Por: Antonio Cicero*
Curador de la muestra: Fabrício Marques
Traducciones: Miguel Cabelo,
María Alonso Seisdedos, Rodolfo Mata
Adolfo Montejo y Regina Crespo
Crédito de la foto: www.poesiaspoemaseversos.com.br
12 + 1 poemas de Antonio Cicero
Salir
Desprenderse de la manta, la cama, el
miedo, el tercio, el cuarto, desprenderse de
toda simbología y religión; desprenderse del
espíritu, desprenderse del alma, abrir la
puerta principal y salir. Esta es
la única vida y contiene inimaginable
belleza y dolor. Ya el sol,
los colores de la tierra y el
aire azul – el cielo del día –
se han sumergido hasta la próxima aurora; la
noche está radiante y Dios no
existe ni hace falta. Todo es
gratuito: las luces cinéticas de las avenidas,
la silueta al viento de las palmeras
y el ansia insaciable del jazmín;
y, sobre todas las cosas, el
eterno silencio de los espacios infinitos que
nada dicen, nada quieren decir y
nada jamás han necesitado ni necesitarán esclarecer.
(Traductora: María Alonso Seisdedos)
Medusa
Corté la cabeza de Medusa
por envidia. Quise yo mismo la mirada
sin ojos que ve y rechaza
ser vista y así vuelve
de piedra a los demás: piedras
sí, preciosas, de la más pura agua,
donde la mirada se sumerge hasta la médula,
diáfanas, translúcidas, ciegas.
He reflexionado mucho, antes. En realidad
estos ojos míos provienen de carne
de mujer, no de la nada inmortal
de la divinidad. ¿Cómo mirar
a Gorgona con ellos? Pero apena
pensando así, recordé ser mortal
ella también: y su padre es un dios
del mar pero yo soy hijo de Zeus.
Aún así no quise mirarla cara a
cara. Cogí prestado el espejo
de mi hermana y me adentré en la habitación
de Medusa de soslayo, viendo
todo por reflejos: su cuerpo
en tercer plano, detrás de héroes
de piedra y de mis sesgados ojos
en primerísimo. He aquí el corte
de la lámina especular: a este lado
yo, sin cuerpo, mirando; al otro
lado yo, ojo mirado, ojo oblicuo
y rostro y cuerpo entre muchos cuerpos,
uno de ellos el suyo. La misma lámina
la decapitó también: a este lado
guardo su mirada y su tarea;
y allá yace su bulto desalmado.
Pero nada es tan sencillo. Del cuello
cortado nació un caballo alado
(el dios del mar la había fecundado)
y zambulló en el horizonte en fuego
crepuscular. Se dice que, en el monte
Helicón, su coz abrió una fuente.
Siendo sin ser, de madrugada
me levanto con sed de esa agua.
(Traductor: Miguel Cabelo)
El país de las maravillas
No se entra en el país de las maravillas
pues él queda del lado de afuera,
no del lado de dentro. Si hay salidas
que dan a él, están seguramente en la orla
iridiscente de mi pensamiento,
jamás en el centro vago de mi yo.
Y si me entrego a las imágenes del espejo
o del agua, teniendo en el fondo el cielo,
no piensen que me enamoré de mí.
No: bueno es verse en el espacio diáfano
del mundo, cosa entre cosas que hay
en la lumbre del espejo, fuera de sí:
pez entre peces, pájaro entre pájaros,
un día paso entero hacia allá.
(Traductor: Adolfo Montejo)
Canto XVII
Dorado al sol
al fondo azul de abril
sintiendo la brisa
y la chispa en sí
le raja la frente el plomo de una bala
y una pasta de sesos y sangre se escurre por la grieta
y él cae con un golpe seco sobre la tierra y muerde el polvo.
Anocheció
tan lejos de Larissa y de su padre desamparado y solo.
Tenía por suya la gloria mineral del cielo.
(Traductor: Miguel Cabelo)
La ciudad y los libros
a D. Vanna Piraccini
Río parecía inagotable
a aquel adolescente que era yo.
