Reproducimos en Vallejo & Co. la ponencia leída por Roger Santivánez en abril pasado en el pasado Congreso Transatlántico de Brown University, en los Estados Unidos de América, lectura en la que analiza la primera obra publicada por Fernando Ampuero, la novela Mamotreto, publicada en 1974.
Por: Roger Santiváñez
Crédito de la foto: www.revistavelaverde.pe
Juventud perdida en una revolución peruana:
Mamotreto, de Fernando Ampuero
Para entender un libro como Mamotreto (1974), primera novela del escritor peruano Fernando Ampuero (Lima, 1949) es necesario situarnos en el contexto de la Guerra Fría que caracterizó el período histórico que empezaría en América Latina ?según la estudiosa Jean Franco? con la caída del gobierno democrático de Jacobo Arbenz en Guatemala (1953), caída provocada por un golpe de estado preparado por la CIA al par que una invasión del ejército de los Estados Unidos a dicha república centroamericana. En efecto, desde aquel momento nuestra América entró al campo de batalla de la guerra sorda que se libraba en el mundo entre las dos grandes potencias surgidas tras la segunda guerra mundial, es decir la Unión Soviética y los Estados Unidos. Ambos poderes se enfrentaban por el dominio de la tierra y la imposición de los dos sistemas políticos que ?respectivamente? representaban: el socialismo comunista y el capitalismo burgués. Para Jean Franco ?y estamos de acuerdo con esta proposición? el verdadero combate latinoamericano de la Guerra Fría ?con profunda repercusión en todo el ámbito de la región? se inicia con el triunfo de la Revolución cubana liderada por Fidel Castro y Ernesto Che Guevara en 1959.
Pues bien, en el ámbito peruano, la década de los 60s se inició con un golpe militar (1961) preparado para impedir la llegada del populista Víctor Raúl Haya de la Torre y su partido el APRA al poder, tal como podría preverse en aquel momento. Había una guerra aparte entre el APRA y el Ejército desde la Revolución aprista de Trujillo en 1932. El gobierno militar de Lindley y luego Pérez Godoy tuvo que enfrentar en su mandato el primer movimiento guerrillero campesino desatado en las provincias del Cuzco ?Lares y La Convención? por el líder trotskista Hugo Blanco y el Frente de Izquierda Revolucionaria (FIR). Y poco después durante los momentos previos a la elección de Fernando Belaúnde (1963) fue debelado el primer intento guerrillero del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en el que militaba el brillante y joven poeta Javier Heraud, caído en Madre de Dios el 15 de mayo de 1963. Ambos movimientos actuaron bajo la gran oleada que inundó el continente latinoamericano tras el triunfo de la revolución cubana. De acuerdo a las tesis guevaristas del foco guerrillero que desencadenaría la insurrección generalizada, decenas de organizaciones armadas se lanzaron a la lucha en casi todos los países de nuestra América. A esos dos grupos habría que sumar ?en el Perú? al Movimiento de izquierda revolucionaria (MIR) que también se alzó en armas en 1965 junto al ELN en su segunda intentona. Ambos fueron derrotados rápidamente por el Ejército.
El gobierno de Fernando Belaúnde ?democráticamente elegido en Julio de 1963? no resolvió ninguno de los problemas urgentes que aquejaban al pueblo peruano; por el contrario, la explotación se ahondó al ritmo de una penetración más clara de una cierta modernidad de tipo norteamericano. El american way of life se entronizó en el país (y en toda América Latina) mientras las masas ?sobre todo campesinas? se debatían en la oscura noche de la explotación, la marginación y la ignorancia, como está nítidamente graficado en las novelas de José María Arguedas, por ejemplo para la zona andina, pero era un fenómeno que ocurría en todo el territorio nacional. Es en este contexto que surge un militar nacionalista ?Juan Velasco Alvarado? quien proviniendo del pueblo, planeó con la ayuda de unos coroneles progresistas, el golpe del 3 de octubre de 1968 iniciando una serie de reformas estructurales ?entre las más importantes? la Reforma Agraria que entregó la tierra al campesino que la trabajaba, organizado en cooperativas y/o sociedades agrarias de interés social, concitando la atención del mundo en un proceso de cambios que fue conocido como la Revolución peruana. Este es el momento en el que ocurre Mamotreto, la novela de Ampuero que nos ocupa. Si bien el proceso reformista de la Revolución de Velasco no es tocado directamente en la trama, todo el libro está permeado del clima de liberación que vivía el Perú alrededor de 1970.
