Algunas reflexiones sobre «Un gran ser» (2018), de Carolyn D. Wright

 

Por Laura Giordani*

Crédito de la foto (izq.) Archivo de Forrest Gander /

(der.) Ed. Libros de la resistencia

 

 

Un rostro fracturado.

Algunas reflexiones sobre Un gran ser (2018),

de Carolyn D. Wright**

 

Qué dice ese tatuaje

Es el nombre de mi bebé

Cuál es el nombre de tu bebé

utopía

 

 

El sonido de la colisión emocional entre perpetradores y víctimas

¿Podemos imaginar la música resultante de semejante choque? En Un gran Ser (2018), Carolyn D. Wright registra dicha música con oídos atentos. A medida que nos internamos en la lectura de los poemas que conforman este libro excepcional, el choque inicial se va apaciguando, se hace menos obvio, al igual que las férreas y tranquilizadoras barreras que construimos entre “ellos”, los reclusos, y nosotros, “el mundo libre”.

 

Serie “One Big Self” 1.
Crédito de la fotografía: ©Deborah Luster

 

“Mundo libre” versus “mundo recluso”, esa población carcelaria que en Estados Unidos alcanza la escalofriante cifra de dos millones doscientas mil almas suspendidas en una temporalidad aparte. Semejante cifra de presidiarios requiere una compleja gestión burocrática por parte de organismos y empresas privadas y la construcción de ciudades-prisión con sus propios cementerios, iglesias, museos y cantinas. Toda una economía del encierro. “El espíritu de cada época se manifiesta en sus obras públicas”, dice el periodista Eric Schlosser. Esa cantidad ingente de presos, la mayoría de ellos delincuentes no violentos, significa empleos para las regiones deprimidas y ganancias inesperadas para los especuladores.

Estamos ante una sociedad que expulsa su sombra y decide invisibilizar su propia imagen distorsionada cuya visión no puede tolerar. Así, el desarrollo de rituales y geometrías urbanas para conjurar cualquier dimensión inquietante: por ejemplo, los tanatorios que proliferan en las afueras de nuestras ciudades. Estos centros constituyen otro síntoma de la expulsión de lo no aceptable: la muerte, o los mega vertederos que gestionan el exceso de nuestro consumismo como una lepra. Y también, la reclusión de los enfermos terminales en pabellones convenientemente alejados de nuestra mirada; no vayan a desdecir el mantra de la inmortalidad física y su credo de antioxidantes.

Bienvenido al Mall Pecanland. Lamentablemente, la arboleda de pecanes tuvo que talarse para construirlo. Home Deport arrasó otra arboleda.

 

Serie “One Big Self” 2.
Crédito de la fotografía: ©Deborah Luster

 

Talar un monte de nogales pecan para llamar al centro construido en el lugar de la tala, “La tierra de los pecanes”. Toda una metáfora del vaciamiento del lenguaje en tiempos de posverdad y cinismo.

Esta operación de confinar lo inaceptable es magistralmente apuntada por el poeta argentino Juan Gelman en estos versos:

Aquella noche las señoras y señores se perfumaban
con ardor
por el niño que decía la verdad,
por el niño que era puro,
por el que era tierno,
por todos los niños muertos que cargaban en las valijas
del alma
y empezaron a heder súbitamente
mientras la gran ciudad cerraba sus ventanas.

 

Una sociedad que se esmera en poner en la sala del juicio dos hileras de asientos claramente separadas: en una, los familiares de la víctima; en la otra, los del perpetrador.  Que busca aliviar su angustia estableciendo fronteras nítidas entre el bien y el mal. La escritura poética de Wright vuelve crecientemente porosos estos límites hasta hacer agua en esta escritura que confunde la propia voz con la de los presidiarios, los familiares, los vigilantes, los animales domésticos y salvajes que atraviesan libremente los férreos límites de las cárceles de alta seguridad. Y ocurre la paradoja —tan propia de este mundo dual: a mayor seguridad, mayor vulnerabilidad. En realidad, es la propia vida la que se encarga de vulnerar los muros.

 

Serie “One Big Self” 3.
Crédito de la fotografía: ©Deborah Luster

 

 Los perros son los que logran traspasarlos, así como toda suerte de insectos y animalitos hacia los que algunos presos muestran una ternura y un cuidado conmovedores. El perpetrador es también víctima de otro daño anterior.

Vívido para mí es Debbie diciendo que, en el juicio del asesino de su madre, miró alrededor y vio a la gente sentada en lados separados del juzgado, del modo que lo hacen en una boda, la gente de la novia, la gente del novio, e intentó acoger el daño que radiaba a través de las diferentes filas —el lado perpetrador, el lado de la víctima.

 

Se trata de una obra polifónica, psicofónica —más bien— como una cinta sonora virgen en la que Carolyn registra voces, las recoge sin juzgar. Tampoco las distorsiona con alguna suerte de idealización a la que el registro poético tan bien se presta. Sobre todo, cuando se trata de un tema del que se ha ocupado la literatura desde hace tiempo con autores como Oscar Wilde, Fedor Dostoievski, Anna Ajmátova y Ósip Mandelstam, por ejemplo.  Tengamos en cuenta que buena parte de estos ilustres presos, lo fueron por persecución política; en “Un gran ser” no solo se cuestiona la sociedad que implementa un sistema penitenciario, sino la misma lógica que sustenta la existencia de ambos lados del muro.