Subirme solo al camión Castelo,
saltar al final de la línea, andar sin miedo
en el centro de la ciudad prohibida,
en medio de la multitud que no advertía
que yo no le pertenecía —y de repente,
anónimo entre anónimos, notar
eufórico que sí, sí le pertenecía
a ella, y ella a mí—, entrar en callejones,
transversales, avenidas, galerías,
cines, librerías: Leonardo
da Vinci Larga Rex Central Colombo
Marrecas Íris Meio-Dia Cosmos
Alfándega Cruzeiro Carioca
Marrocos Passos Civilização
Cavé Saara São José Rosário
Passeio Público Ouvidor Padráo
Vitória Lavradio Cinelándia:
lugares que antes yo ni conocía
se abrían en esquinas infinitas
de calles desde ahora extensibles
a todas las ciudades que existían.
Sólo había sentido algo semejante
al ver que los libros de los adultos
también me interesaban: que en principio
habían sido escritos para mí
todos los libros. Hoy es diferente,
pues todas las ciudades se encogieron,
son previsibles, dan claustrofobia
y hasta darían tedio, si no fuera
por los libros infinitos que contienen.
(Traductor: Rodolfo Mata y Regina Aída Crespo)
Vitrina
¿Qué avista el mirar de ese moreno?
¿Añora los tenis de la vitrina?
¿O el cristal que los muestra e inhibe
sus reflejos le sirve de espejo
y recae en la imagen de sí mismo,
igualmente visible e intangible?
Y es así tantálica que me alcanza
oblicuamente y a la vez de lleno
y mesmeriza, y siento casi como
si lo desnudara y él mal percibiera.
Cuando mira atrás un instante, atino
a soñar y, salvo error, veo en sus ojos
trozos de un campo de futbol verde
como paño de mesas de casino.
(Traductor: Rodolfo Mata y Regina Aída Crespo)
Algunos versos
Las letras blancas de algunos versos me acechan
de pie desde el fondo azul de una pantalla detrás
de la cual la luz natural atraviesa la ventana
por donde al levantar la mirada casi nada
veo el sol abierto amarillear las hojas
de la acacia en alborozo: Marcelo está
a punto de llegar. Y de repente, de fuera
del presente, sólo me parece recordar
todo esto como algo que no ha de volver
jamás y en lágrimas exulto
de sentir falta precisamente de la tarde
que me baña y escurre rumbo al mar sin orillas
de cuyo fondo vino para ser mundo
y se encendió hecho un fósforo, y es tarde.
(Traductor: Adolfo Montejo)
(Poemas de A cidade e os livros)
Deus ex machina
Haré aun otro decasílabo
y un soneto más e invocaré encima
sólo por una cuestión de rima
figuras mitológicas, como Ícaro,
cautivo del laberinto que Dédalo,
su padre, artífice también de las alas
que brindarían a su hijo, bipétalo,
su zambullida en el azul, ideara.
Dédalo explicó la precariedad
del artefacto de papel y madera
geometría mística y goma arábiga
solubles al sol. Pero ahora es tarde
y rompe el trasto el cielo a la vera
de la nada
su destino
su dádiva
(Traductor: Miguel Cabelo)
Narciso
Narciso es hijo de una flor acuática
y de un río meándrico. Es líquido
cristalizado de forma precaria
y preciosa, y que trae el secreto
de su origen en el semblante vívido
aunque reflexivo. Osaría
definirlo como aquél en el que la vida
misma se retrata. Es pues fatídico
que, después de encontrarse, él se pierda
y al conocerse también se olvide,
si está en la confluencia de la verdad
y de la ilusión cuando los verdes márgenes
de la fuente enmarcan su imagen fluida
y fugaz de agua sobre agua cerúlea.
(Traductor: Miguel Cabelo)
Transparencias
a Roberto Correia Lima
Vengo de la playa de un verano en que las olas ruedan
redondas y lisas sobre el mar sin formar espuma
y ojos golosos engullen glaucas y tibias transparencias
bocanadas de luz azul y verde
para envidia de la lengua los labios y el gaznate
Por qué me arrastras por arenas sin aguas
o zonas infestadas de fieras
o pantanos sombríos
o vientos helados escitas
o mares coagulados
Por qué me quieres en esa tierra monstruosa y trágica
donde erran poetas y mitógrafos
y nada es seguro nada claro
(Traductor: Rodolfo Mata y Regina Aída Crespo)
El parque
a Cao
De noche él va al parque
entre el mar y la ciudad
y el precipicio del cielo
y el abismo de su yo.
