Por Paulo Caffo*
Crédito de la foto (izq.) Gabriela Castro –
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(der.) Alastor Eds.
La batalla tiene condición de infinito.
Apuntes sobre la poesía de Melissa Olivares
La poesía peruana siempre nos ha dado a poetas insólitos de todos los tiempos e inéditos en su tiempo[1]. Pienso en poetas artistas (poetas disruptivos diríamos ahora en tiempos donde la tecnología lo arrasa todo) como José María Eguren y sus fotominiaturas y pinturas; en Jorge Eduardo Eielson y sus quipus, esculturas o pinturas; pienso en César Moro y su pintura surrealista; pienso por último y, sobre todo, en Carlos Oquendo de Amat, quien inquietó y atizó la vanguardia literaria peruana e hispanoamericana con sus 5 metros de poemas en 1927, cuando tenía apenas 19 años de edad y una mujer parecida a un canto, como reza su biografía. “Los poetas surgen, la mayoría de las veces, al inicio o al final de una era”, decía Hölderlin, y con una diferencia de 8 años de publicación, cada uno en su siglo, en 2019 nacía el poemario La batalla de la vuelta de obligado de Melissa Olivares por Alastor Editores. Abra el libro como quien pela una fruta es la primera consigna al empezar a leer 5 metros de poemas de Oquendo de Amat como si intuyera que casi un siglo después Melissa publicaría-abriría como una fruta su primer poemario objeto completamente antagónico a su poesía (escritos entre los 18 y 21 años de edad) renovando ese hecho insólito en su tiempo e inédito en el nuestro.
¿El lenguaje está a la orden de la poeta o la poeta se sujeta al lenguaje, a su forma y a su tiempo? ¿Cuándo empieza esa tensión lenguaje-poeta o poeta-lenguaje? ¿Dónde comienza esa batalla-conflicto con el lenguaje (yo poético) y el mundo? “El hombre ve el mundo a través del lenguaje, pero no ve el lenguaje”, reflexiona Giorgio Agamben en La potencia del pensamiento, y acaso la poeta Melissa quiere ver el mundo a través de la poesía, pero no ve la poesía solamente. Ese no ver solamente la poesía tiende un puente hacia otras disciplinas y ejes interartísticos en La batalla… En el poema “Euides” se aprecia esa tensión con la duda de no saberse ‘con vos sin vos’ o ‘¡Quédate! ¡Vete!’, ese anunciar dos veces, como el axioma de Euclides donde dos puntos pueden trazarse en una recta que los une, pero esta vez termina desfigurándose y transponiéndose como saetas, vectores y aspas para dialogar con el otro, consigo misma, con ese saberse occidental: “Falta de ángulos/ Falta de perspectiva/ Hastío de ‘no sés’/ El rombo que se ve/ cuadrado/ y círculo/ y laberinto/ el coágulo arterial/ mal puesto/ Dolor geométrico”.
El caballo ha sido poetizado y renovado en nuestra tradición lírica peruana. Cuatro grandes ejemplos han sido González Prada con su poema “Los caballos blancos” publicado en su poemario Exóticas en 1911; José Santos Chocano y su poema epopéyico “Los caballos de los conquistadores”; Hildebrando Pérez Grande y su poema homónimo “Caballo bayo” donde anuncia Ay, mi torpe lenguaje caballuno y la poeta Ana Carolina Quiñonez Salpietro con su poemario Matacaballos en 2018, donde la poesía galopa su pasado familiar desde la figura simbólica equina. Los poetas evocan en su memoria al caballo, como antítesis o simbiosis, en su relación familiar o cotidiana y con figuras metafóricas disímiles a sus estilos, sensibilidad y época. A esta tradición temática contemporánea se suma y amplía con una posición antagónica el poema “Caballo bayo” de Melissa donde el significante c-a-b-a-l-l-o b-a-y-o supera al significado de lo que depara en nuestra imaginación. El poema y el nombre La batalla de la vuelta de obligado distan de lo que Eielson reflexionaba en 1955 ‘el mismo guiso lírico post-modernista dentro de la consabida marmita metafárica’.
Cuando leo y visualizo la poesía en La batalla… pienso en lo que decía Jean Cocteau: “los poetas no dibujan,/ desenredan su escritura/ y luego la vuelven a ordenar, pero diferente”, sentencia que dialoga con los versos del poema “Barroco”:
“¿qué golpes/ traen al acabarme?/ ¿Qué respiro/ extiende mis caderas/ hasta no tener poesía?/ Se dice que quien desdobla/ las palabras/ forma versos barrocos./ Se dice que quien estruja un bandoneón/ forma melancolías oscuras”.