El texto comienza con una página denominada “Algunas de mis freakedas opiniones acerca de Mamotreto” firmadas por el propio autor, en la que ?desde el título? vemos la influencia de la ideología del norteamericano movimiento hippie al usar una palabra como “freakedas” castellanización del ingés ‘freak’ muy en boga aquellos años debido a la amplia difusión del hippismo que desde el verano del amor [Summer of love, San Francisco, 1967] se había esparcido por el mundo entero. La primera de dichas opiniones reza: “Empelotar. ¿Pero qué? Empelotar posiciones universales. O mejor: empelotar actitudes ?sin que el narrador intervenga demasiado”. Y luego: “¿A quiénes se empelota? ¡A los jóvenes, claro! No cabe duda sobre esto. A esos jóvenes muy influenciados por mil libros, por mil hechos cotidianos” y finalmente: “A esos jóvenes /…/ que tienen tres opciones, mientras aceptan las estructuras: la militancia, el psicoanálisis y, en el último de los casos, el simulacro”. Pues bien, durante todo el libro veremos cómo se manifiestan estas opciones. La militancia política revolucionaria sería el meollo central ya que podría decirse que la novela cuenta la historia de una célula juvenil marxista clandestina, el psicoanálisis freudiano es frecuentemente aludido directa o indirectamente para diseñar la construcción y el comportamiento de los personajes, y el simulacro estaría configurado en la trama misma de la ficción concebida como una gran mascarada sobre la manera de ser de una cierta juventud peruana en los albores de los 1970s.
La célula militante está conformada por Antonio ?quien es el personaje protagónico y a todas las luces un alter-ego del autor? y Cornelia, prototipo de la muchacha radical de fines de los 60s, principios de los 70s, entregada y consecuente luchadora de la causa del pueblo. Antonio ?practicante de la tabla hawaiana? es una suerte de escéptico pero participa en la célula por amor a Cornelia aunque típicamente como los chicos de su generación porta una bolsa incaica ?insoslayable signo hippie de la época? y por supuesto fuma marihuana, al punto que Cornelia cuando se dirige a él lo llama turri que en la jerga juvenil de las clases alta y media significaba estar bajo los efectos de la yerba o ser un aficionado a ella, durante los albores de los 70s en el Perú. Ambos son estudiantes de la Universidad Católica de Lima, centro de estudios de prosapia religiosa, fundado a principios del siglo XX para contrarrestar el avance del marxismo en la clásica y nacional Universidad Mayor de San Marcos creada por la élite colonial española en 1551. La ‘Católica’ ?sin embargo? en el tránsito de los 60s/70s experimentó una radicalización intelectual que proviniendo de la Teología de la Liberación del sacerdote Gustavo Gutiérrez derivó a través de la UNEC (Unión Nacional de estudiantes católicos) en el comunismo aún cuando el grueso de sus alumnos era de extracción burguesa o pituca como se dice en el giro coloquial peruano.
La célula ?perteneciente a un Partido, así denominado y del que no sabremos más? está conformada por estos jóvenes pitucos de izquierda acabados de mencionar más Efraín, quien se desempeña como profesor de filosofía en la Universidad Católica, su mujer Inés y finalmente Ismael, militante más cuajado “con seis años de trayectoria” según se nos informa y “considerado entre los miembros más arrojados del Partido”. Siendo una suerte de líder de la célula Ismael mantiene una rivalidad con Antonio ?Cornelia de por medio? y porque a pesar de que participa en el grupo le molesta que “Antonio no tome partido ni admita ningún esquema ideológico”. Completa el elenco de personajes Irene, hermana de Inés. Usando a Irene, Ampuero nos va a retratar a la muchachada femenina de extracción burguesa o pequeño-burguesa que desea romper con su clase de origen debido a la impostura y falsedad que percibe en ella y en su comportamiento social y humano. Eso queda claro en el episodio de la fiesta de la chicas de la promoción del colegio Santa Úrsula a la que había pertenecido Irene y a cuya celebración asiste para abandonarla pronto por ser “una punta de mentes cuadradas que piensan que la única forma de vida plausible es la suya”. Crítica social desde un punto de vista hippie que recoge el término square ?cuadrados o de mente cuadrada? usado por el movimiento hippie para descalificar por alienados a todos aquellos jóevenes que no comprendían el pensamiento liberador del movimiento.
