Por Carmen Berenguer*
Selección por Mario Pera
Crédito de la foto (izq.) Ed. Cuarto Propio /
(der.) Jaime Piña – www.eldesconcierto.cl
11 poemas de Obra poética (2018),
de Carmen Berenguer
Día 14
Los ojos Los ojos
De qué sirve el pasto
en los jardines
El humor vítreo
llena las cuencas vacías
Loba
De dónde esta mueca
Esta boca este rostro
Esta máscara este abrigo
De dónde esta locura
De acompañarte por las noches
Con este negro y este rojo
Esta bufanda que es una bufonada
Y esta vitrina que devuelve esta pirueta
Esta artesanal pinta hecha a la medida
Y esta lengua de loba despistada
Que te lame.
Raid
Esas moscas:
las veo volar
y volar
Como idiota sigo el curso de las moscas
Vuelan sin dirección
Dopadas
Sin restricción
vuelan
Las veo volar
y volar
Esas moscas:
Como idiotas siguen el curso
Dopadas
vuelan y vuelan
Sin restricciones
el aire aman
Esas moscas.
La expatriada Raimunda está hablando
sin tierra les habla desde el aire
inhala y expulsa improperios casi
difunta susurra su lengua espesa
donde cantar no puede su letanía
Fuera del edén la pordiosera Raimunda
vocifera Me he tragado un volcán y bailo
y canto Me usaron y uso fármacos para
dormirte occidente En una balsa al mar
para mecerte
Este fragmento es para ti porque ya no
puedo contigo ni mirarte puedo
Allí donde habité por siglos y siglos
se va perdiendo en un hilo el infinito
porque nada queda ya ni el seguro de la puerta
ni el púrpura malva de tu boca se quebró de espanto
Este fragmento es para ti porque ya no
puedo contigo ni mirarte puedo
Allí donde habité por siglos
se perdió en el nada queda
el cerrojo de la puerta ni el pubis de tus labios
sólo el mugido espanta
después que te entregué los hijos
después que acosté contigo
hablé hasta el alba pariendo
Raimunda siente los deseos de la carne
vio un rostro que la sufre y llorante
vuelve su pálida caricia hacia el norte
que le devuelve su sur
(fragmento)
Esto podría ser la telaraña de una carretera
un tendón o un llamado a cruzar, un pendón,
una basurita en el ojo, un insecto; ahí mismo.
Pero es un batir de olores, perfumes, no,
pescado, rayas, rémoras que hacen pic-pic.
Ruinas
La noche no es la noche ideal
romántica de los cantos versallescos
o trinos de pájaros en algún amanecer
La noche de la novela triste es cuando sus luces
se apagan y aparecen las sombras criminales
en las esquinas de los bares de las casas
a los pies de la cama debajo de las sábanas
en los colores de los muebles en la opacidad
de las tablas detrás de los cuadros arriba del armario
en los rincones de la escalera
en este libro
en medio de estas páginas
en el temblor de tu sonrisa en ese espejo del baño
en el cepillo del pelo en el olor de tu traje
en el cubierto de la mesa en la cajita de música
en el calcetín; broche de una noche antigua
en la maleta
en la página del medio
en el candor en la maceta de flores;
detalles del tejido
y el pañuelo a rayas en el sillón Bauhaus
en el cuadro de Frida Kahlo en el retrato de revistas viejas
en los platos de comida en el charquicán y el luche
en los juegos de luces pascueros en los vasos de vino
en la ponchera en el apiao y pajarete en el chaleco azul
en el anillo en el collar de un cuello en los aretes
en las páginas sueltas aquí mismo
en el hilo del medio
en el piso de la cocina en la heladera
en la silla de paja en el jarro del café
en la azucarera en la mermelada
como si arriba en la cucharita del té
crochete del estío en la biblia latinoamericana
en el cantar de los cantares en el libro de Job y Jeremías
Depositarios de la excentricidad del rancho cultural con las performances y los discursos entramos al Barrio Chino. Supongamos que no hay posibilidad de juego. Tres mujeres y tres homosexuales entraron a un bar peludo.
Las paredes estaban adornadas con cuchillos corroídos por la humedad y el tiempo, sin los visos plateados de su mejor época, un jote relleno expulsaba unos azulejos de sus plumas muertas. Vasos del mundo donde puso sus labios Luchito Godoy y la Bella Estrella, también don Salvador, y la Natachita Kinski, ¡mentira! nadie más vino después de eso. Monedas de todas partes empeinaban el mesón.
Las mujeres entraban y se acercaban al dueño para escuchar algún mensaje de trabajo y partían. Tres hombres gruesos conversaban animadamente y de tiempo en tiempo entraban al baño y seguían tomando, —dicen que son aventureras—. Una fue modelo de Dalí, la rubia poseía una casa de citas y la morena había vivido y conocido a fondo los barrios, los cités y las pensiones.
Sus amigos contaban con las manos sus pobrezas, hacinadas en la pobla y en los bloques urbanos y lumpenescos hacían su gala en el bar, movían sus largas y huesudas articulaciones buscando la mejor sombra para una pose, el mejor reflejo para un perfil.
El pintor pagó la noche, personaje de Hemingway de la Guerra Civil Española en los tugurios del puerto con las gitanas en el ruedo, haciendo piruetas con los pañuelos rojos.
