Nota por Blanca Morel
Poema por Francisco Layna Ranz*
Crédito de la foto www.revistatarantula.com
Aproximaciones sobre un poema-pez de Paco Layna
En el discurso un devenir-pez surca el lenguaje, pero no quiere adentrarse, dice el poema. Construir el mundo a partir de lo que ya no está ordenado pues la sucesión temporal es un espejismo y vivimos en el estado de la pura enajenación, y es la realidad lo imaginario porque la Realidad es inalcanzable. Todo se mezcla y todo es posible en el puzle de la mente y el poema que son análogos. Haces una creación muy cabal de la vida troceada, eso que llaman “recuerdos” y que son una serie de piezas descoyuntadas de algo que ya no existe sino como mutación. En devenir-pez, como un dirigible, navegas por el lenguaje en la deriva del mundo de los recuerdos o del mundo mutilado de los recuerdos. El hombre-pez mantiene la calma en su lejanía, ¡oh la familia, cómo olvidarla!
Obviamente no es aleatoria la elección de la letra h para incluirla en el discurso, letra del silencio, de lo que no se dice, no puede decirse o no quiere decirse. Pero también es la letra más mágica pues su presencia es poderosa, la letra h es una letra de carácter porque destaca entre sus compañeras decibles. Además, está su forma de escalera, de peldaño o de puente si está escrita en letra capital o de silla si está escrita en minúscula. La letra h tiene una arquitectura noble y práctica. Lo que le sucede al pez, mudo de nacimiento, es lo que le sucede a la h: el pez es al reino animal lo que la h es a la fonología. No sé por qué me viene a colación al leer este poema el diván psicoanalítico, la constelación familiar que se muestra tendría la culpa de esta resonancia. Y no quiere adentrarse, dice tu devenir-poema, el pez desea quedarse en la superficie, pero no va a poder, de hecho, el poema ha sido escrito. La h está presente en la palabra hundimiento, en la palabra hoy y ahora, en la palabra hilo. El pez se hunde.
No sabes cómo entiendo ciertos versos de este poema, en particular el que dice “En aquel cementerio todas las lápidas tienen el mismo nombre”, solo que aquel cementerio para mí es el único cementerio que existe. Y por esto creo que es odioso que las calles, las plazas y los parques lleven el nombre de los muertos.
1 poema de Oración en 17 años (inédito)
Los detalles del pez
1
No quiero adentrarme.
Es agradable seguir fuera y borrar lo que tenga que ver con la aspiración. No hablo de la desobediencia de la letra “h”.
No quiere ser muda, nunca quiere ser intercalada, nunca por imposible se ve en final de palabra. No se conforma, pero es inútil. Sucede y casi nadie se percata.
Escuché en la calle que alguien decía: no me interesan los kilómetros.
¿Qué quiso decir? ¿La distancia incurre en exageración cuando se sufre?
¿O te adoro y es un capricho de la edad eso que llaman espíritu, cautela, ayuda?
Mientras estemos vivos los detalles siguen siendo importantes. ¿O no crees que una buena pronunciación ayuda en los trámites?
Mañana, a estas horas, en Amsterdam compraré lo necesario.
Conmigo vienen Marta y Elia. Leo en el libro que las dos son conclusión y no causa.
Algo parecido suele ocurrir con la lluvia, excepto en caso de catástrofe.
Todo cuanto allí suceda será en mi beneficio.
Sucederán al mismo tiempo las ganas de llorar y las ganas de cambiar de nombre, hasta que se forme algo parecido al barro. A veces creo que se trata de la misma cosa.
La costumbre dice que alguien demanda sencillez porque el relato es en exceso una miniatura.
Jamás pretendo que el sentido atraviese como si fuera indulgencia, pero arriesgo y declaro que me causa horror convertir el beso en separación.
¡Qué pobreza, insisto, hablar de la familia porque ya no queden olas o se las hayan llevado muy lejos! ¿Más claro ahora? ¿Mejor?
Sí da la impresión que al final todo se reduce a una cuestión de distancias. Esta es una gran idea.
Dadas las circunstancias se reinicia el relato sin saber dónde y cuándo.
Estarás conmigo en que siempre nos preocupamos de la continuación. ¿Por qué no hablar de su contrario? Continuar es tarea pendiente. No tiene mayor mérito.
Pocos son los que se manejan bien ante lo que les es negado. El sabor en las encías, se lamenta la vieja. También vale la axila que se abre y poco a poco se llama Islandia, agua que se sabe agua, Natalia.
Nadie lo mira y un hombre enciende una cerilla de fósforo. Es un gesto atávico. Se trata tan solo de pulsar: la cámara de fotos, la máquina de escribir, el teléfono. Un dedo y algo sucede: el francotirador acierta en la frente iluminada por la frágil llama.
Aunque también dos mujeres pasean bajo el mismo paraguas y en sus zapatos no cabe mayor belleza. Cada charco que pisan se transforma en una sábana gaseosa. Ovidio Nasón se hubiera dado cuenta.