Conviene señalar que muchos jóvenes clasemedieros de la época ?fines de los 60s/comienzos de los 70s? pasaron de una ideología hippie contestararía a una clara y abierta posición marxista revolucionaria. Así por ejemplo tenemos el grupo Sarna de la Universidad Nacional de Ingeniería de Lima, que poco después derivaron en militantes de Vanguardia Revolucionaria, el partido emblemático de esta tendencia fundado en 1965 por Ricardo Letts Colmenares, joven de extracción pituca que se vuelve comunista y tras de sí arrastró a decenas de muchachos que habiendo empezado su rechazo al orden establecido desde el rock y el hippismo avanzaron a una comprensión materialista del mundo y a la militancia organizada con miras a una revolución proletaria de corte marxista clásico.
Sin duda, los personajes de Mamotreto están diseñados a partir de esta situación real que ocurría en el seno de la juventud peruana de clase media y alta en la encrucijada de las décadas del 60 y 70. Pero como el simulacro es también una de las aristas principales del relato, Ampuero no escatima sus recursos en burlarse tanto del hippismo como de la propia militancia, sabedor de que ?para muchos de estos jóvenes? aquello era en realidad una postura snob, casi una hueca moda juvenil como cualquier otra. O en todo caso esta actitud le sirve al autor para tomar una distancia crítica de lo que narra y también dejar bien en claro su verdadera posición escéptica frente al mundo y a la historia. Un par de ejemplos textuales nos permitirán ilustrar lo dicho: Para una manifestación callejera la célula porta “un cargamento de vinagre para contrarrestar las lacrimógenas” ante lo cual uno de los personajes dice: “-Sí? Yo pensé que iba a preparar una ensalada”. En otra escena vemos que “Antonio se incorpora y adopta, inconscientemente, la posición del loto, entregándose a profundas cavilaciones” con irónico y humorístico tono que transforma en parodia la supuesta meditación hippie.
La trama específica gira en torno a una tarea político-militar de la célula: realizar un violento ataque incendiando los automóviles de dos diplomáticos norteamericanos de visita en Lima. No se nos explica estrictamente la razón de dicha visita, sino sólo que ellos habrían llegado a la capital del Perú en una suerte de misión económico-política secreta. El Partido le ha encomendado a la célula interceptarlos desde unas motocicletas ?en plena avenida Abancay, una de las populosas del centro de Lima? y proceder con el atentado. La operación es un éxito pero en ella Cornelia pierde una mano al tener un accidente en la moto, sin embargo un halo de absurdo y parodia rodea la acción desde un principio ya que Antonio va fumándose un pito de marihuana mientras maneja su moto y ante una de las bombas que han lanzado y que no ha estallado, el joven tira su chicharra ?jerga que designa el pucho o último resto del cigarrillo? para provocar el gran incendio. Finalmente logran escapar y esconderse en un templo chino de las cercanías. Pero un turista casual francés toma unas fotografías con la que la policía consigue identificar a Ismael, y empieza una cacería feroz. El militante se oculta en el Rímac, barrio popular cerca del centro. Finalmente habrá una reunión del comité central del partido y ayudarán a Ismael a huir hacia el vecino país de Bolivia.
En medio de todo esto tenemos un enigmático personaje que no existe como tal sino con una referencia constante en las conversaciones de los miembros de la célula. Se trata de Daniel Mora, un chico pituco un poco mayor que los muchachos perteneciente a una presunta generación de 1959, es decir en los albores todavía de lo que vendrá en los 60s. Daniel Mora ha pasado ?digamos? de una actitud puramente rocanrolera a convertirse en una suerte de gurú y guía espiritual e intelectual de la célula. Sin embargo no se salva de la burla de Ampuero: Daniel está preparando un libro que se titula Ladillas. Y ha elegido dicho título “para aludir a los mitos que se nos adhieren, inculcados por el sistema”. También nos enteramos que “abandonó la música para trabajar en una oficina del estado” directa alusión a la Revolución de Velasco que en aquel momento contrató a decenas de jóvenes progresistas y de izquierda a trabajar para el gobierno reformista como técnicos o promotores de los cambios estructurales. Pero inmediatamente se nos informa que fue despedido y enjuiciado porque se le encontró entre sus papeles un texto denominado “Estado de No-Lengua: Zen”. Luego “combatió en diversos frentes y fue deportado a la droga marxista. Finalmente, en combinación con un grupo de revoltosos, lanzó una bomba de fabricación casera a los tribunales”. Después del hippismo, Daniel “se ha propuesto crear comunidades independientes en cuevas y playas deshabitadas de nuestra costa” uno de los más caros anhelos del movimiento a nivel internacional para tratar de crear formas alternativas de organización vital y social frente al sistema capitalista, que –por supuesto- fracasó ?imbuido de radiante utopía? a lo largo y lo ancho de todo Occidente.
