hace carne en sus paseos

             por la avenida.  

 

Tras recorrer algunas cuadras,

recoge un pedazo de ciudad 

y lo arrulla con el lento

             vaivén     de sus aletas.

 

Tan distraída va que cruza la calle

sin atender a los semáforos

y una muchedumbre de corbatas

             la atropella: 

 

SU DESCOMUNAL CUERPO

CAE A LOS PIES DE UN POSTE

 

Un quejido

brota de su herido espiráculo,

pero nadie viene en su ayuda. 

 

El crepúsculo llega

con su llovizna partida,

la ballena negra

             canta sus últimas notas

de playas y aguas perdidas.

 

Aquel débil cántico 

conmueve al poste que la sostiene,

y pronto sus demás compañeros

—ordenados en una línea

a lo largo de la calle—

la rodean y bajan sus cascos.

 

En el reflejo de su abismal ojo,

     el pedazo de ciudad

(que aún dormita en su regazo)

    apaga todas sus luces

y aguarda el siguiente día.

 

 

 

Estela en el estanque

 

Para la otra Estela

 

I

 

La última vez que vi a mi hermana mayor

buceaba alegremente y en sus pies

cadeneta de peces traía,

 

a través del vaho de la Tarde

 

me contó de la carretera

donde hallaron muerto a su primer amor,

me contó de la enfermedad

que transformó su cuerpo de gacela

en costal de frutales secos,

 

de la angustia de Mamá

al encontrarla en el mercado

tratando de vender sus muslos,

 

de su desconcierto

por la nocturna visita de dios

que intentaba colgarla del techo. 

 

Estela me contó de aquel hospital

con su olor a pastillas vencidas

y de las duchas de madrugada

para acabar con el temblor de sus manos,

 

me contó de un muchacho

con guardapolvo blanco

que lavaba su rostro con dulzura,

a quien le dijo adiós

al verlo con una mujer cuya sangre

no era tan espesa como la suya,

 

me contó que el tiempo

era un niño travieso

que nunca limpiaba sus babas

y más bien raspaba sus pupilas,

 

me contó de aquella fría mañana,

cuando frente al espejo

comprendió que esa mujer y Ella

eran la misma cometa perdida

en un cielo lejano  

 

 

II

 

Mi hermana mayor volvió al agua

dejando en la superficie a los inquilinos

que habitaban su cabeza,

 

solo alcancé a ver la sombra de una cadeneta

perdiéndose en los fondos del estanque.

 

Estela nadaba camino a casa.

 

 

Carta para un pelícano

 

No sé si te amo o te aborrezco

como si hubieras muerto antes de tiempo

o estuvieras naciendo poco a poco

penosamente de la nada siempre.

Blanca Varela

 

Papá,

hoy que corre buen viento

debemos conversar

aunque una pared de tierra nos separe. 

 

Alguna vez me dijiste:

“la muerte es una puerta sin casa”

         Y era verdad.

 

Pues tras varios años de tu partida,

tus escamas aún revolotean en las ventanas,

tus ropas cuelgan en el viejo ropero,

tu cola yace enredada en la caja de luz.

 

Papá,

ahora soy una mujer grande

y comprendo que la vida picoteó

incesantemente tu pecho de pelícano

         forjándose una herida

de la cual nacimos mis hermanos y yo.

 

Recién comprendo que el dolor 

hundió tu cuello en el río,

haciendo de nuestro hogar

un buche amargo 

(donde el único alimento

eran piedras y plumas muertas),  

 

recién comprendo el porqué

de tus violentos graznidos

durante la repartición de la comida,

de tu obsesión con el vientre de mamá:

 

eran poses de tirano para ocultar

         pasado de huérfano

 

recién comprendo tu silencio de agua,

tu torpe vuelo sobre nuestras cabezas,

tu ausencia dominical,

         eras un viejo pelícano

con el corazón lleno de arena.

 

 

 

 

 

*(Perú). Escritora, actriz e investigadora. Licenciada en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú) y magíster en Escritura Creativa por The University of Texas (EE.UU.) con especialidad en poesía. Llevó talleres de dramaturgia, dirección cinematográfica y danza clásica. Ha escrito y dirigido los cortometrajes “Frontera”, “Jaula” e “Instrucciones para cruzar la frontera”; y, en el ámbito teatral, es directora, actriz y fundadora del grupo de teatro LLAQTA. Obtuvo el Primer Premio en la categoría amateur a mejor obra dirigida y escrita en el 40 Festival IPACULT (México, 2022). En la actualidad, dirige el repositorio de Último acto y asiste en dirección a una obra de la compañía mexicana Tarumba, Corazón gordito. Ha publicado en poesía Canto de ballena negra (2023).

 

 

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