Carta abierta a César Antonio Molina

 

Por Pedro Casusol

Crédito de la foto www.elcomercio.pe

 

 

Carta abierta a César Antonio Molina

 

 

Hola César Antonio,

 

Dices que no me conoces y que no me has leído, pero no te creo. Hace unas semanas le escribí a César Yárnoz, Defensor del Lector del diario El País, y leí tu respuesta en la página web en donde dices que nunca me has leído, y que lo que escribiste en tu artículo “La Lima de Allen Ginsberg” nada tenía que ver conmigo, que todo lo que escribiste lo sacaste de tus “conversaciones con intelectuales de primer orden”, lo que me dejó muy inquieto, porque a mí la investigación me tomó años. Rayos, cómo no tuve la suerte de conversar un par de veces con intelectuales de primer orden.

Como sabes, yo postulo que aquello que escribiste en la sección “Viajes” del diario El País (http://bit.ly/3lm0waO) constituye un saqueo evidente de lo que es mi ensayo “Visiones divinas” (http://bit.ly/3rTvz0f). Entiendo que querías escribir algo sobre el tema y todo bien, puedes usar mi información. Pero no te pases pues, con la cantidad de datos que sacaste de ahí, mínimo debías citar la fuente.

Pero eso es exactamente lo que no has hecho, César. 

Paso a detallar punto por punto en dónde radica el uso y abuso de mi investigación, que, como ya dije, me tomó años (y no algunas conversaciones). 

Al inicio del texto detallas la manera en la que Allen Ginsberg llegó a Lima: 

“En Perú entró a través de Cuzco. Visitó Machu Picchu, donde residió varios días en una choza que le facilitó uno de los guardas.”

 

Desde el inicio ya estás haciendo uso de información que yo obtuve por mis propios medios. Mi texto dice:

“Ansioso por conocer las ruinas incas partió a Machu Picchu, donde un vigilante le ofreció sitio en su casa.”

 

No habría ningún problema, si no fuera porque a lo largo del texto encuentro copy paste como el siguiente:

“Cuando llegó a la ciudad acababa de publicar Aullido, siendo acusado de obscenidad; y Kaddish, letanía de amor a su madre Naomi, muerta en un hospital psiquiátrico.”

 

Y mi texto dice: 

“…Allen Ginsberg, quien acababa de publicar Howl, poema que le había costado un juicio por obscenidad, y escrito Kaddish, larga letanía de amor a su madre, Naomi, que había muerto en un psiquiátrico pocos años atrás.”

 

Ahora uno podría decir que, bueno, se trata de un hecho biográfico concreto, pero es la construcción de la oración la que me hace sentir que mi texto ha sido víctima de un saqueo. Ya en este punto es obvio que has leído mi texto y has decidido usarlo de base. Pero al menos te habrías podido tomar la molestia de hacer un poco menos de copy paste o, por último, hacer uno de la cita textual. Pero aun así sigues:

“Jorge Capriata, un joven estudiante de Derecho, acudía al aeropuerto de Tingo María para realizar un encargo: recoger una botella de ayahuasca para entregársela a Ginsberg, a quien no conocía. El escritor Peter Matthiessen regresaba de la selva peruana, donde había estado trabajando en cuestiones botánicas, y le entregaba una botella de whisky Dimple repleta de ese alucinógeno.”

 

Y mi texto, publicado en 2013 por la revista Caretas y en la European Beats Studies Network, dice:

“Por aquellos días, un estudiante de la Católica recibía en el aeropuerto de Tingo María un azaroso encargo. Jorge Capriata tenía que entregar una botella de whisky Dimple repleta de Ayahuasca.”

 

Uno podría decir, bueno, ha leído el texto «Dos encuentros con Allen Ginsberg», firmado por Capriata allá por 1995 en la revista Hueso Húmero, pero el diablo está en los detalles: mi texto es el único que revela la marca de la botella de whisky que le entregó a Ginsberg

En seguida, escribes:

“Ya de regreso a la ciudad, Capriata logró saber la dirección del poeta a través del librero Juan Mejía Baca y de Salazar Bondy. La lectura poética de Ginsberg se celebró el 12 de mayo de 1960 en el IAC. Comenzó recitando The Red Wheelbarrow, de William Carlos Williams. La sala era acogedora y diminuta, y estaba llena de jóvenes. Entre ellos Capriata, que, al final, se le acercó, le entregó la botella y quedaron en verse días después. Ginsberg comentó en su sonada intervención que acababa de llegar del hospital donde había ido a quemar sus almorranas “porque soy maricón”.”

 

Esta parte es íntegramente producto de mi investigación:

“Lo logró ubicar gracias a los buenos auspicios de Juan Mejía Baca, gestor cultural de la época, cuya librería era punto de encuentro de los intelectuales. Fue en la cálida y diminuta sala del Instituto de Arte Contemporáneo (IAC), en la calle Ocoña, donde se presentó Ginsberg el 12 de mayo de 1960. Carlos Eduardo Zavaleta lo recordaba “barbudo, bajo, de voz gritona y ojos humosos”, mientras Capriata lo describe “con voz llana y sin afectación” mientras recitaba The Red Wheelbarrow, de William C. Williams. Acabada la presentación, Capriata cumplió con entregar la botella, cubierta por una bolsa de papel.”

