Por Augusto Munaro
Crédito de la foto (izq.) RIL Eds. /
(der.) www.lavoz.com.ar
1 fragmento de lenguatomada (2023),
de Augusto Munaro
Oíd mortalxs, el grito-ito sangrado… aura sí, oí,… aye, this is the
ground… amarillos fulgurantes, en ‘na mañana otoñal mercante…
Con sus techados dichos en estrechos trechos estrellados sobre
hados en andas… ceceante, ¿venís a mi, o te vas hacia ellos? Oh…
despertar en la mañana pa diluirse en ayeres petrificados en
ideas insulsas, delirios injustos sobre lo que pudo alguna vez ser
SER seh sesese, Tsé-Tsé, cé… ¡sí!; ¡jalalla! My kingdom por
cerezas con heces…, calamidad q c hace alba para assim jamás
alcanzar su forma o su noción. Oh ritmo qué ritmo O-ring riiing
riiiiingtone (fade out) recinto vacío, tapias frías / limadas de
estupideces y la luz que busca coherencia (¿no?) que intenta
atar, Star, pegar, hacer del todo un centro y entronarse pa’
dictaminar un destino: la vida de todos miss yoes. ¿Pero cuántos
yos hay en mí? ¿treintaylargos?, ¿’na por cada año ‘e vida
regido?… don´t give a bloody fuck as long as I can carry on…
where, why, how, who, when?… don´t know, though… consumibles
ecos verdes que se tiñen turquesas (y de ningún modo
viceversa), ¡ya basta de verso! Loor a la pigmentación, aquella
que resulta tan relevante como el resultado, la gradación de las
santas-beatas mixturas.// Son visiones que repercuten su
necesidad de ser. Los S/dueños diurnos. Irrumpen, sin más
(infiltrados de florescencias). Curtiendo, sí, haciéndose, desde
todas las latitudes, yup, si, oui, “Ah Um”, pontifica el muy
taimado-tumbero-troglodita in flagrante delicto. Y la divinidad
que honra esa pirámide de aigre húmedo y ondulante lumbre, y
esos peldaños de sol escalonados hasta el infinito… Los apila
mientras silva –haciendo equilibrio, também- frente al reflejo
sagaz del equilibrista devenido en ventrílocuo que mira todo con
sigilo, como ausente, como queriendo decirnos (a vo’, a mi, a
todos) “¿vieron que shoo también puedo ser?”. Lordy lordy lord…
Se superponen las imágenes, sin pedir permiso… se zarandean,
como perronautas al salir del lagohhh, estallan en gouttes d’eau
verdes… en torbellino, que trina como percusionista domando al
Katrina en noche de éxitos, grandes-grandules
temas: uno detrás de otro after the other, entre teas expectantes,
medusario felices: Impress y guionados por la calidad prístina
del sonido gutural, de esas insondables imágenes sonoras, por
esos olores naranjas que llevan y traen los tres tiempos en uno,
para subvertir, para dislocar, para quebrar y multiplicar. Pega
que te pega pum pam tum pren pum punctum; y su voz de flautín
en cataratas que se derrite en plástico humeante, chispazos
mandarina, laureles húmedos –coronados sean de gloria- por
nieve fría, derramada sobre la frent E de la senhorita Octopus.
“¿Y bien Dr. Pueyrredón Arenales?, podrá pasar la noche?” –le
pregunta acongojado tras hojear el último número de I Fantastici
Quattro. El distinguidísimo médico, irritado por la conspiración
de las batas blancas, apenas sabe contener el ingente bostezo,
mira el reloj de reOJO y le hace entender al pretendiente (quien
no daba pie con bola), que más vale comience a pen Zar menos
en los muchos y retorcidos brazos ‘e misia Octopus. Los días
funestos, de quita y pon, siempre horada2 por las ausencias nos
lleva ‘e las narices, pero en el camino anegado ande brotaban
inusitadas orquídeas… y del sueño del emperador chino, se
marcan círculos concéntricos, que aumentan de tamanho sólo
para luego menguar por capricho y vibrar en estallidos eléctricos
que cubren las líneas de sus perímetros perfectos, simétricos,
resbaladizos, que abre horizontes curvos, resbaladizos he dicho,
sí, y que suben por temperaturas lejanas, entre pila d’libros,
viejas publicaciones con tapas rústica fecha pie de imprenta
1912 con grabados in bianco e nero, aguardando el juicio final: su
perentorio olvido. Como campanas din don din titilantes din que
acompañan el ritmo del Don hundimiento glupglup… De tu
hundimiento mi querida Glup, si hay alguien por quien hago,
efectúo este descenso es por vos, glup… sí. ¿Te asombra?, ¿t
conmueve mi conmiseración?, Personal.mente
mimportauncarajo. Por eso nado en un lago blanco, congelado,
bajo una parda costra de hielo grueso, mortalmente filoso, y
distingo, la luz del otro Lao, sí. Desboca el afán hiriente. Y cuando
en los altavoces de la mezquita vecina resuena la chamada del
muecín, silencio burbujeante, y un NO decir rosa –sin párpados-
que puntea el espacio de violetas pulposas. Subo mientras bajo
por una escalera, porque hay que instaurar orden en este
discurrir caótico, ahora, empilchado pulcramente, siglo XIX, y la
puerta zás se entreabre y del otro lado del ocre crujido –Donna
Invisibile, le hace falta aceitar las bisagras- un cieR que se abre,
entre telarañas, y una bandeja de plata sucia por el polvillo,
entronada en mueca estulta: el maniquí della, con una peluca r
oja, y collares y anillos sobre su plato, porque es una ceremonia
olvidada a la que asisto, ¿comprende Sr. Skull?, una ceremonia
momificada por un decorador veneciano (eso dijo/dice/dirá
ser), que se aproxima brincando y arrojando un violín negro,
arañado por hilos finísimos ‘e cáñamo. (En su lugar, eu estaría
mais preocupado de lo que parece estarlo él). Los objetos
agrupados son tan inusuales como inesperados: una caña
d’pescar; damajuanas escarchadas; un conejo desollado; tarjetas
VISA; madejas ‘e lana; dos semillas de yuca; una victrola; un
globo ‘e hello kitty entre bon o’ bones; bonobos en batitas; un
frasco de cajeta quemada; la botella de Licor 8 Broders –ya vacía-
y el rugido ardiente de un avión que atraviesa los olimpos,
edenes y vergeles machucados dando un solo golpe seco:
¡paaaaaac! El piloto (D10s lo conserve enxerox) sonríe desde seu
cabina, pero )entre( las glicinas d’las posadas públicas, c
estrangula seu saludo, hasta sentarnos, vos, ela, y de vuelta vo’.
