Por Augusto Munaro
Crédito de la foto (izq.) Ed. El Jardín de las Delicias /
(der.) www.patriciatenorio.com.br
La pérdida de la inocencia.
“La obra nace de la necesidad de acercarse a una verdad”,
entrevista a Marta Braier
El río secreto (2016), de Marta Braier consolida un libro único en densidad lírica y maestría formal. La voz de un pasado se hace presente en una escritura atemporal. La pulsión imperecedera de la memoria que dista en agotarse. El arte de la ficción en constante expansión. Con El río secreto, Braier continúa desarrollando una de las obras más singulares de la poesía argentina. Un río de voces que entreteje lo que fue, es y será, en una escritura atenta a la musicalidad del mundo. “El oído, siempre el oído”, como afirma Braier en esta nota.
Entrevista
Augusto Munaro [AM]: Marta, ¿qué voces trae este río secreto?
Marta Braier [MB]: Este río secreto es efectivamente un río de voces. Puedo decir que, en su génesis, escuché una voz ligada a mi infancia y adolescencia. Y el discurso se compuso, en parte, con el registro de la oralidad de mi provincia, Tucumán. Cuando se vendió la casa familiar, percibí algo así como un mandato y un tono, como si la Casa me pidiera testimonio. Uno quiere retener un brillo, conferir presencia a algo que fue, darle sentido. En la obra confluyen las voces de las empleadas domésticas, de la familia, de los vecinos, una voz que monologa con mucha presencia, una voz en clave de grotesco y otra que se desdobla fuera de la historia, observa y acompaña.
En este sentido, esta polifonía, acusa la influencia de la cineasta salteña Lucrecia Martel, donde el murmullo social, el “qué dirán”, ocupa un lugar esencial. La voz que se desdobla es esencialmente lírica y alterna con los fragmentos poético-narrativos, descomprimiendo cierto dramatismo en el avance de la historia: corazón corazoncito.//… abejorro, abejorro/ tan lejos por un instante. Actúa como contrapeso musical, sublima, cambia el tono, se solidariza con la protagonista, como el coro griego, tan ligado al emocionado sentir de lo que ocurre en escena o en la subjetividad del espectador. Los trágicos griegos estuvieron en los albores de mi formación en la carrera de Letras y vienen a mí en los procesos creativos, como afluentes ineludibles. El monólogo en primera persona —una voz inocente, interrogante y ávida—, es caótico y visceral; porque lo que se cuenta son secretos largamente guardados y por eso la protagonista se expresa desde un lugar muy hondo. En los cortes del discurso, intento expresar los miedos y el ansia de esa época de la vida, en un sustrato de una sociedad pacata e hipócrita, que condena el deseo.
[AM]: ¿Pensás que exista una explicación lógica de por qué los rincones de la casa de la
infancia, de la adolescencia, por ejemplo, han cristalizado en materia poética?
[MB]: Es buena tu pregunta, Augusto. La Casa es testigo de la historia que cuento. La nouvelle transcurre en el ámbito de esas paredes, de esos rincones, en las habitaciones, en el consultorio del padre, en el jardín. Tan importante es la Casa que hay algunos fragmentos en donde me detengo a describirla en detalle. Esto fue arduo; pero necesité hacerlo: evocarla hasta la obsesión descriptiva. Saer, novelista que admiro, habla de la materia poética como “astillas de experiencia”. Dice también: “La infancia, esa lluvia de la que nunca nos secamos”. Me identifico con sus palabras. Hay una añoranza de la plenitud del instante como se vive en la infancia y adolescencia, única etapa de la vida en que presente, pasado y futuro se unen. Esa intensidad del instante cristalizó en los fragmentos-escenas del libro y la añoranza llevó a la necesidad de recuperación de ese pasado personal, en el ámbito físico donde verdaderamente ocurre lo que se cuenta. La Casa es soporte de los avatares de la adolescente, testigo de una profunda y desnuda intimidad: el lugar de los sucesos del alma y del cuerpo, el lugar de las voces de las mujeres. Vigía silencioso y cómplice. La parra es refugio, escondite; y también el patio español o el angosto pasillo que lleva a la ventana del consultorio. Un todo que encierra, perturba, desordena; o hace nacer la curiosidad.
Hay una novela muy hermosa de Mujica Láinez, La Casa (1954), que es parte de una trilogía. Allí, la narración la hace la misma casa en primera persona, mientras la están demoliendo. Esa novela la leí de muy joven y me impactó. Y la tuve presente cuando escribí este libro: El río secreto.