 

El dato de que dijo que le habían quemado las almorranas porque era “maricón”, es producto de largas entrevistas que le hice a Raquel Jodorowsky. Mi texto dice:

“La leyenda cuenta que inició el recital del IAC comentando: ‘Acabo de llegar del hospital donde me he ido a quemar las almorranas, porque soy maricón’.”

 

No me centraré en toda la parte en la que te refieres al encuentro con Martín Adán porque, como bien dice el amigo Víctor Ruíz, bien podrías haber leído el texto firmado por Capriata. Aunque no lo creo, voy a darte el beneficio de la duda.

En la segunda mitad del artículo, terminas de saquear la investigación que tanto esfuerzo me demandó:

“Dos de esos jóvenes fueron Raquel Jodorowsky y Walter Curonisy. Raquel, descendiente de judíos ucranianos como el propio Ginsberg, se dedicaba al teatro y a las marionetas. Hicieron buena amistad. Ella le dedicó ‘Oda a Allen Ginsberg’, incluida en su libro de poemas Caramelo de sal. Walter Curonisy (1941-2012), más joven que todos ellos, poeta y actor, ayudó a Ginsberg a conocer Lima. Ginsberg le pidió que lo llevara al lugar más sucio y asqueroso de la ciudad, y este lo acercó al Montón, el gran basurero de Lima. En el poema Eter cita a esta pareja de amigos en los versos finales: “en este Infierno de Nacimiento & Muerte / me acerco a los 34 — súbitamente me sentí / viejo— sentado con Walter & Raquel en un Restaurante / Chino —se besaron— —yo solo— la edad de Burroughs / cuando nos encontramos por primera vez”. Firmado en el hotel Comercio el 28 de mayo de 1960, Eter es un largo poema centrado en la búsqueda de este líquido por las farmacias del casco histórico limeño, además de reflejar los encuentros con sus nuevos amigos. Los últimos poemas de Reality Sandwiches están dedicados a “narrar” su estancia en la ciudad. Los anteriores hablan de Nueva York, Cuba o México.»

 

Toda esta parte es un entresijo de mi ensayo, que dice:

“Se la presentó Salazar Bondy, quien consideró que podría haber afinidad entre ambos. Raquel Jodorowsky era chilena, llevaba una década viviendo en Lima y representaba cierta sensibilidad poética. En medio de la escena cultural limeña, ella era una guapa mujer de la misma edad de Ginsberg, portadora de la bandera del desenfado y la extroversión. Por aquella época, Jodorowsky se ganaba la vida haciendo funciones de títeres para teatro y televisión junto a un jovencísimo Walter Curonisy. (…) Un día, Allen preguntó si había un lugar en Lima donde pudiera comer cocina europea, a lo que Raquel se ofreció a preparar borscht. Aquel sería el detonante. Se dieron cuenta de la similitud de sus vidas, así como de sus raíces en común. Tanto él como ella eran descendientes de inmigrantes judíos ucranianos y, al menos en la leyenda personal de Raquel, la familia de Allen y la suya debieron haberse conocido en el barco que los sacó de Rusia a inicios del siglo XX. (…) En su poema Oda a Allen Ginsberg, Raquel cuenta que pisaron las basuras de la calle Capón “cantando canciones en ruso”. (…) A su paso por Lima, Ginsberg alucinó con éter. Su intención era describir la experiencia en un poema que más tarde sería publicado en el libro Reality Sandwiches. Walter Curonisy recuerda en su Poema a Allen Ginsberg que el beatnik lo llevó a su cuarto “a mirar el reloj / de la estación con éter”, mientras Raquel, en su oda, cuenta que le dio a oler algodones “prometiéndome que vería a Dios y no lo vi”. (…) Los poemas de Walter y Raquel coinciden a su vez con el de Allen, que en una de sus páginas pregunta: “¿Qué puede ser posible / en un universo menor / en el que se puede ver / a Dios oliendo el / gas en un algodón?”. (…) Al final de Aether, Ginsberg parece resignarse al paso del tiempo: “en este infierno de Nacimiento & Muerte / me acerco a los 34––súbitamente me sentí / viejo”, al mismo tiempo que comprende la soledad de su existencia: “sentado con Walter & Raquel en un Restaurante Chino––se besaron––yo solo”. (…) Curonisy afirma, desde Marruecos, que después de esa noche Ginsberg le pidió que lo ayudara a conocer Lima. “Con un reflejo muy negativo lo conduje hasta el Montón [el basurero de la ciudad]”, señala. Y en su poema refiere: “vimos cómo engordaban a los cerdos / y las peleas de las bandas por un pedazo de vidrio”.»

