Por Manuel Fernández*
Crédito de la foto (izq.) archivo del autor /
(der.) Ed. Máquina Purísima
3+1 POEMAS DE EL HOMBRE (2024),
DE MANUEL FERNÁNDEZ
Poema para ser leído cada 1 de mayo
Yo
Manuel Fernández
ex colaborador
a tiempo completo
padre de dos
con condición
sobrepeso
e hipertenso
declaro:
que habiendo pertenecido al sector formal
privado
asalariado
no hube alcanzado la felicidad
jamás
ni la seguridad
ni la tranquilidad
que prometen
el sistema
y su bien diseñada
publicidad
pese
a los quince sueldos
seguro y escolaridad afectos
pues
las vísceras
se me desacomodaron
siempre
obligado como estaba
al empleo geométrico de mi tiempo
y por tener que vestir
siempre
de camisa
y pantalón
y saludar
siempre
a todos con una sonrisa
y dispuesto
siempre
a llevar como un estandarte
la camiseta de la empresa
su misión
su visión
a todas partes
mi sumisión
a todas partes
como horas extras
que no figuraron
nunca
en ninguna boleta
obligándome siempre y
por contrato
a retener la micción
la defecación
un poco más de consideración
y a poner
siempre
la otra mejilla
si así lo requerían
los que ocupaban
los pisos de arriba
cuidándome
siempre
de reservarme mis opiniones
pero registrando todo
sin soltar palabra
para que aquel que nos vigilaba
no se enterara
del sentido
y la urgencia
de sustraerse un poco
del evangelio
de la excelencia
de la productividad
y la proactividad
que tanto
de las testes
me tenía inflamado
porque el verbo
empresarial
nunca
se hace carne
en la mesa
de nadie
acostumbrado
como está
a la inflación
y a la fluctuación
permeable
como es
también
a la valía y
plusvalía
a crisis y pullas
y políticas represivas
que dejan en claro
que hay que ser
tremendo cojudo
para creer
que el mercado tiene vida
que existe
y transpira
y que por sus propios principios
se disciplina
cuando más bien
son los trabajadores
los que sacrifican
sudor
energía
los que ofician el milagro
por el que
la rueda
todos
los días
gira.
Las belugas son detrás de este vidrio muy bonito
(todo está perdido de antemano
en este juego sucio de escribir
sin ser las 9 de la noche).
Juan Bullita
En 2019 pensé seriamente que iba a morir.
Acababa de dejar el peor trabajo que había tenido en la vida y luego
de un preinfarto
me diagnosticaron hipertensión.
Tomaba todos los días losartan amlodipino hidroclorotiazida
atorvastatina y bisoprolol.
También alprazolam para manejar la angustia de esos primeros días.
Como el seguro solo se extiende por unos pocos meses luego de
concluido el vínculo laboral
terminé pagando todas esas pastillas por mi cuenta.
Y nunca estuve más solo
que en otro momento de mi vida.
Casi no me quedaban amigos y pasaba las madrugadas mirando por
la ventana la calle solitaria
mientras todos dormían.
Después empezó la pandemia
y todo se fue haciendo más difícil.
Poco a poco las salidas fueron restringidas
y todas nuestras rutinas se alteraron.
Lavarse las manos se convirtió en un acto burocrático
por ejemplo.
Pero las noches
para mí
siguieron siendo iguales.
Los perros dormían.
Mi familia dormía
El mundo entero puesto a dormir por la pandemia
dormía a pierna suelta.
Solo yo no dormía.
O lo hacía por tramos.
Dos horas de sueño.
Dos horas de vigilia.
Dos horas de sueño.
El día.
Entonces siempre
a las 3 de la mañana
estaba mirando por la ventana. Asustado.
Pensando:
ahora voy a morir.
¡Sí
ahora!
Pero de tanto en tanto las blancas camionetas del serenazgo
aparecían en la esquina
y cortaban
el silencio de la noche con el ruido de sus motores
sus luces
celestes y naranjas
rebotaban en las paredes del departamento
iluminando el lomo de algunos libros
y las hojas oscurecidas de algunas plantas
y delineando mi rostro contra la neblina blanca de la noche azul.
¿Dónde estarán mis amigos ahora?
pensaba
¿Dónde estaban?
¡Voy a morir
imbéciles!
Solo
como un perro
mientras los serenos pasan
vigilantes de que nadie abandone su casa.
Pero la peor parte vino con la vacancia de Vizcarra.
Vizcarra era un impresentable. Ahora esto está claro para todos.