Que ahora estés vestida de gala, fumando, elegantemente, detrás
de un vidrio anaranjado, ¿debería alegrarnos? Haciendo muecas
agujereadas como rancio queso gruyere, de tus pómulos
perforados… caries verdosas, mierdosas de mi-mi-miedo, sí-sí,
tarta-tambaleantes… lejos de la neblina evanescente de un
tempus fugit, entre pliegues joviales, cuando se era aún joven, tez
bisunta, labios escarlata, y carcajadas contagiosas: me observan
tatuados de luz. Mirabas, con picardía, y encendías –parece que
lo veo todo- el último pucho, en la droguería Pirulo, cuyo
propietario era el desgraciado bicornuto, del asesino a sueldo de
Héctor, uno de tus vasallos. Se trató de eso: una espera encallada
y ebria. Atascados, éramos cual despreocupadas siluetas
pubescentes, frescas, hinchadas de ideales: sipi, ¡todo por
vivirse! Y siempre de espaldas, porque te ibas, te escapabas, te m’
eludías sutilmente: la nuca, igual qu’el ramo de rosas sonoras,
que se deshoja pa’ caer sobre el piso lordo, desolado del corredor
universitario, en)t(re alumnos atolondrados, lerdos,
somnolientos, petrificados de dúctiles modorras, en)t(re
algodones, recostados, bebiendo feca y comiendo guarapo y
casabe, en carpas, tras largo andar probablemente por los
desiertos de la correntosa madrugada. Hago de tripas corazón y
digo “probablemente” porque, a decir verdad, estoy un poquitín
marihuano yo mismo en esas cascadas ‘e artificios que afirmo
regir. Excusez-moi mademoiselle. Embalados, habían sido los
primeros de alcanzar el malquerido aula. Se intercambiaron los
apuntes, y discutió largamente acerca de los objetivos de la
GRAN evasión. Desde el segundo piso del magisterio, lejos del
tucurú sin hormiga, la divisaba a ella, enfilando, de espaldas,
reías, sí, junto a ese mequetrefe, ¿quién era? Familiar amigo
(brada) amigovio amante nunca siempre jamás lo supe. ¡Pinche
malinche! Entretanto, en otra isla del archipiélago, llegabas y te
ibas junto a él, tan pegada como sombra de tísico. A un tiro de
carabina. Pulcro, sonriente, él. Lo odié con cada fibra de mi
cuerpo astral. Por estar ahí, a tu lado, siempre apuradamente.
Paseo de Julio arriba, PaseodeJulio abajo/ABBAjo/hundido; y yo
con ganas de tajearle la jeta. Ardiente y abierta, pasabas hacia lo
inconexo y te demorabas en incrustaciones cerebrales de azúcar,
frente al lago cuya discorde agua estancada, podrida, a veces
traía gansos muert.Oz, el fétido olor de la prima Vera… Y ese
huayrapuca erosionado que no hacía otra cosa más que
hundirme en el recuerdo azucarado, tu boca áulica, tu nuca
blanca/sol, hasta desaparecer. Con pasos secreteados que
cavaban distancia, lejanía formada, hasta ser hojas ‘e inasibles
robles. Parvas cegadas de amarillenta hojarasca y dentro,
queridos lectores: perdices encubriéndose de la noche. Se
escabullen por las vibraciones del Moog, sostenidas, hirientes en
el vientre tensionado, emocionado, obnubilado como trofeo
salvajem. Y las señoronas que de tanta merluza opinan sobre lo
que ven alucinadas, no muy lejos de las parvas: “¡Cuánto me
alegra verle! (así te muerda un perro)” –diz la taimada
refregándose su naso, acorralada por un resfrío ‘e río. “¡Qué
placer para mí! (así te dé el sarampión)” –contesta la otra
merquerita debajo de las lamparitas japonesas en tierras de
Dakota´s cañons. Con amistades de esa calaña, la vida es un
primor…