 

En la parte en la que aparece el periodista Alfonso La Torre, parece que te cansaste de hacer tanto copy paste y te resignaste a resumir una parte particularmente extensa de mi investigación (una crónica de ALAT rescatada en mi ensayo) y te limitaste a escribir lo siguiente, que ya está casi por gusto en realidad:

“Alfonso de la Torre, uno de los más famosos periodistas de aquellos años y crítico teatral, le entrevistó para la revista Cultura Peruana. Allen Ginsberg, entre otras muchas cosas llamativas, le dijo: “Las sucias manos de la sociedad no pueden tocar mi alma”. Y que le hacía mucha gracia que, sobre todo en el campo andino y en la selva, lo confundieran con Fidel Castro. “¡Por favor! No existe poesía política. La poesía surge del alma, y la política nunca alcanza allí. La poesía no puede usarse como propaganda”, respondía cuando le preguntaban sobre la poesía social.”

 

Voy a contrastarlo con fragmentos de esta escena, porque en mi ensayo constituye un espacio bastante largo:

“…el periodista Alfonso La Torre encontró a Ginsberg en el Hotel Comercio, semidesnudo, arremolinado entre las sábanas y fumando un cigarro Inca Nacional. La Torre había sido comisionado por la revista Cultura Peruana para entrevistar a Ginsberg, y lo que encontró fue un poeta con espíritu obrero. (…) Después de un insulso desayuno, té con limón y bizcochos, Ginsberg lanza la siguiente frase: “como la sociedad no puede tocar con sus sucias manos mi alma, no hay peligro de que la aniquile”.»

 

Y también: 

“– Escribe usted poesía política? –Vuelve a la carga el periodista.
– ¡Por favor! No existe poesía política. La poesía surge del alma, y la política nunca alcanza allí. La poesía no puede usarse como propaganda. Aún cuando sale de lo hondo, como en Neruda, es siempre una especie de hipocresía, una variedad de egoísmo, que pretende imponer una regla determinada a los demás.”

 

Casi al final del texto, escribes:

“De su experiencia con la ayahuasca y del encuentro con algún chamán escribió Magic Psalm y The Reply. Ginsberg llevaba un pequeño cuadernillo con forro marrón, cuyas páginas estaban llenas de una escritura menuda y apretada que se mezclaba con dibujos. En esa libreta, su propietario hizo sus apuntes sobre el ayahuasca, que más tarde serían publicados en el libro The Yage Letters como parte de su correspondencia con Burroughs.”

 

Aquí están resumidos dos párrafos de mi ensayo:

“Se trata de un pequeño cuadernillo con forro marrón, cuyas páginas están llenas de “una escritura menuda y apretada” y dibujos “tan esquemáticos como los de un pupilo de kindergarten”. Es ahí, en esa misma libreta, donde Allen Ginsberg hará sus apuntes sobre el Ayahuasca, que más tarde serán publicados en el libro The Yage Letters como parte de su correspondencia con William S. Burroughs.»

 

Y también:

“De sus viajes con Ayahuasca, que repitió con frecuencia hasta el 24 de junio de 1960, Ginsberg escribió los poemas Magic Psalm y The Reply, los más logrados en transmitir sus vuelos metafísicos.”

 

Fue realmente triste escribirle a Yárnoz y que él responda que “ante hechos que han sido narrados o publicados en diversos lugares a lo largo de los años, solo puede ser plagio algo que está copiado literalmente o algo que se demuestre que, con anterioridad, se publicó en exclusiva en algún lugar y nunca más ha vuelto a ser mencionado en otro lugar”. Pues eso es exactamente lo que has hecho con mi ensayo: en ninguna otra parte se había escrito antes sobre Raquel y Walter y su relación con Allen Ginsberg.

Y fue más triste todavía constatar que el diario El País forma parte de algo llamado The Trust Project, pero al mismo tiempo avala un comportamiento como el tuyo. Tal vez se deba a que has sido Ministro de Cultura durante el gobierno de Rodríguez Zapatero o a que dirigiste el Instituto Cervantes. Pero no lo creo, estoy pensando mal.

El propio diario español dice lo siguiente:

Verificación de hechos y fuentes

Las informaciones de que dispone un periodista sólo pueden ser obtenidas por tres vías: su presencia en el lugar de los hechos, la narración por una tercera persona o el manejo de un documento. El lector tiene derecho a conocer cuál de las tres posibilidades se corresponde con la noticia que está leyendo. Para ello, se citará siempre una fuente cuando el periodista no haya estado presente en la acción que transmite. Si la información procede de una sola persona, se hablará de ‘fuente’ en singular.

 

Dicen que la imitación es la más sincera forma de halago, pero me parece que eso no se cumple entre tú y yo.

 

Atentamente,

 

Pedro

 

 

A continuación, los pantallazos al detalle revelador de la referencia a la marca de la botella de whisky Dimple:

 

Fragmento del ensayo «Visiones divinas» de Pedro Casusol, publicado en 2013 por la revista peruana «Caretas» y en la web European Beats Studies Network.

 

 

 

 

Fragmento del artículo periodístico “La Lima de Allen Ginsberg” publicado en 2021 en el diario «El País» (España) de César Antonio Molina

 

 

 

Desde Vallejo & Co. nos solidarizamos con Pedro Casusol, colaborador de nuestra revista, ante los hechos que con minuciosidad y contundencia describe en esta carta. En ese sentido, las expresiones vertidas son responsabilidad del mismo.

 

 

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