La autora se deja decir, así, encontramos registros literales con la jerga propia de los presos, ellos son creíbles hablando en el poema. Lo que hilvana esta imparable irrupción de voces, este logos fracturado en distribución caótica, como un momento de locura (parecido a ese bajo el que se comete un crimen) que nos persigue toda la vida… la irracionalidad, la violencia tan constitutiva de lo humano y tan norteamericana como el pastel de manzanas.  Un país en el que 135.000 llevan armas a la escuela cada día.

 

Después del incendio casero

 

Cuenta tus niños

Cuéntalos otra vez

Cuenta las razones por las que llegaste a ser para

     empezar

Cuenta tus monedas

Cuenta los días que te quedan antes de tu próximo

    chequeo

Cuenta las grapas de tu nuca

Cuenta las veces que tomaste el camino equivocado

     para llegar aquí

 

 

La música resultante de esa colisión no puede dar lugar a una sintaxis fluida y tranquilizadora: se trata de un lenguaje roto, trizado, inconexo— Esta música no es fácil de hallar, pulsa en poquísimos textos poéticos.  Uno de estos escasos y valientes textos es el poema “Falta de Pruebas” del escocés John Burnside, de su libro “Nadando en la inundación” (1995). El poema cuenta la desaparición de una niña de doce años y da voz a la angustia de los padres, los habitantes del pueblo y también, (de una manera que para muchos puede resultar ofensiva) a los pensamientos del perpetrador, incluso se nos facilita cierta empatía hacia sus motivos.

Un gran ser es un libro para conciencias valientes, dispuestas a ser vulneradas, a que sus vallas sean traspasadas por esos perros que no reconocen sentencias para obedecer a su instinto.

Si pueden pasar la valla todavía tienen que ganarle a los perros

   Nadie le ha ganado a los perros por el momento, dijo

      Castlebury

 

La poeta Carolyn D Wright.
Crédito de la foto: ©archivo de Forrest Gander

 

¿Hay compasión en este texto? Sí; pero una compasión que no se sustenta en negar o edulcorar las aristas más terribles, sino en abrir cauces nuevos a la conciencia. Una compasión que no se instala en una piadosa mirada vertical hacia los “necesitados”, allá abajo, como las damas de la caridad que visitan los pabellones. Una compasión, quizás parecida a lo que hizo Debbie en el juicio al asesino de su madre, cuando intentaba mediante visualización acoger el daño que radiaban las dos filas: la de los familiares de la víctima y la de los familiares del acusado.

El mundo de los “libres” también tiene sus perversas formas de cuantificar la aniquilación de lo minúsculo, de esas víctimas que jamás se cuentan.

Cuenta tus velas de emergencia

Cuenta tus puntadas

Cuenta tus huesos rotos

Cuenta las moscas que mataste antes de mediodía.

 

Se trata de un texto fracturado, de un relato que se construye con todo lo que decidimos expulsar para dormir tranquilos. Sin esos fragmentos, el rostro de ese gran ser jamás estará del todo completo.

Este libro no nos ofrece esa “enfermiza ambrosía de la esperanza”, sino una esperanza que —como diría Juan Gelman— “come panes desesperados”.

 

 

 

 

 

*(Argentina, 1964). Poeta. El lenguaje poético y la creatividad como instrumentos de resistencia del espíritu humano frente al arrase sistémico constituyen el núcleo de su labor como escritora y docente. Ha publicado en poesía Materia Oscura (2010), Noche sin Clausura” (2012), Antes de desaparecer (2014), Una lengua impropia (2014), La infancia que nos aguarda (2016), Manca terra (2020) y las plaquettes Celebración del brote (2009), Las varas del zahorí: poemas de la sed (2013), Monte adentro [imantaciones] (2018) y Manca Terra (2020).

 

 

 

**(Arkansas-EE.UU., 1949 – Rhode Island-EE.UU., 2016) Poeta y editora. Dirigió la editorial Lost Roads tras la muerte de su fundador Frank Stanford, editorial que desde 1983 codirigió con su esposo, el poeta Forrest Gander hasta 2005; a la par se desempeñó como profesora en la Universidad de Brown (EE.UU.) Obtuvo la Beca MacArthur y otros premios de poesía estadounidense como las Becas Lila Wallace, Guggenheim, Lannan y National Endowment for the Arts. Publicó en poesía Room Rented by A Single Woman (1977), Terrorism (1979), Translation of the Gospel Back into Tongues (1981), Deepstep Come Shining (1998)One Big Self (2007) y One With Others (2010), entre otros.

 

 

Vallejo & Co. | Revista Cultural - POESÍA - FOTOGRAFÍA - NARRATIVA - CINE - MÚSICA - TEATRO - ARTES - PLÁSTICAS - CREACIÓN - CAJÓN DE SASTRE