Por Christian Anwandter*
Selección de poemas por Macarena Urzúa
Crédito de la foto (izq.) Ed. Pez espiral /
(der.) el autor
7+1 poemas de Dron (2021),
de Christian Anwandter
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:~ contranombre$
a.
Una nube cruza el cielo a punta de corrientes que se comunican. Se arrastra y compone un cuadro a distancia de espesor cambiante. El dron atraviesa provincias borrando a veces la visibilidad a medida que se desplaza. Tal vez se pierde gradualmente cuando el viento cambia y el paisaje de los habitantes se tiñe de distintos cielos. Su ala más densa es el sol agolpado en la altura. Los habitantes no ven el tráfico de drones en las nubes entre incontables provincias que los unen y separan. Son transiciones que predicen recorridos mientras los satélites hacen el seguimiento. Se cubre el silencio de un zumbido bajo tramas de agua. Lo que queda en la atmósfera es un muro que identifica enredaderas en el horizonte. En algún lugar un mapa en blanco señala su trayectoria. Atrapados en la identificación de lugares y personas, dependen de conciencias concentradas en la lejanía. No hay reacción en las nubes encajonándose entre los cerros de cordillera. El viento impulsa la nueva lluvia que desciende por las quebradas. Como un solo color en movimiento, cuya indiferencia mantiene en suspensión a los drones hasta que estalla un amarillo en remolino. Un estruendoso amanecer sobre cordilleras sin respuesta, peso inerte no se sabe dónde.
b.
Acordaron la instalación del sol para recalcar su resonancia con la vegetación de las elevaciones. Estaría en medio del patio central del Mall, junto al productor de niebla, luz fría y perseverante, igual que en verano secando la maleza en el tiempo sin nubes. Lámparas de frecuencia única, emitiendo unidas una forma esférica radiante, componen un paisaje que ilumina alrededores y casi no puede verse de frente. El efecto en las compras sería observado. Se esperaba la visita de nuevos clientes atraídos por el espacio, imperceptible a primera vista. La demora en entrar en razón puede tener impacto en su comportamiento al ver a otros clientes tumbados con sus bolsas de compras tomando sol. La grandeza natural visita el entorno del consumo y, a través de la cercanía con nuestro carácter mínimo, abre las puertas a lo que atrae en las vitrinas.
simulación de abandono
corro al niño que fui
a su casa de noche y escapamos a la boletería
le digo calma oye esperemos a que empiece la función
ya vienen las olas del mar cada vez más cerca más reales
otra vez casi mojan nuestros zapatos
los temblores son para cuidarnos le explico no cree
para subir y ver el horizonte le juro que volverá donde los papás
al barrio en que vivimos con sus amigos que aún no pierde
le muestro los ríos en que el agua ya no corre
las nubes ya no se forman en la línea invisible del aire
rozamos satélites que antes solo veíamos cruzando el cielo
estamos a una distancia en que el planeta aparece compacto
de ahí somos le digo riendo
empieza a preocuparse
le digo ahora tengo que partir
no llores por favor
esto es anterior a nuestra historia
habías sido siempre abandonado y nunca habías sido abandonado
ahora abandonas todo sin abandonar nada
actos de guerra
mi mano envenenada hace volar
la pantalla hacia un dolor desde arriba
tomo casas de adobe dispersas un río a punto de caerse
el poco cauce a través de la cuenca el horizonte
campos de hortalizas de nogales un filtro nítido
un botón conversa con los campesinos rociados de pesticida
no hay remedio para acercarse
lo contagioso ya está en los titulares con palabras tiesas
mis canales infectados
venas abandonadas
el volcamiento de un tractor en mi cabeza contusa
son prisioneros de sus manos
piden algo que no pueden decir
sus ojos cerrados no me dejan ver
pocas órdenes hacen avanzar al dron entre islas
cuando la tensión corre paralela entre los puentes
en contra
me piden la clave:
se abre la reja de mi barrio de infancia
congelado el zoom el fósforo en su piel ardiendo
no reconozco la cara de los niños del pasaje
la casa de la esquina ya no tiene ningún árbol
no es mi memoria en la pantalla
es el pasado de otras manos
sus pixeles borrados desmontan el techo
cargan ladrillos en un camión manejado por un guardia
el juego de la tarde se parece a la piedra
que el último en irse tira al cráter humeando
leyes aplicadas para ensordecer sus huesos
promesas estallan sobre un terreno eriazo
mientras se trazan los planos del centro comercial
nadie los recuerda cuando amanece
el guardia grita como loco al meterse en el túnel
se escapa en el camión hacia un lugar que no se alcanza
entre sombras de torres que apenas empiezan a emerger
nadie sufre en el proceso de seguir adelante
las centrales consumen lo que se acaba
un incendio que no quema se me prende en la mente
el humo asciende a la cima a un clic de distancia
me aturden las nubes desorientan mi vuelo
la prueba del sarín me hace soltar el control
se paraliza mi cuerpo junto a niños que duermen con los ojos abiertos
sonrío para siempre
esto no es un pensamiento
la idea cóncava del cráneo muestra su cara de nuevo
escena de las demasiadas veces
se abre y cierra el sistema
repite el orden
se pone rígido
más grande el contorno de su eco
antes me negaba a pensar algo propio
hoy solo tengo cámaras de vigilancia
me ponen a salvo
de mí mismo ideas que compré sin darme cuenta
sin señal
no los deja a sí mismos en el confinamiento
el reality no devuelve actores de su encierro
una nube desconoce obedecer propagamos trayectoria
se desentienden de moverse en nosotros ese yo por otro lado
separados los puntos de olvido las figuras más vendidas
me entrometo en el conjunto de lo nuestro que más venden
no se multiplican los olvidos de nosotros
no nos representan las palabras elegidas
hay otros que no entienden lo mismo de lo mismo sin cortes desde adentro
forzando una pregunta de escape se separa y nos exige una corteza
el programa de espacios la libertad alrededor que diseña
mientras gastan huellas la pérdida relativiza nosotros
al ver en horizontes productos nuevos
muros interpuestos en el viento sin ranuras
se concentran en personas como yo a promesas de abandono que a mí nunca
en el plano yo vibro diminuta la espesura con que irrumpen
saturada conocen con los mapas trazamos yo perdí
lejos de cualquier instante van entrando su forma de comunicar
en el río nosotros empujamos hacia un innecesario no la expectativa
en la huelga no completa es imposible que nosotros en aborto
abandono carecemos compartido, con cuidado en nosotros algo
pierden variación vacía lluvia postura de los ojos en el aire
la felicidad tocando cruza agujereado hacerse cargo
amor consiste nosotros retenemos eso falta se abre paso
ocio hábil
lengua afuera gracias el cambio
libertad del hueso entre sus dientes
a tus pies hijo que mira jugar en el parque sus patas mojadas
les digo no se ensucien amigo de dónde nos conocemos
gaviotas a la par sobre el lago zumbido que marea
relucen cincuenta a nado hacia otra orilla
tienen que tomarse el edificio agarrar de lo que
pasear la avenida de juguetes repuestos agotados con sus hijos antes de hundirse
no quiso venir de tanto tiempo lejos
trabajaba que tener saliendo después de tanto libre
hacer que tenías dijiste que era
el margen de la cortina hacia la calle que niños corriendo
pegados al vidrio
y quedaban mirando por ella trabajar que tenías se fueron gritando
trabajar que se va
trabajar que se va
mirándolos perderse entre calles ni siquiera
lo que tienes ni de qué viviremos a partir
*(Santiago de Chile-Chile, 1981). Poeta. Se desempeña como profesor del departamento de Literatura de la Facultad de Artes Liberales en la Universidad Adolfo Ibáñez (Chile). Ha publicado en poesía Para un cuerpo perdido (2008), Colores descomunales (2012) y Dron (2021). Y Aquí vivía yo (junto a Laura Petrecca, 2015).