Por Reinhard Huamán Mori
Crédito de la foto (izq.) Ed. Eolas /
(der.) archivo del autor
1+1 poemas de Leonora (2023),
de Reinhard Huamán Mori
E n e l n o m b r e d e l p a d r e
Para cuando ese día llegue,
Leonora,
yo ya estaré muy lejos.
A cientos de kilómetros
\ v i e j o \
con el sol rasgándome la espalda.
En carne viva…
Como si la distancia entre nosotros
pudiera tan solo medirse
entre pulsiones,
fracciones y hemistiquios.
Cada familia es un baile de máscaras.
Ahora pienso en todos los ríos
que nunca llegamos a recorrer.
En sus profundidades
y sus animales migratorios.
En sus espectros.
En todas y en cada una
de las noches que despreciamos
por nuestra falta de perspectiva.
En aquellas ocasiones en que
acabamos lanzando monedas al aire,
u n a p o r u n a,
soñando paisajes iridiscentes,
invisibles para el ojo
cubierto de culpa.
A veces nos basta con un poco
para saber que respiramos.
Para entender de una vez
por todas
que no pertenecemos aquí.
Para forjar una cadena
y estirarla más allá
de lo que nos está permitido.
Es la brecha
de la que siempre te hablo.
Porque somos nosotros y no ellos
\ al igual que tantos otros \
los que deambulamos
con el ansia entre las manos.
Los límites son solo otra excusa
que tenemos para tocarnos.
P a r a a g r e d i r n o s.
Para sentirnos predilectos,
prematuros o presagio.
Sin distinción ninguna.
Como si por ser progenitor
o primogénito
pudiésemos sacarle mayor provecho
a las sobras de la cena.
Tu padre es un gesto innecesario.
Probablemente,
lo más plausible sea
adaptarnos a los nuevos tiempos.
A la idea de que llegada la hora
todas las luces se apagan
sin miramientos,
y que no hay misterio
ni estratagema que valga.
Aceptar que no nos volveremos a ver,
salvo en determinadas circunstancias.
Ser juez y parte no ha sido
nunca un privilegio.
La paternidad es otro lenguaje para ciegos.
Lo que alguna vez creímos dependencia
es ahora poco más que un pasatiempo
que recordamos sin nostalgia.
Que camuflamos.
Un hábito convenientemente desterrado.
S o c a v a d o. I n s t i n t i v o.
Cada familia es un valle de lágrimas.
De nada servirá
contener el aliento.
No servirá, Leonora,
si no aprendemos a cerrar los ojos
y a dejarnos ir;
porque lo que en verdad cuenta
en esta pérfida fábula
no es el camino, sino la compañía.
La longitud exacta de los astros
y de sus mezquindades.
De repente todo esto
que se repite día tras día
no sea más que un juego de espejos
que felices ignoramos.
De repente todo lo que te he dicho
tenga mayor sentido
con una vieja canción que tarareamos
m e n t a l m e n t e.
Un mero acto involuntario.
El primer castillo que construyamos
será siempre uno de arena.
Que no te preocupe nunca
el volumen de mi sombra, sino la intención
por la que aumenta.
Camina tranquila.
Tu padre es una costra… a penas un estigma.
A
Detenerse es asfixiarse.
Nunca olvides
que basta solo con abrir la boca
para que suceda lo contrario.
Para que todo aquello
que hemos acumulado
a lo largo de este recorrido
se nos venga abajo de repente,
p e d a z o t r a s p e d a z o,
casi por inercia.
Eso es lo que ocurre cuando
nos abandonamos a la idea
de que todavía llueve demasiado.
Cuando dejamos correr el tiempo
buscando la justa medida de las cosas.
Sin asperezas ni rugosidades.
El sol es una piedra insulsa
a las 6 de la mañana.
A lo mejor lo más sensato sea
oponer resistencia contra aquella tibieza
que nos quema la cara.
A lo mejor deberíamos dejar de creer
que la hojarasca se forma de la nada
y seguir indiferentes y radiantes.
Podríamos simplemente cerrar los ojos
y aguardar a que la niebla se disipe.
Y continuar avanzando.
Siempre avanzando.
Sin que nada importe más que el horizonte.
Porque todo lo que hacemos,
en resumidas cuentas,
no es más que girar sin girar,
intercalando frases cortas,
quemaduras
y miradas ausentes.
Naturaleza muerta.
Cinismo.
Todos los paisajes que recuerdo
están poblados de flores negras
que conversan
\ y de agujeros en el firmamento \
Esta es también la parábola
del padre que deshonra al hijo
y la del hijo que se vuelve padre.
Un eterno nudo que tensamos
hasta sofocarnos.
No sabemos hacer otra cosa.
Nunca lo hemos sabido.
Así es como se inicia nuestra historia.
Así es como lo mejor que tenemos
se convierte en un silencio incómodo
y deleznable.
Apocalíptico para las grandes
celebraciones familiares.
Nadie, excepto tú,
ha visto realmente brillar una estrella
mientras agoniza.
¿Qué sentido tiene hacer un alto
si ni siquiera hemos llegado cuando deberíamos?
Demorarse es resignarse.
La distancia varía según la hora.
S e g ú n e l r i e s g o
o los solsticios.
Leonora,
alza la mirada y asiente.
Aquí ya no queda nada para nosotros
\ ni para nadie \
nos hemos desviado hacia adelante.
Desprovista de sentido, la felicidad es
I N M I N E N T E