Yo tampoco quiero ser la letra final de una palabra. Mi mudez no es gramaticalmente perfecta, y el cuerpo que soy, es y será papel carbón. Otro atavismo.
Tan solo un golpe de gracia y los antepasados vuelven a maquillarse.
Una de mis abuelas era de baja estatura. La otra muy alta. No se gustaron, pero se preguntaban por sus cosas y usaban la misma colonia.
Eso hacía difícil diferenciarlas. Yo jugaba a intercambiar partes de sus cuerpos y las convertía en tren y en bodegones del XVII flamenco. Perdices, cebollas y ramos de escobas. La luz, claro, adornada de perlas.
¿No era señal de pobreza traer a colación la familia?
Publio Ovidio Nasón era el mayor experto en los cuerpos nuevos.
Otra vez un chasquido de dedos y el zepelín se remonta sobre las fábricas abandonadas. Los fotógrafos municipales pulsan el disparador.
Domingo por la mañana a pesar de que las fotos digan lo contrario.
Así transcurre mucho tiempo y entre una semana y otra apenas hay cabida.
Por eso acumular no conduce a nada, a lo sumo un permiso especial sin saber muy bien el significado y alcance.
El propietario de la tabaquería le ha dicho adiós con la mano, el universo sin prototipo ni esperanza, pero clava una sonrisa en el hombre que se despide.
Yo también estuve ahí, esperando gesto, respuesta, algo que diera a mi vida forma o procedimiento.
Hay quien reconoce que disfruta el discurso de un pájaro sobre un tendido eléctrico… ¿Es envidiable o es indicio de muerte?
En mi caso es bastante más complicado porque no acepto que las palabras remitan a la paciencia o a la salud.
Me desespera la calma de los ancianos.
2
Quizá si escribiera una carta a mis padres…
Están muertos y sabrán entender todo lo que no cuento.
Esa es mi propuesta: convertir lo inexpresado en la única categoría de verdad.
Es algo más seguro que confiar en el placer y en las buenas intenciones.
Porque en el último momento dos hombres se encuentran y cada uno reconoce en la mirada del otro que ellos leyeron desnudos.
El mayor admite que una vez llamó caballo mortal al pecho de una mujer.
Les causa tristeza. No aprenden nada y deciden intercambiarse los abrigos.
Observo la escena, hago del pormenor una molécula que se muere.
Las cosas se están marchando y yo siento una mezcla de vergüenza y pelusa caliente en los ojos.
Me pregunto si es el momento de encender la cerilla.
Supongo que ahora todo el mundo entenderá que no quiera adentrarme.
¿Por qué cuento esto? Porque son las doce y veintinueve y no es secreto que Natalia es nombre de axila recién surcada, excepto en caso de catástrofe.
Para evitar malas lecturas es recomendable algún detalle:
Uno: discutir a carcajadas es una trampa para liebres que saben correr de espaldas.
Mary Ruefle se desnuda para mí y yo doblo y guardo su ropa en un armario de Manila, colonial.
Le suplico que no se saque los pendientes eduardianos, pero abandona la habitación
y es entonces cuando veo correr de espaldas a la liebre. Alguien me nombra y yo cuido que no se acerque.
Dos. En aquel cementerio todas las lápidas tienen el mismo nombre. Un joven se resiste y muere en los ojos del cuervo que vigila. Es fundamental que la eternidad sea siempre la misma.
Tres. Por la noche la mujer llena de azúcar sus zapatos. Canta en portugués. Después de todo, tener miedo es tan probable como cualquier alimento.
Con estos tres ejemplos se pretende demostrar que en la lujuria las ideas sirven de poco.
Cuando llegue a tus manos, la impaciencia y el error florecerán en el estiércol. Fin.
*(Madrid-España, 1958). Poeta, editor, crítico literario. Doctor por la Universidad Complutense de Madrid (España). Se desempeña como profesor en universidades en España y los EE. UU. Es Codirector de la revista eHumanista/Cervantes de la Universidad de California (EE. UU.) (www.ehumanista.ucsb.edu/cervantes) y director editorial de Ay del seis (www.trifaldi.com/17-ay-del-seis-poesia). Ha publicado sobre literatura medieval, del Siglo de Oro y de Cervantes La disputa burlesca. Origen y trayectoria (1995), La eficacia del fracaso. Representaciones culturales en la Segunda Parte del Quijote (2005) y USA Cervantes. 39 cervantistas en los Estados Unidos (2009); y, en la actualidad, termina un ensayo sobre las lecturas políticas de la obra de Cervantes de 1880 a 1975, así como otro dedicado a la escritora y diputada española Matilde de la Torre. Ha publicado en poesía Y una sospecha, como un dedo (2016), Espíritu, hueso animal (2017) y Tierra impar (2018). Oración en 17 años, libro del que forma parte este poema, saldrá a finales del 2019.