[AM]: Sería interesante nos contaras el modo de estructurar el libro, esa forma particular donde las voces de los personajes crean una trama lírica compleja.
[MB]: El libro se fue haciendo en fragmentos, fulguraciones de la memoria, escenas intensas que después reuní; y me sorprendí al constatar que había creado un cosmos alrededor de una trama. Lo que me guió en la estructuración fue esencialmente la música. El orden secuencial en la presentación de los acontecimientos —a modo de rompecabezas— surgió de un imperativo musical: un ritmo atemperado introductorio que va in crescendo hasta un punto en que lo dramático domina la acción, hasta llegar a una fricción o quiebre, enunciación en clave de ironía más un relato interpolado; para concluir en un tempo nuevamente lineal, como resurrección o salvación de la protagonista de la nouvelle.
[AM]: ¿Qué rol juega la memoria en tu propuesta poética?
[MB]: La memoria es todo en esta obra. Los fragmentos vienen de la mano del recuerdo. “El pasado está siendo siempre”, dijo William Faulkner. A la hora de crear, la memoria fue un disparador. Escribir nos ayuda a entender lo vivido con una mirada abarcadora; hay mucho de reparo en el acto poético. La obra nace de la necesidad de acercarse a una verdad.
[AM]: El río secreto, por momentos se deja leer como una verdadera novela. Sobre todo, por las descripciones minuciosas de ciertos pasajes relacionados a la casa, esa casa de doble planta con vista al Cerro Aconquija. También el libro cuenta con personajes distinguibles y bien definidos; una trama en torno a la pérdida de la inocencia… ¿Te interesa el género narrativo, pensás que tu poesía cuenta con una cuota alta de narratividad?, ¿por qué?
[MB]: Hace rato que leo autores que trabajan el cruce de géneros. Arnaldo Calveyra y Juan José Saer, son referentes importantes; en realidad, siempre abrevé mucho en la narrativa, para escribir mi poesía: Marguerite Duras, Clarice Lispector, Felisberto Hernández. Me interesa contar poéticamente como Saer y la percepción de los hechos, la apreciación del mundo a través de los sentidos de Arnaldo Calveyra: el murmullo, lo quedo, lo oculto, lo vedado. Ambos trabajan una narratividad poética o una poeticidad narrativa. El deslizamiento hacia lo narrativo fue natural en mí. Y en el libro, yo diría que hay una alternancia entre pasajes decididamente narrativos y otros líricos.
Es verdad que cuando me presenté al Concurso Municipal en 2011, dudé con respecto al género a concursar; pero finalmente obtuve el primer premio en Poesía Inédita. Me gusta tu definición de una trama en torno a la pérdida de la inocencia. Es así, Augusto. El epígrafe inicial del escultor rumano, Constantin Brancusi, apunta a un deseo de plenitud donde se salvaguarde la esencia del Ser (Toda mi vida he buscado la esencia del vuelo. El vuelo, ¡qué felicidad!). Y también el de Calveyra (… les dije que se descalcen para llegar a las margaritas silvestres).
[AM]: Algunas de tus piezas no llevan título, otras, al final de los poemas, y entre paréntesis. ¿Por qué esa variante?
[MB]: El título es un colofón del fragmento. A veces cierra, define, desde ese segundo plano; un decir subjetivo, en tono menor; pero que a la vez es esencial. Forma parte, completa. En la creación no todo se puede explicar: sucede.
[AM]: Las escenas están construidas con mucha meticulosidad. Breves, epifánicas. ¿Surgen de imágenes?
[MB]: Sí, la mayoría sí. La imagen siempre fue disparador en mi escritura. Muchas escenas del libro tienen que ver con visualizaciones. Y el relato interpolado en la historia, casi al final del libro, surge de un film chino, de Tsao Ming Liang, “El río”, que vi en un cineclub de Valencia, España. Un film notable y trágico, con predominio de la imagen sobre la palabra que me fascinó. Necesité recrearlo poéticamente en el libro, para contar Otra historia que interactúe, yuxtaponiéndose a la historia principal: la de un adolescente en otro lado del mundo, enajenado en un entorno familiar, también hostil.
[AM]: Algunas piezas, son casi en su totalidad, textos en prosa. La mayoría no. Me pregunto teniendo en cuenta tu pulsión lírica, ¿Cuándo notás que algunos poemas exigen el verso y cuándo no? ¿Pensás que es cuestión, únicamente, de aliento rítmico?, ¿Por qué?