Con toda amabilidad
arroja la red y hiere
la noche y sus aguas suaves
y toma lo que se ofrece:
en sentido del reloj,
las luces de Niterói,
la oscuridad y la Urca
y sobre ella el Pão de Acúcar;
después, pistas de automóviles
y, entre ciertos follajes,
no se sabe lo que hacen
dos atletas casi inmóviles;
el Hotel Glória alumbrado
atrás de un bosque en tinieblas;
el monumento, un soldado,
y adelante el museo
y la marina; después,
viniendo del aeropuerto
un remoto olor a caño
hiere a las damas de noche;
y hay bultos cerca del mar
y amantes a media luz
y sobre la faz del mar
un azul que tiembla y luce
y su deseo encarnado
en la mano de un moreno
tan cálido, apasionado,
a quien le encanta el sereno;
y lo que hay finalmente:
la vía láctea fluyendo
arriba en el firmamento
y a sus pies sin fundamento.
(Traductor: Rodolfo Mata y Regina Aída Crespo)
Guardar
Guardar una cosa no es esconderla o encerrarla.
En cofre no se guarda nada.
En cofre la cosa se pierde de vista.
Guardar una cosa es mirarla, fijarla, mirarla por admirarla, esto es, iluminarla o ser iluminado por ella.
Guardar una cosa es vigilarla, esto es, hacer vigilia por ella, esto es, velar por ella, esto es, estar despierto por ella, esto es, estar por ella o ser por ella.
Por eso se guarda mejor el vuelo de un pájaro
Que pájaros sin vuelos.
Por eso se escribe, por eso se dice, por eso se publica, por eso se declara y declama un poema:
Para guardarlo:
Para que él, a su vez, guarde lo que guarda:
Guarde lo que sea que guarda un poema:
Por eso la jugada del poema:
Por guardarse lo que se quiere guardar.
(Traductor: Adolfo Montejo)
Desde atrás hacia delante
El amante,
cabeza tronco miembro
erectos para el amado,
no lo descifra un solo instante.
Yo mismo aún me acuerdo:
el amante es devorado.
Ya el amado,
por más ignorante e indiferente,
deletrea a su amante
desde atrás hacia adelante.
(Traductor: Adolfo Montejo)
(de Guardar)
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(Selección de poemas en su idioma original portugués)
12 + 1 poemas de Antonio Cicero
Sair
Largar o cobertor, a cama, o
medo, o terço, o quarto, largar
toda simbologia e religião; largar o
espírito, largar a alma, abrir a
porta principal e sair. Esta é
a única vida e contém inimaginável
beleza e dor. Já o sol,
as cores da terra e o
ar azul – o céu do dia –
mergulharam até a próxima aurora; a
noite está radiante e Deus não
existe nem faz falta. Tudo é
gratuito: as luzes cinéticas das avenidas,
o vulto ao vento das palmeiras
e a ânsia insaciável do jasmim;
e, sobre todas as coisas, o
eterno silêncio dos espaços infinitos que
nada dizem, nada querem dizer e
nada jamais precisaram ou precisarão esclarecer.
Medusa
Cortei a cabeça da Medusa
por inveja. Quis eu mesmo o olhar
sem olhos que vê e se recusa
a ser visto e desse modo faz
das demais pessoas pedras: pedras
sim, preciosas, da mais pura água,
onde o olhar mergulha até a medula,
diáfanas, translúcidas, cegas.
Refleti muito, antes. Na verdade
estes meus olhos provêm de carne
de mulher, não do nada imortal
da divindade. Como encarar
com eles a Górgona? Mas mal
pensando assim, lembrei ser mortal
ela também: e seu pai é um deus
do mar mas eu sou filho de Zeus.
