Divina voluntad, elaborado entre 2018 y 2020, es un poemario fragmentado en tres actos: “Inoculación”, sobre los orígenes de la hipocondría; “Síntomas”, sobre las consecuencias de la paranoia; y “Voluntad”, sobre lo paradójico de la cura.
Los poemas, enraizados en el miedo a la enfermedad, recorren de esta forma los sinsentidos de los procesos mentales del hipocondriaco hasta sus angustiosas consecuencias. La única salvación de la voz poética podría encontrarse en el propio principio de su padecimiento.
Publicado en octubre de 2022, puede ser adquirido haciendo click aquí.
Por Sofía Nowendsztern*
Crédito de la foto (izq.) Ed. Del autor /
(der.) Daniel Bezier
11 poemas de Divina voluntad (2022),
de Sofía Nowendsztern
La luna tiene un brillo imborrable
y tu medio rostro lo sujeta
La vida aparenta ser tan frágil
como estos segundos
pero miente
Te sigo mirando
y ahora, soy yo la iluminada
La luna tiene un brillo eterno
testigo de nosotras
El dibujo dentro de la lámpara de madera de un pub de Barcelona
es un niño
con el cerebro abierto
alimentando una calavera
que toca una guitarra
yo soy la guitarra y soy el niño
en mi cintura una calavera está hambrienta
en mi sien una apertura habla
yo soy la madera
y la luz artificial señala mi cadáver
un sofá me sujeta
en una esquina ajena al tiempo
dos hombres se acercan
siendo el riesgo del cristal
que hay en sus manos
y yo la amargura del alcohol
que había dentro
uno de ellos me mira
y el ruido del local oculta su silencio
ellos son la noche
y yo la inconsistencia de la copa
Vomitar sangre
Sentir su calor bajo este frío
y adentrarlo en una
como una lenta medicación
sanando la larga herida
Poder despertar
y sentir que todo el pasado
se angustia en el estómago
Un mar interno embravecido
Querer aliviar la molestia
y ver el peligro de un color
explotando desde la boca
Los labios secos, ahora húmedos y rojos
los labios impotentes
ante la precipitación
Caen bolas de sangre
y gotean la limpieza de un lavabo
Cae un nido de sangre
oscuro
negro
espeso
La liberación
Sólo faltan en un pañuelo
unas gotas rojas más
y estaré curada
Un anhelo de cambio
sentía por entonces
Las manos de mi madre
se rompían
cáscaras
rombos de escarcha
El tiempo pasaba como el frío
por entonces
No memorizábamos nada
ni atendíamos a las fotos
que nos hacíamos
demacrados
No aceptábamos el presente
sólo el futuro imaginado
sólo el objetivo separado
por un palo
atado a nuestra frente
Pero el anhelo era una escultura de piedra
de un ángel con alas
que cargábamos
como escombros
en la espalda
Poderoso y prisionero
de la voluntad divina
Regar una planta torcida
El cuerpo crecía
cuando yo me buscaba en el ombligo
Y lo seguía haciendo
cuando me giraba ante la vitrina
a memorizar vestuarios
reliquias
de mis evasiones
Y lo seguía haciendo
como planta
ciega
sin saber de soportes
sin saber de formas
Mi cuerpo crecía
mientras mis dedos en la tierra
se sujetaban con fuerza
a los pedazos de cristal
Necesitaría una cerradura
La pintura desborda el cerrojo
desliza la única seguridad de mi recuerdo
mi protector fallido
baila desatornillado por los golpes
baila y pide perdón por su falta de firmeza
es el novio en el suelo frente a los matones
antes de decir adiós a mi infancia
Un huésped azul
instalado casi toda una vida
en el pecho
en la sien palpitante
en la frente aun fría
Cansada de tanta lluvia
la casa se agrietó
con mi boca entreabierta
musitando
¿Cuándo podré liberarme?
¿Cuándo podré liberar
a quien nunca fue invitado?
Hacía tiempo me aterraba
la dolorosa posibilidad
de estar atrapada
en la memoria de otros
hacía tiempo me aferraba
a la idea del olvido
me decía
un día esta amargura será ajena
y yo no tendré nombre
ahora sucumbo al deseo del recuerdo
y protejo mi razón en la palabra
Me transformo en el neón parpadeante
temeroso al final del túnel
dudoso y extasiado
de su propia creación
me transformo en esquina
dolorosa, en quimera
que se aferra a poder ser
creo estar al borde de un silencio sacro
creo llegar y no ver nada
creo desaparecer en el intento
¿Desde qué autoridad puede hablar el hipocondriaco sobre la muerte?
El cielo se parte en rocas
helada distancia de este suelo
pero nosotros seguimos
fijos, endebles morros
ahogados en nuestro propio salivar
Buitres de experiencias
con la fuerza de lo vivo nos alimentamos de la muerte
como si sanásemos en el propio vuelo
¿Quién bendice la mañana?
Con el desayuno aún caliente
y el primer sabor dulce del día
Una mesa se merece ser escudriñada
por miles de detalles, sus
pequeños esfuerzos
Pero, ¿Quién bendice el desayuno
ya hecho y comido?
¿Quién bendice esta mañana?
*(Argentina, 1995). Poeta, traductora y doctoranda. Ha publicado artículos y poemas en el libro Marginalidades (2019), del que fue una de las editoras, y en las revistas Caligrama (2018), FronteraD (2019) y Vallejo & Co. (2021). Además, participó en la antología de poesía Todos los dioses: Antología panhispánica de poesía joven del siglo XXI (2022), coordinada por Casa Bukowski.