Aunque no fue así en un inicio.
En un inicio
por ejemplo
cuando aparecía todos los días en señal abierta y nos hablaba
como el padre afectuoso
de una nación asustada
mintiendo sobre los avances en la adquisición de las vacunas
y la gestión de la emergencia sanitaria.
Pero cuando todo se descubrió
el Congreso lo sacó
y puso a Merino.
Merino era por mucho aún más impresentable que Vizcarra.
Eso siempre estuvo claro.
Y la gente salió a las calles.
Imparable.
Un día tras otro.
No le dieron tregua.
Y ese gobierno cayó en solo cinco días.
Pero entonces algo me hizo pensar que
por criticar a Vizcarra
muchos iban a pensar
que tendría que estar con Merino.
Y esa idea se instaló en mi cabeza.
Y corría durante todo el día. Como una mala película.
Es que pelear contra tu mente es siempre una mala apuesta.
Y yo estaba seguro de que alguien vendría a reclamármelo.
¿Pero qué podían reclamarme?
No lo sabía con exactitud.
¿No marchar?
¿No pronunciarme?
¡Eso!
¡Eso seguramente!
En estos tiempos es importante pronunciarse
como cuando cortan la música en el juego de las sillas y hay
que correr a sentarse.
Luego vuelve la música
y se puede echar mano
de una retórica imbricada
que permita incluir
una aclaración
o un exabrupto
que sean
como la superación de las contradicciones
y aclarando siempre que todo se entendió mal
obligado a mostrar
por cortesía
por caridad
cómo es que brilla la luz en la oscuridad.
Porque hay una altura moral
desde la que todo se contempla
desdeñosamente
y que censura
cualquier atisbo de duda
que concibe la realidad
como invariable.
Y entonces recordé lo que escribió el hermano de un amigo hace
muchos años
detrás de una fotografía
las belugas son detrás de este vidrio muy bonito
Y eran.
Es decir
estaban.
Ahí
detenidas
y calvas
iluminadas por el flash de su cámara.
Debo esforzarme por llegar a 2021
pensé.
Si llego a 2021
habré pasado lo más difícil y viviré.
Y todas las noches los perros dormían
y mis hijos dormían.
Ítala dormía.
La ciudad dormía.
Y yo miraba por la ventana
a los serenos que pasaban.
Y sus luces celestes y naranjas
como el flash de esa cámara
por unos segundos me iluminaban.
Y la idea de morir
me acompañó durante todo ese tiempo.
Y ninguna certeza sobre nada.
Mientras yo trataba de que la cabeza no me explotara.
Hasta que el 2021 llegó.
Pero la pandemia no amainó.
Y todo siguió más o menos igual.
Al menos hasta 2022
cuando se vivió el último
tramo.
Y la inestabilidad política siguió sin resolverse
pero los serenos siguen pasando igual
aunque ya casi no los veo
porque duermo
ya
seis horas seguidas.
Y
sin embargo
de cuando en cuando
el coletazo frío de esa beluga pasa
me moja la cara
y me levanta.
Entonces
salgo a la sala
y me quedo un momento
contemplando
el juego de luces
celestes
y naranjas
derramadas por igual
sobre libros y plantas
mientras la neblina blanca
de la noche azul
que me enfría la cara
poco a poco
me calma.
Hay gente con la que no he vuelto a hablar.

Para cumplir con todas estas exigencias
En cuántas partes
debe romperse el lomo
sudar
como chancho
pelearla
con todos los dientes
un hombre
cualquier hombre
para cumplir
con todas estas exigencias
siempre autoimpuestas
por una clase media y su afán de certidumbre
en medio de un país
inestable
históricamente
inestable
hermoso
como ramo de eucalipto ardiendo en la noche
pero
devenido inestable
en cuántas partes decía
un hombre
cualquier
hombre
por su mujer
e hijos
pero
sobre todo
para que los vecinos
digan
era bueno
siempre recogía la caca del perro.
*(Lima-Perú, 1976) Poeta y docente universitario. En poesía ha publicado Octubre (2006), La marcha del polen (2013), Procesos Autónomos (2016), El riesgo de crear instituciones (Máquina Purísima, 2022) y El Hombre (Máquina Purísima, 2024). Además, es coautor del libro de ensayos 7 discursos de interpretación del siglo XX peruano (y un epílogo para sobrevivir en tiempos de pandemia) (2020) y del libro de actividades de humor político ¿Quién quiere ser presidente del Perú? (2020). Actualmente se desempeña como editor de textos especializados en literatura, crónica y política.