Mesmo assim não quis enfrentá-la olhos
nos olhos. Peguei emprestado o espelho
da minha irmã e adentrei o cômodo
da Medusa de soslaio, vendo
tudo por reflexos: o seu corpo
em terceiro plano, atrás de heróis
de pedra e dos meus olhos esconsos
em primeiríssimo. Eis o corte
da lâmina especular: do lado
de cá eu, sem corpo, a olhar; do outro
lado eu, olho olhado, olho enviesado
e rosto e corpo entre muitos corpos,
um dos quais o dela. A mesma lâmina
decapitou-a também: do lado
de cá guardo seu olhar e faina;
e lá jaz seu vulto desalmado.
Mas nada é tão simples. Do pescoço
cortado nasceu um cavalo de asas
(é que o deus do mar a engravidara)
e mergulhou no horizonte em fogo
crepuscular. Contam que, no monte
Hélicon, seu coice abriu uma fonte.
A ser não sendo, de madrugada
levanto com sede dessa água.
O país das maravilhas
Não se entra no país das maravilhas
pois ele fica do lado de fora,
não do lado de dentro. Se há saídas
que dão nele, estão certamente à orla
iridescente do meu pensamento,
jamais no centro vago do meu eu.
E se me entrego às imagens do espelho
ou da água, tendo no fundo o céu,
não pensem que me apaixonei por mim.
Não: bom é ver-se no espaço diáfano
do mundo, coisa entre coisas que há
no lume do espelho, fora de si:
peixe entre peixes, pássaro entre pássaros,
um dia passo inteiro para lá.
Canto XVII
Dourado ao sol
ao fundo azul de abril
sentindo a brisa
e a chispa em si
racha-lhe a testa o chumbo de uma bala
e uma pasta de miolo e sangue escorre pela fresta
e ele cai com baque seco à terra e morde o pó.
Anoiteceu
tão longe de Larissa e de seu pai desamparado e só.
Tinha por sua a glória mineral do céu.
A cidade e os livros
a D. Vanna Piraccini
O Rio parecia inesgotável
àquele adolescente que era eu.
Sozinho entrar no ônibus Castelo,
saltar no fim da linha, andar sem medo
no centro da cidade proibida,
em meio à multidão que nem notava
que eu não lhe pertencia – e de repente,
anônimo entre anônimos, notar
eufórico que sim, que pertencia
a ela, e ela a mim –, entrar em becos,
travessas, avenidas, galerias,
cinemas, livrarias: Leonardo
da Vinci Larga Rex Central Colombo
Marrecas Íris Meio-Dia Cosmos
Alfândega Cruzeiro Carioca
Marrocos Passos Civilização
Cavé Saara São José Rosário
Passeio Público Ouvidor Padrão
Vitória Lavradio Cinelândia:
lugares que antes eu nem conhecia
abriam-se em esquinas infinitas
de ruas doravante prolongáveis
por todas as cidades que existiam.
Eu só sentira algo semelhante
ao perceber que os livros dos adultos
também me interessavam: que em princípio
haviam sido escritos para mim
os livros todos. Hoje é diferente,
pois todas as cidades encolheram,
são previsíveis, dão claustrofobia
e até dariam tédio, se não fossem
os livros incontáveis que contêm.
Vitrine
Que divisa o olhar desse moreno?
Namora os tênis atrás da vitrine?
Ou a vidraça que os devassa e inibe
os seus reflexos serve-lhe de espelho
e ele recai na imagem de si mesmo,
igualmente visível e intangível?
É assim tantálica que ela me atinge
obliquamente e ao mesmo tempo em cheio
e mesmeriza, e sinto meio como
se eu o despisse e ele mal percebesse.
Quando olha para traz um instante, atino
sonhar e, salvo engano, ter nos olhos
cacos de um campo de futebol verde
feito o pano das mesas dos cassinos.
Alguns versos
As letras brancas de alguns versos me espreitam
em pé, do fundo azul de uma tela atrás
da qual luz natural adentra a janela
por onde ao levantar quase nada o olhar
vejo o sol aberto amarelar as folhas
da acácia em alvoroço: Marcelo está
para chegar. E de repente, de fora
do presente, pareço apenas lembrar
disso tudo como de algo que não há de
retornar jamais e em lágrimas exulto
de sentir falta justamente da tarde
que me banha e escorre rumo ao mar sem margens
de cujo fundo veio para ser mundo
e se acendeu feito um fósforo, e é tarde.
