13 poemas de «Alguien me espera en casa» (2023), de Paula Giglio

 

 

Por Paula Giglio*

Crédito de la foto (izq.) www.zendalibros.com /

(der.) Ed. Caleta Olivia /

 

 

13 poemas de Alguien me espera en casa (2023),

de Paula Giglio

 

 

CLARO QUE NO OCURRIÓ de inmediato.

La primera vez que me diste un beso, todo estalló. Enseguida vino el mozo: ¿Están bien? ¿Se cortaron?

¿Fue un codazo o fue tu pierna? La mesa redonda, de hierro, tumbada en el piso. Las copas se hicieron añicos; también la botella. Servilletas de papel en la vereda, como cartas nunca escritas. El cenicero, intacto, y los libros (uno escrito por vos, otro escrito por mí) bañados en vino.

¿Por qué hacía un calor insoportable si era invierno y estábamos afuera?

 

 

 

TE FUISTE AL HOTEL. Al día siguiente partías. Este fue tu mensaje, aquel primer hachazo, porque aún faltaba el eco del derrumbe: Se dará cuenta del temblor que me provoca porque no puedo haber sido más torpe hoy con lo de la mesa. Usted en cambio es tan fina… Sepa disculparme, my lady. ¿Puedo decirle así?

Se trataba de un error, pero solo vi la superficie.

 

La poeta Paula Giglio

 

ME LLEVA VEINTICINCO años. Nació exactamente el día en que nació mi padre, el mismo año, en otra ciudad. Una ciudad pequeña cerca del mar, aunque él diga que el mar queda demasiado lejos, que todo lo que siempre quiso parece estar cerca, pero no es capaz de agarrarlo.

Sus ojos azules son como todas las cosas trilladas azules: diáfanos, apacibles. Su pelo largo, antes rubio, siempre atado. Una sonrisa que desmiente su mirada, a veces triste. Cuando sale a correr sus piernas marchan al mismo ritmo que la música. Canciones de invierno y canciones de verano. Métodos para todo.

No lo impresiona cavar un pozo, enterrar un perro. Aunque sus hijos lloren. Perdió un hermano cuando era joven, en un instante, debajo del agua. ¿Qué más da mover la tierra de su propio patio para que caiga un cuerpo infinitamente más liviano?

 

 

 

ESTIMADA, POR LA PRESENTE tengo a bien invitarla a una cena literaria y otras yerbas el día jueves a las veintiloqueusteddiga. Sin otro particular, y aguardando una respuesta positiva, la saludo con la distinción que vuestra merced monopoliza. (Igual, si no podés, vemos para otro día).

 

Será un placer cenar con usted, my lord.

 

 

 

Y ASÍ ES COMO LOS JUEVES son nuestros. De noche me alimento con el velador prendido frente a la pantalla de: esto. ¿Qué cosa? No es un vínculo. No es amor, pero cómo me late el pecho cuando aparece su cara del otro lado, un rostro que, al verme, rejuvenece. Yo me vuelvo del color de las amapolas.

 

 

EN EL SUEÑO QUIERO DARLE la mano, pero le agarro solamente dos dedos; los aprieto, tironeo para que venga conmigo.

Al otro día, durante la clase de Historia del Arte, él explica: Un detalle en casi todos los cuadros de El Greco es que los dedos de la mano los pinta así, ¿ven? Y mientras dice eso, junta el dedo medio y el anular, como en el sueño.

 

 

 

PARA ÉL, YO ARRUINO los libros porque los rayo con birome. Él los raya con lápiz. ¿Será que, cada tanto, se arrepiente? Si le presto ese libro que me pidió, se va a dar cuenta de cuándo lo leí sentada y cuándo estando en la cama. El subrayado es clarísimo.

 

 

 

TU LIBRO ESTÁ ENTRE los míos. Quiero decir, entre dos libros que escribí. Como dos piernas, abrazan el tuyo, ese que ganó muchos premios, el que tradujeron a tres idiomas y que, antes de eso, vos ya lo sabías porque, cuando cortaste el mazo y sacaste una carta, la mujer te lo dijo.