De modo que oscilando entre el misticismo hippie y el convencimiento de la necesidad de la lucha armada [“En América la única vía para obtener algo es la violencia” leemos en la página 91] el grupo ?después del atentado? se irá diluyendo lentamente. Antonio ?el personaje protagónico? se definirá ?en una carta imaginaria a Daniel Mora fechada en la ‘Era de Acuario, junio 1968’ (más hippie no podría ser) de la siguiente manera: “Soy reaccionario a ratos, sí, y también anarco-ultra-infantilista” (305). En realidad el modo de pensar y sentir de esta juventud peruana de los 70s estaría cifrada en esta frase: “objetivan cada vez menos lo que sucede” (315) y a continuación, uno de los personajes afirma: “Acerca de esto, el verso de Bob Dylan ?a mi juicio, una de las inteligencias más lúcidas de nuestra época? resulta exacto: “Something is happening but you don’t know what it is, do you mister Jones?”. Algo está sucediendo, pero tú no sabes qué es. De allí que Antonio finalmente opte por “organizar comunidades a lo largo de nuestras playas desiertas del litoral” y para empezar marche solitario a la costa norte del Perú, concretamente a Chicama, lugar a las orillas del Pacífico muy de moda entre los tablistas burgueses de Lima en esa época, y que ?dicho sea de paso? mereció una de las más famosas canciones de la banda rock The Traffic Ssound emblemática de esta atmósfera setentera juvenil en el Perú.
Antes de terminar quisiera destacar un aspecto estrictamente literario de este libro. Influenciado por la novelística del boom de la nueva novela latinoamericana de los 60s, principalmente por la decisiva Rayuela de Cortazar [para empezar la célula sería una reminiscencia del parisino Club de la Serpiente y las tres chicas Cornelia-Ines-Irene serían ?en su dimensión erótica e intelectual? una creación a partir de la Maga] aquí también hay metaficción ?por ejemplo podemos leer fragmentos de Ladillas de Daniel Mora u opiniones de los personajes sobre lo que viene aconteciendo en la trama de Mamotreto? así como un ambientación digamos morelliana en el sentido que le da Cortázar a su personaje, el viejo escritor Morelli en su novela.
En efecto, tenemos en los tramos finales, reflexiones en torno a la literatura, su función y al propio hecho de escribir. En la página 318 leemos: “Hablaré (sí, con este lenguaje que trato de rejuvenecer y que muchas veces me traiciona) “(318) para lo cual es necesario ?según esta arte poética? que “pichicatiemos la sintaxis de la vida!” (312) singular y muy sudamericano modo de usar el verbo “pichicatear”, es decir darle fuerza, energía, coraje por medio de la “pichicata”, nombre popular dado a la cocaína en la región andina desde los 1950s. Se asume pues este lenguaje conversacional en paralelo a su desarrollo tal como se venía haciendo en la poesía.
La novela es ?a mi juicio? un hermoso testimonio de aquella generación que tenía 20 años alrededor de 1970. Aquí están plasmados todos sus profundos ideales, así como las encontradas aristas de su incertidumbre. Su propuesta podría resumirse en esta declaración “es a nosotros mismos a quienes debemos conocer para conseguir amarnos y entendernos todos en una revolución total”. Sin embargo, en la escena final encontramos a Antonio, solitario en la playa y de quien se nos dice: “olvida y crea, y vuelve a olvidar para crear con mayor perfección, per seculum seculorum…Y ya no se preocupa ni se imagina ?quizá por devoción a sus huesos? qué ocurrirá con él más tarde, en los días posteriores, en los meses posteriores, en los años posteriores”. Ahora ?43 años después? podemos preguntarnos fracasó esta generación? O no?. Esta pregunta queda formulada para el debate.
Obra citada
Ampuero, Fernando. Mamotreto. Lima: Editorial Ari, 1984.
Franco, Jean. Decadencia y caída de la ciudad letrada. La literatura latinoamericana durante la guerra fría. Barcelona: Debate, 2003.