(de A cidade e os livros)
Deus ex machina
Farei ainda mais um decassílabo
e mais um soneto e ainda por cima
invocarei, só por questão de rima,
figuras mitológicas, feito Ícaro,
cativo do labirinto que Dédalo,
seu pai, artífice também das asas
que brindariam ao filho, bipétalo,
seu mergulho no azul, arquitetara.
Dédalo explicou a precariedade
do artefacto de papel e casqueira,
geometria mística e goma-arábica
solúveis ao sol. Mas agora é tarde
e rasga a geringonça o céu à beira
do nada
seu destino
sua dádiva
Narciso
Narciso é filho de uma flor aquática
e de um rio meândrico. É líquido
cristalizado de forma precária
e preciosa, trazendo o sigilo
da sua origem no semblante vívido
conquanto reflexivo. Ousaria
defini-lo como aquele em que a vida
mesma se retrata. É pois fatídico
que, logo ao se encontrar, ele se perca
e ao se conhecer também se esqueça,
se está na confluência da verdade
e da miragem quando as verdes margens
da fonte emolduram sua imagem fluida
e fugaz de água sobre água cerúlea.
Transparências
a Roberto Correia Lima
Venho da praia de um verão onde as ondas rolam redondas e lisas
sobre o mar sem formar espuma
e olhos gulosos engolem glaucas e mornas transparências
goles de luz azul e verde
fazendo inveja à língua aos lábios e à goela
Por que me arrastas por areias sem águas
ou zonas infestadas de feras
ou paludes sombrios
ou friagens cíticas
ou mares coagulados
Por que me queres nessa terra monstruosa e trágica
onde erram poetas e mitógrafos
e nada é certo nada claro
O parque
À noite ele vai ao parque
entre o mar e a cidade
e o precipício do céu
e o abismo do seu eu.
Com toda amabilidade
ele joga a rede e fere
as águas da noite suave
e colhe o que se oferece:
no sentido do relógio,
as luzes de Niterói,
a escuridão e a Urca
e sobre ela o Pão de Açúcar;
depois, pistas de automóveis
e em meio a certas folhagens
sabe-se lá o que fazem
uns atletas quase imóveis;
o Hotel Glória iluminado
atrás de um bosque no breu;
o monumento, um soldado,
e adiante o museu
e a marina; e depois,
vindo lá do aeroporto
um longínquo odor de esgoto
ofende as damas da noite;
e há vultos à beira-mar
e amantes à meia-luz
e à superfície do mar
um azul que tremeluz
e seu desejo encarnado
na mão de certo moreno
tão cálido e apaixonado
que é louco pelo sereno;
e finalmente o que há
é a via láctea a jorrar
no alto do firmamento
e a seus pés sem fundamento.
Guardar
Guardar uma coisa não é escondê-la ou trancá-la.
Em cofre não se guarda coisa alguma.
Em cofre perde-se a coisa à vista.
Guardar uma coisa é olhá-la, fitá-la, mirá-la por admirá-la, isto é, iluminá-la ou ser por ela iluminado.
Guardar uma coisa é vigiá-la, isto é, fazer vigília por ela, isto é, velar por ela, isto é, estar acordado por ela, isto é, estar por ela ou ser por ela.
Por isso melhor se guarda o vôo de um pássaro
Do que pássaros sem vôos.
Por isso se escreve, por isso se diz, por isso se publica, por isso se declara e declama um poema:
Para guardá-lo:
Para que ele, por sua vez, guarde o que guarda:
Guarde o que quer que guarda um poema:
Por isso o lance do poema:
Por guardar-se o que se quer guardar.
De trás pra frente
O amante,
cabeça tronco membro
eretos para o amado,
não o decifra um só instante.
Eu mesmo ainda me lembro:
o amante é devorado.
Já o amado,
por mais ignorante e indiferente,
soletra o seu amante
de trás para frente.
(do Guardar)