La poeta nos revela, quizá, que la poesía pone a relieve nuestras brújulas frente al sentimiento de desconfianza, pesimismo y desengaño de la vida. El sentimiento de no sacralizarlo todo o nada.
Melissa es una poeta peruana nacida en 1989, debutó con un título poético que no tiene relación alguna con el hecho histórico de la batalla de la Vuelta de Obligado a orillas del río Paraná entre argentinos y escuadras anglo-francesas en 1845. En el título, como en el poema “Epicrisis”, la poeta nos obliga a pensar e ir de una mirada hacia otra mirada más:
“Incineren los juicios de valor/ acorralen las críticas expositivas/ Explicaciones vanas/ posturas vacuas/ Es la nada por la nada/ en la suma del todo/ en singular/ y en partículas/ Es el no pensar/ es el no hacer/ es la mirada detrás de la mirada”.
El territorio poético que va creando la poeta se respira una constante inconstante escaramuza de la vida. Ese pequeño, pero significativo conflicto de pertenencia entre una ciudad y otra, entre dos culturas Lima y Buenos Aires, entre el tú y vos. “¿Qué es esto si tus signos/ no lo conceptúan?”, se pregunta la poeta en el poema “Escaramuzas” y finaliza: “Regreso:/ no sé cuándo o cómo/ volver hechos a los versos/ Hoy no quería escribir/ Quítame el cinturón”.
En la poética de La batalla… uno siente que quiere abarcarlo todo, que quiere escribirlo todo. Nada es ajeno a la poesía: desde un personaje de ficción como Logan a Alexander McQueen o desde las más matemáticas y sus simbologías hasta la medicina, la lingüística o desde la pintura y el diseño. Todos toman su lugar como lanzas y divergen y convergen en un dialogo donde “A menudo la memoria/ se estabiliza con un verso”. La intuición poética también tiene su luz de acierto, de anticipativo:
“Vivimos en cuarentena/ vivimos con los excluidos/ que captan los tres minutos/ mientras mi lengua corre/ porque el poema es una parada/ de metro que no hay en mi ciudad”.
Solamente el tiempo nos dirá si la La batalla…, si la batalla de seguir escribiendo poesía en un mundo cada vez más en estado de alerta, seguirá abriéndose a nuevos lectores, retándolos e invitándolos a salir de toda zona de confort en lo finito: “El poema no será breve jamás/ tiene condición de infinito”.
Paulo Caffo
Diciembre de 2021, Barcelona
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[1] “insólitos de todos los tiempos e inéditos en su tiempo”, sentencia del poeta Antonio Lucas sobre Francisco de Quevedo.
*(Huánuco-Perú, 1987). Poeta. Ingeniero de Computación y Sistemas por la FIA-Universidad San Martín de Porres (Perú) y Executive MBA por la Universidad Pompeu Fabra Barcelona School of Management (España). Reside en Barcelona (España). Fue miembro asociado fundador y tallerista en la asociación cultural Sembrando lectores. Cosechando un mundo mejor desde el 2013 a 2018. Ha publicado su poesía en las revistas Estación Poesía, Lucerna, Canto General, Malón Malón y Delirium tremens, en los suplementos literarios Librescritura y Aspaviento (Huánuco), en la antología poética 12 Gramos (Trujillo). Obtuvo el Premio Diario Ahora (Huánuco, 2016). Colaboró en Librescritura. Mantiene inédito su primer poemario Luz o Sombra.
**(Lima-Perú, 1989). Poeta, escritora, literata y docente. Graduada en Literatura hispanoamericana por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú). Magíster en Estudios literarios y teatrales de la Universidad de Granada (España). Estudió Arte, Moda y Diseño textil en la Pontificia Universidad Católica del Perú y continúa la misma carrera en la Escuela Superior de Arte y Diseño Estación Diseño (España). Además, llevó cursos de literatura argentina y psicoanálisis en la Universidad de Buenos Aires, en el Centro Cultural Borges y en el Instituto Paulo Freire en Chacabuco (Argentina). En la actualidad, dirige el n.º6 de Ergo (Bilbao), cuya temática girará en torno a los estudios y creaciones interartísticos. Ha publicado en poesía La batalla de la vuelta de obligado (2019).