Poemas por Roy Sigüenza
Texto por Juan Domingo Aguilar
Crédito de la foto www.zendalibros.com
La sangre es una mano que cae.
11 poemas de Roy Sigüenza
Roy Sigüenza es un poeta y cronista nacido en Portovelo, Ecuador, en 1958. Es uno de los poetas más destacados de las últimas décadas en su país. Entre las temáticas recurrentes en su obra destacan el deseo masculino y el amor homosexual. Su primera obra fue el poemario Cabeza quemada (1990), en formato de plaquette. Sus primeras publicaciones contaron con tirajes reducidos. Ha publicado los libros de poemas Cabeza quemada (1990), Tabla de mareas (1998), Ocúpate de la noche (2000), La hierba del cielo (2002), Cuerpo ciego (2005), Cuatrocientos cuerpos (2009) y Apuntes de viaje a Nurdu. Su obra está recogida en las recopilaciones Abrazadero y otros lugares (2007), Manchas de agua (2016) y Habilidad con los caballos (2020). Su poema «Piratería», incluido originalmente en el poemario Tabla de mareas (1998), alcanzó gran popularidad en los círculos poéticos jóvenes de Ecuador. Un fragmento del mismo incluso fue elegido para dar nombre a la novela Caballo sea la noche (2019), del escritor español Alejandro Morellón. Sus poemas están incluidos en varias antologías –textuales y virtuales– de poesía ecuatoriana y latinoamericana. Ha sido traducido al inglés, portugués y catalán. En su faceta de cronista se ha dedicado al rescate de la historia de su ciudad natal.
Abrazadero
para Ángel P.
Los abrazos de los amantes
propician el verano y el invierno;
a ellos se debe que el agua vaya y vuelva,
que la luz esté ahí, sobre todo en las noches,
y sepamos que nada hemos perdido,
aunque lo hayamos perdido todo.
La poesía: un entredicho que se va aclarando
o se zambulle frente a la amenaza del silencio,
de espaldas a la transparencia que se rompe;
un tropiezo que blanquea el hueso de la voz
ante el bullicio de las máscaras que nos maltratan,
una forma de llegar a esa posibilidad
o también de perderla.
Caballos
Las patas de los caballos dan vueltas y vueltas
sobre el lodazal de la molienda vueltas y vueltas
como en mi cabeza tu ausencia.
Escondites
Los hoteles no permiten
parejas de hombres
enamorados en sus cuartos
(aunque presuman de heterosexualidad
el recepcionista siempre tiene sus dudas)
para ellos están las casas abandonadas,
el monte, los parques,
los asientos traseros de los cines,
los autobuses
(las luces apagadas)
hasta donde acude el amor,
los llama y los acoge.
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Nos conocimos en el parque de los héroes
la banca fue blanda para el amor.
Thriller
a Pier Paolo Pasolini.
Restos de fiebres duras: el rostro es un río
desaparecido,
una letra quemándose en un momento de
tranquilidad
El sueño pace como una vaca en la hierba azul
del mar
Aquí se corrompe un pájaro, cabalga un bello
asesino
La sangre es una mano que cae
No hay trescientos corazones que guarden
tanta respiración defectuosa
Como esa forma del amor que perece
cada vez que alguien
en alguna parte dice:
ámame libremente.
Como cuando uno escucha los fantasmas
contándose historias ya desaparecidas,
entre la maleza y el olvido de una casa en ruinas,
así escucho tu voz diciéndole cosas muertas a mi
voz: las de un largo amor destruido.
Rock de la fuga
La sombra del niño triste
se pasea por el pueblo
—qué lejos las alas,
qué distancia.
La miel del niño triste
se riega por el pueblo
—la madre y el diente,
la soga y el palo.
Las caricias van por el aire,
el amor por el suelo.
En el autobús
Como no podíamos decir
casi nada del amor
nos ocupamos en aprenderlo
con las manos.
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Piratería
Iré qué importa
Caballo sea la
noche.
Felicidad
Bebimos cerveza
de a poquito
(tomémosla como si fuera vino,
te propuse)
tú dijiste que la bosta de vaca
elevaba
(la fumamos)
estaba claro que los dos buscábamos
abandonar este mundo.