La atmósfera la vi en la película alemana de Fassbinder Querelle. Pero aquí la ley estaba representada por dos paisanos más del ambiente. Ellos podrían ser el ingrediente fácil para cualquier acción. Sería la completud del abanico.
Pedro L. hizo el primer movimiento de forma tan frágil como si fuera reflejo de la ausencia. Y si no hubiera estado, no habría puesto el casete de G. Mistral en la casa de Brenda. Al no estar, Brenda no habría llorado ese fragmento sublime. Y no nos hubiera contado que tenía una hijita que vivía con su madre, mientras le pasaba los tubos, la radio y el secador en las manos a la gringa de quien se había enamorado bajando del cerro. Al no estar, no habría echado a los policías y a Rita fuera de la casa.
Al no estar, no le habría puesto la tranca a la puerta para impedir la entrada de los policías del narcotráfico. Al no estar, la noche no hubiera tenido su momento sentimental.
Al no estar, no se hubiera sobredimensionado su único e importante movimiento de la noche, cuando quiso posesionarse de la acción, en un intercambio de las únicas preguntas que le haría el policía a una de las mujeres, le respondió: “Él es pintor” al momento que entraba un hombre con la cara cortada, y la carne abierta se había levantado en los relieves del corte, dejando caer goterones de sangre hacia la camisa blanca como un fresco de Goya. Su ausencia hubiera sido relevante cuando el policía dijo: “Eso es pinturita”.
Al no estar, no habría atravesado el bar para encenderle el cigarrillo, mientras lo sacaban del lugar y le bajaban la cortina.
LAS ELVIRAS SON FATALES. Las tías modernas son especialistas en el jardín infantil. Los personajes femeninos de la novela chilena no tienen existencia, su obsesión metafórica es la familia. Las musas son el imaginario de la poesía universal. En el imaginario local, las Elviras son fatales.
Rumor del orden
La niña pule y baila destinando algunas piezas fuera del cuarto de entrada.
Se desliza por la textura, compagina el guión y no encuentra sus líneas.
Ha sido borrado su nombre. Un paréntesis en las iniciales de su nombre.
Ha pasado a ser una ficha de la modernidad.
No tiene nada que representar.
Hay un corte en su línea.
Corte vertical en su línea,
pespunteada en el séptimo arte.
El velo será su fondo.
El tajo de los fondos bajos
imprime la escena recortada.
Tajo/línea divisoria
recorta el paisaje que nos mira.
Hay un punto en la línea que le designaron para representar su papel.
Hay una referencia a pie de página de su vida anterior.
Es una cita de familia.
En un salto de página hay un párrafo dedicado a ella.
Al fondo del paisaje y en una línea más abajo.
La página es ciudad de ruido.
La página se vuelve ruido.
La página es murmullo,
se hace trizas.
Otra es la hija original del murmullo.
Una mancha le tapa la boca.
La página dibuja su escrito en la niebla,
borrón donde la bruma envuelve la memoria,
corrigiendo la letra.
Rechifla la escritura y salta
una palabra,
el fondo está cesante, sin papel
bailando en el reverso del mercado.
Se desconoce su identidad.
Bar Jaque Matte
A las minas del bar
(5 a.m.)
El devenir es un fantasma que no asusta a nadie.
(Permíteme decirlo)
con barniz amarillo,
y renovado quedó el techo antiguo.
Sus espejos le devolvían el pasado.
Zócalos encubiertos con ribetes
de mierda de moscas: dejando una exudación,
a la entrega febril de una hora.
Es probable que se haya ordenado hacer el carnaval
postmoderno en la Plaza,
para perderlo todo
ribeteado de estrellas en el cielo azul.
Sin duda zócalos amarillos.
Asientos de vinil y lámparas
palmeras salmón.
¿Es Satie postmoderno?
(Puedo perder la vida por una nota)
Redoblando el paso de lo que dije
Digamos que soy amarga ¡Rotunda! como la cicuta.
Para engatusar el alma ¡A estas alturas!
Nadie me alcanza.
Dejando de lado ciertas durezas
como lesa yerta se envuelve en ella.
¡Ay!
Si redoblara como si hablara.
De cotorra vieja habla la abuela,
tum tum responde la nieta.
Así hablan las tías a sus sobrinas,
cuando la lengua fija su muda.
Y es viva la jerigonza, leve, la muy furtiva,
va y viene lo que no dice.
Pausa, allá ¡Ay!
*(Santiago-Chile, 1946). Poeta, cronista y artista visual. Frecuente asistente del bar Jaque Mate. Obtuvo la Beca Guggenheim (1997), el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2008) y el Premio a la trayectoria en el Festival de Poesía La Chascona (2017). Ha publicado en poesía Bobby Sands desfallece en el muro (1983), Huellas de siglo (1986, 2010), A media asta (1988), Sayal de pieles (1993), Naciste pintada (1999), La gran hablada (2002), Mama Marx (2006), Chiiit, son las ventajas de la escritura (antología, 2008), La casa de la poesía (2008), Maravillas pulgares (2012), Venid a verme ahora (2012) y Mi Lai (2015); y en ensayo Escribir en los bordes. Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana 1987 (1990) y La mirada oculta (1994).