Después sacaste otra y ella advirtió: Una mujer que no es rubia… Los caminos están bifurcados, pero pronto se van a encontrar. Una más y completó la fila: Esta no es una carta de amistad.

 

La poeta Paula Giglio

 

MIDO NUESTRA DIFERENCIA de edad. Voy hasta la página treinta y uno y sostengo la cantidad de hojas. Busco la cincuenta y seis. Comparo. Armo un único manojo. Cuento la cantidad de páginas que faltan para que la historia termine. Son tantas; tenemos muchos años por delante.

 

 

 

NO SÉ NI CÓMO FORMULAR la pregunta: ¿cuál es el sujeto de esa oración? Tu mujer, tu esposa, tu segunda esposa, tu novia, la mamá de tus hijos… Me ahorro camino: ¿Ella vive con vos?

¿Quién?

Estás casado.

Sí, pero…

Con la madre de tus hijos.

Si me dejás explicarte…

¿No ibas a decirme nada?

¿Puedo explicarte?

Tenés un vínculo abierto.

No es tan así…

¿Hace cuánto están casados?

Treinta años.

Parpadeo sin decir: me revienta. Esperá que abro un poco la ventana y me levanto, corro el vidrio. El aire entra a puñetazos; se avecina una tormenta que toma la forma de mi cuerpo.

 

Vuelvo: ¿Qué hace ella los jueves?

Se junta a comer con sus compañeras de yoga… ¿Puedo seguir hablando?

Hablamos después.

 

Bajo de un golpe la pantalla de la notebook y por las dudas desconecto Internet. Ahora nada tiene sentido. Y es que nunca lo tuvo. Me quedo con el plato lleno y el alma vacía. Todo lo que manda olor es porque está donde no debería.

 

 

 

UNA MUJER QUE SE CONECTA todos los jueves a las diez en punto para ver a un hombre del otro lado, ¿es una amante?

Como cuando no sabés si está lloviendo en la película o en la realidad y tenés que sacarte los auriculares para confirmarlo. ¿Es acá o es allá, o pasa en tu cabeza, o te gustaría que fuera?

 

La poeta Paula Giglio

 

SOSTENGO UN LIBRO mientras fumo. Leo que el amor se encuentra siempre entre dos: la abundancia y la miseria, lo bello y lo feo, el saber y la ignorancia. Algo del otro entra en el deseo.

Sucede

pero

ya lo dijo aquel haiku: “Dos bajo un paraguas: el más enamorado se moja”. Leo que la demanda del enamorado es infinita, insaciable. Supone una espera, supone mojarse en medio del fuego. No hay espera sin angustia. Eros es incómodo.

Y todo me resuena.

 

 

 

¿QUÉ ME IMPORTA si su mujer esto o lo otro, si abierto o cerrado, si sus hijos no sé qué?

¿Y yo?

Paciencia, my lady.

Lo cierto es que nos parecemos bastante. Yo también me miento. Tu dedo en la pantalla no toca mi cuerpo; apenas palpa una imagen que, de a ratos, se congela. ¿Es tu conexión o es la mía? Qué cobardes, pienso, pero digo: Qué solos estamos, my lord

 

 

 

 

 

*(Córdoba-Argentina, 1988). Poeta y narradora. Licenciada en Filosofía por la UNC. Reside de Buenos Aires (Argentina). Obtuvo el Primer Premio de Poesía Joven de la Ed. Liliputienses y la Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes (Argentina, 2023). Participó en el XII Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires y de la 33e edición del Festival International de la Poésie de Trois-Rivières (Canadá-2017). Ha publicado en poesía Ella, naturaleza (2012), En el cuerpo (2016, 2022), Un lugar para mis piernas largas (2018), La risa loca de los ángeles (2018), Hoy llueve en el mundo (2019) y Alguien me espera en casa (2023); y en relato Teoría del equilibrio (2022).