[MB]: Ya dije antes que esta obra se estructuró en base a un imperativo musical, una cadencia que me iba guiando: El ritmo de lo escrito es el ritmo del que escribe —dijo el poeta Alberto Girri. Tengo más conciencia del porqué de los momentos exclusivamente líricos: Arribo del deseo guijarro del sueño más alto/ oh el sueño el sueño/ enloquecidas flores rojas/ (velo ebrio). En estos casos el verso en el poema busca disminuir la tensión dramática, como una nota musical vibrando en el aire y acompañando el sentir del lector.
[AM]: En tu poética, los sentidos se encuentran muy presentes. Pienso en aquel poema donde se fabrica la fragancia de azahares “y los pétalos caídos del jardín”. ¿Cómo un simple aroma puede mutar en sentimiento lírico?
[MB]: Gocé profundamente de la naturaleza desde muy niña. Soy orgullosamente tucumana y la visión del cerro San Javier, desde la ventana de mi dormitorio, me deslumbraba con su belleza. Quizás, en el éxtasis de esa contemplación, surgió el sentimiento poético. Se sumaban el jardín de mi casa, con sus orquídeas y hortensias, la santarita, las mariposas, los naranjos de la vereda con los azahares de octubre, los jacarandáes amarillos y rosados, los tarcos alilados, las tipas majestuosas. ¿Cómo sustraerse a tanta belleza?
[AM]: ¿Cuáles fueron tus primeras lecturas poéticas y qué autores te influyeron?
[MB]: Los versos de La Ilíada, leídos en griego clásico, en los primeros años de la Facultad; el Edipo Rey, de Sófocles; Odisseas Elytis y Giorgos Seferis, también poetas griegos; Tibulo y sus elegías; la poesía de los tangos de la Guardia Vieja que mi hermano interpretaba en el piano; los extraordinarios monólogos de Faulkner en El sonido y la furia; Pedro Salinas; Alfonsina Storni; Ricardo Molinari; Pablo Neruda en Residencia en la tierra; César Vallejo.
[AM]: ¿Cómo y cuándo sentís que un poema está concluido y cómo lo corregís?
[MB]: El imperativo musical es lo que me guía, el oído, siempre el oído. Lo leo en voz alta, lo repito, podo mucho; tiendo en general a la economía, a lo concentrado.
[AM]: Por cierto, ¿cuándo un verso te puede resultar redundante?
[MB]: Cuando derrapa musicalmente, cuando se expande y resulta explicativo. Hay que estar atento a lo expresado con belleza y economía.
[AM]: Marta, ¿qué lugar ocupa, para una poeta como vos, las lecturas en vivo?
[MB]: Uno escribe para comunicar. A mí me gusta mucho leer mis textos y de hecho en algunos festivales en los que participé, disfruté de la entrega del auditorio, de esa escucha plural, conmovida y respetuosa: para mí, un momento de epifanía. En cuanto a las lecturas que asisto como oyente, también manifiesto mi adhesión. Cuando el nivel de lectura me seduce y me arrebata del vértigo cotidiano, entro en una dimensión emocional que puede suscitar nuevas escrituras. Además, estoy abierta a estéticas renovadoras y me gusta informarme de vanguardias o nuevas tendencias.
[AM]: Si debieras simplificar la poesía en una imagen, cuál sería y por qué
[MB]: Una elipse de bronce que hiende el aire. Representa un ala en vuelo ascendente; pero no en un sentido místico o religioso, sino el anhelo de trascendencia en la condición humana, un estado de beatitud, de unidad primordial. Me refiero a una escultura de Constantin Brancusi, el escultor rumano, que después de veinte años de trabajar con una serie, “Evolución del vuelo de un ave”, alcanza la cúspide de abstracción en esta imagen minúscula, que se inició con el cuerpo físico del ave, en su momento. Veo en esta imagen la belleza, la síntesis, el anhelo, la eterna búsqueda del poeta.
[AM]: Por último. La poesía, ¿qué conjura?
[MB]: La Poesía es un gesto de advertencia ante las disonancias del mundo. Punto de llegada. Conjura el vértigo del tiempo, la incertidumbre, la pérdida, el olvido. Nos recuerda nuestra esencial vulnerabilidad, la precariedad e intemperie. Por eso, en su búsqueda constante, en su imperfección, en aquello que nunca alcanza, la poesía nos consuela y calma.