7 poemas de «Destrucción del tiempo» (2021), de Wilver Moreno Tineo

 

Por Wilver Moreno Tineo*

Crédito de la foto (izq.) Hanan Harawi Eds. /

(der.) www.sol-negro.blogspot.com

 

 

7 poemas de Destrucción del tiempo (2021),

de Wilver Moreno Tineo

 

 

Nocturnidad

 

La noche estira su negrura sobre los cuerpos, sobre los muñones que levantan sus dedos acusadores. La noche olvida sus motivos, su naturaleza, su crueldad intrínseca. La noche rodea a los cuerpos, los abraza para protegerlos de la luz del sol que abate con su claridad. Ella brinda su oscuridad desinteresadamente. Abajo, los mugidos de sus hijos ruegan por sus brazos, por un poco de su piel materna. Los muñones se retuercen, intentan vocalizar, intentan alzar sus ojos inexistentes, intentan sentir calor en su piel insensible. Ese rebaño hace un ruido sordo como de piedra caída dentro de un pozo profundo. La noche mira a sus hijos con piedad, con pasión, con inexpresable amor. “¿Qué puedo hacer para calmar a mis hijos?, ¿qué puedo hacer para aliviarlos?” Los alaridos ahora son menos audibles, más lejanos. La noche entonces olvida sus ruegos y se concentra en su majestuosidad, en su rotunda nocturnidad y prosigue su reinado.

 

 

 

Piedras olvidadas

 

La caída destroza la piel y el hueso muestra sus astillas libres. El grito en realidad no importa. Una carretera se abre a nuestros pies, se abre y se enciende con sangre hermosa, se humedece y coge vibración de infinito, de cielo y piedra confundidos en un instante como el inicio de una muerte.

 

―Pero el caminante debe continuar. Es tarde ya, el cielo está oscuro y el viento anuncia un cercano aguacero. Ya se sienten unas gotas de lluvia, y la piel se eriza por el frío―.

 

Ahora no podemos contener al cielo. Sus lágrimas nos fortalecen y nos salvan. El amor recorrido podrá contra todo misterio. Estas palabras mías no me pertenecen, solo dejan constancia de la imposibilidad de poder comprender los caminos que caen inevitables como la noche y el frío, y arrasan a los hombres como piedras olvidadas.

 

El poeta Wilver Moreno Tineo, leyendo

 

Elephant Man

 

Is true that my form is something odd,

But blaming me is blaming God

Joseph Merrick

 

Dentro de esta capa de piel y deformidad, creo, encerrado en el misterio. Soy la burla de Dios, la crueldad puesta en boca y en las piedras de los niños. Soy abominable y no importa sentirme puro y liviano como un ángel iluminado. Mi boca puede conmover a mis iguales y mi creatividad puede recrear palacios maravillosos como tocar toda pulpa de las estrellas. Mi carne es la evidencia de algún grave pecado que no recuerdo, pero lo asumo con humildad y contrición. He despertado varias veces viéndome ante un espejo, humano y jubiloso, siendo este sueño más fatídico que la peor de mis pesadillas. Soy maligno y aun así no quiero ofender a Dios con ningún tipo de rencor. Soy horrendo, pero no puedo cambiar. Solo soy el hombre que se muestra ante ustedes y juega a ser la bestia que anida en los corazones, la criatura que purifica sus defectos.

 

 

 

Universos diminutos

 

La muerte envenena los oscuros meandros del poema. Tus ojos se iluminan sobre las palabras marchitas, debajo de la piel del mar. Tengo pruebas sobre mi futura desaparición. No tengo argumentos, solo escribo y navego en este espacio con pequeños símbolos cargados de mentiras por doquier. Escribo o disparo sobre mí mismo. Soy el demonio que se oculta infantil de la vida que viene con el corazón clavado en las tinieblas. Aparición mítica sobre el vuelo lúbrico del hombre. Una sombra deforme envuelve tu cabeza y la despedaza hasta convertirla en gotas de universos diminutos, gotas de afiladas punzadas temporales. Ella viene desnuda y fría. Sería muy tonto dudar de su justicia. La imparcialidad final e inapelable. Conozco su cara, su vientre atrayente y fatal. Conozco su risa cortante, su seductor juego tramposo. La muerte envenena los oscuros meandros del poema.

 

 

 

Manatí de metal

 

No comienza el ruido a escapar de las manos. Un antiguo resoplido regresa al hombre de su sueño religioso. Un olor invade la cabina compartida. Una bestia perlada de rocío se hinca ante su majestad. Puedo contener sus cabellos en estas manos elevadas hacia el naciente. Hígado violeta devuelve el golpe como un manantial de dolor. No recuerdo el ruido del placer. No recuerdo tus piernas etéreas, solo la violencia nocturna. Coraza de emociones virginales escupe el fuego del centro de su vientre. No navegues, amanuense, en la superficie de su piel, agua dorada por caridad, sino sumérgete como un manatí de metal por el oscuro agujero de su recto. Invade la última frontera de su cuerpo que al final es también tu cuerpo. Levanta la nariz en la médula iniciática de la muerte. Metal brillante que vierte luz sobre el espacio dormido. Sobre la palabra desgarrada desenvuelve otra palabra húmeda y palpitante, aunque la derrota sea evidente.

 

 

Exnáufrago

 

El viajante desglosa las mandíbulas hacia los anillos helados del planeta. Un acordeón derrama lentamente el ocioso sonido del atardecer. Las palabras distorsionan la angustia, la convierten en trozos falsos sobre el papel. Una lágrima devora el rostro hirviente del navegante. Los dientes brillan en la oscuridad, en el plano umbrío de la seducción, del vacío gélido del cosmos. Toda la energía que empleo para verte es parte del juego. Todo sonido que escatimo es parte de la mecánica composición. Eres el viajero emprendedor de victorias incontables, el exnáufrago devorador de músculos palpitantes, el enemigo bestial de lo sensible, el animal suelto libre de humanidad. Sin embargo recuerdo el respirar dificultoso de tus pulmones y el ajetreo inútil de tu piel al sentir el mercurio del amanecer. El silencio nos rodea, el agua como la maldad misma sitia todas las piezas falsas de la imaginación y destruye de un solo golpe el papel donde escribes y yo desaparezco.

 

 

 

Agujero infinito

 

Dibujo con tu mano un gran agujero en el universo. La piel recubre el cuerpo de un reptil furioso. Es el papel donde se humedecen todas las pesadillas. Todo lo palpitante se desprende hacia el centro del infinito. Ahí yace el animal que respira, echado con la panza blanda hacia las cuatro direcciones artificiales. Ahí está el filo de la noche, del ruido y del dolor. El universo se contrae, se concentra en un solo punto. ¿Cuánta materia será necesaria para evitar el derrame inútil de la vida? No importa, lagartija epicúrea, sigue portando tu corazón como símbolo de lo más sagrado aunque tus bordes, el borde del papel, el borde del universo, el borde de tu conciencia, el borde del lenguaje solo sean un reflejo tímido, pero aún tibio, de un pasado que se disipa.

 

 

 

 

 

*(Ayacucho-Perú 1982). Poeta. Integró el grupo literario El Club de la Serpiente. En la actualidad, se desempeña como docente. Ha publicado en poesía Club de la Serpiente. Muestra Poética (libro grupal, 2007), La Imagen de las Palabras (libro grupal, 2009) y Del Alpe y del Ande. Reunión poética bilingüe de Alemania y Perú (libro grupal, 2015), Detritos (2009) y Destrucción del tiempo (2021).

 

 

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