1 poema de «Wunderkammer. Las musas y otras mutaciones» (2024), de Martín Rodríguez-Gaona

 

Por Martín Rodríguez-Gaona*

Crédito de la foto (izq.) archivo del autor /

(der.) Ed. Huerga y Fierro

 

 

1 poema de Wunderkammer. Las musas y otras mutaciones (2024),

de Martín Rodríguez-Gaona

 

 

Ritualmente sumergido por completo entre sirenas,

voces de platino y plomo

 

1.

 

Te apasionan todavía aquellos espectáculos

tan llenos de miserias similares a las mil veces vistas

en el anfiteatro Flavio

y en los fuegos fatuos que hasta ayer nos quemaban.

 

Comicastros y papagayos conforman la peculiar legión

que conduce tus intereses por los intersticios insondables del éter

electrónico.

Día a día con cientos de amigas hablas desde un yo descoyuntado,

reiterativo e inquietante,

herido, henchido y lustroso, expuesto hasta despertar

el eco público, y así atraer

aquel consenso que antes

se llamaba verdad.

 

Desnúdate otra vez, tu alma

no existe sin la sombra del orden

que trajo el rayo: el relámpago,

el trueno y la luz.

 

 

2.

 

Yo también hace lustros desperté bajo esos soles,

aunque algo me faltó,

pero nunca supe qué. Quizá una pizca de suerte,

un discreto carisma, cierta

espuria autoridad.

 

Hoy vives la hegemonía emergente, es decir, aquella

que goza de los auspicios mejores (del FMI

a NETFLIX o el MLA), cantando, desde la Torre

de los Estudios de Género,

que todos somos iguales a nuestra diferencia.

 

Estoy cansado de insistir en esta música sin cuerpo

que es sólo angustia del cuerpo,

la zona perdida de la tráquea

donde aprieta la saliva.

 

El poeta Martín Rodríguez-Gaona

 

3.

 

¿Y, entonces, qué hacer con tu buen rollo

estudiado y torpe como una flor de plástico

que se abandona

y derrite en medio del desierto?

 

¿Qué decir frente a tu incipiente música

que apenas nadie escuchaba,

falsa y memorable como la lluvia

inaudita de esa, de pronto diminuta,

cascada de cornalina?

 

“Dime, mar, si la tristeza tiene la medida

de un raíl de espuma al morir en la orilla

o si es tan vasta como el espacio

que tu cuerpo ocupa.

 

Dime algo, para que yo pueda salvarme”.

 

 

4.

 

Recuerdo la visión de un cristal de cuarzo hecho añicos

por los agudos, su diseño exacto

como una tela de araña. En esto también trasluce

lo que hoy sucede entre nosotros.

 

Te he abrumado o sacado de quicio muchas veces,

y me has cortado el teléfono:

“Contra vosotras o con nosotras”, PlayGround

dixit, sin citar a Gloria

(Steinem) ni su contrato con la Agencia.

 

Casi podría haber sido cualquier cosa, quiero decir que

tampoco estoy particularmente seguro,

aunque, ante las dudas, si me atrevo a publicar algo,

primero consultaré en la red.

 

 

5.

 

La más arrogante u obvia ignorancia a menudo

es cierta y también, en ocasiones, certera. Esta noche soñé

que hacía las paces

con dos bestias negras de mi pasado.

 

Ah, este placer de narrar hasta el más íntimo detalle

(tengo la entrepierna edulcorada y vaporosa, pero, pese a todo,

vuelvo a sentirte y escribo).

Ah, este placer de decir lo que a nadie importa.

 

Mucho tiempo atrás dudé, iluso de mí, por algo que ya

en las enciclopedias figura como una nueva

Guerra Santa hacia la Ruta de la Seda.

 

Tantos años aburrido y desempleado, sin tener siquiera

dónde leer una noticia

medianamente bien escrita.

 

 

6.

 

Olvidemos una vez más el calentamiento

de los polos y el abismo silencioso

de la eternidad sideral:

Te pido perdón, como corresponde, porque nunca

compré ni uno solo de tus números.

Ni siquiera creí necesario sugerir como algo bochornoso

el que tu ego, solar e hiperbólico,

entrase en expansión fagocitando a tus hermanas

(más seguidores, adeptos y forofos),

como satélites despistados

ante el virtual colapso de un sistema.

 

Hechizados al unísono por la tópica

evocación retórica de un nosotros,

la juvenil y aún crédula pulsión de figurar.

 

 

7.

 

Suman más de siete mil las instantáneas efímeras

con las que cada mañana

destruyes empleos, inundas las nubes

y nos das de hablar, puntualmente,

desde que cumpliste

apenas los quince años.

 

Me pregunto si tus padres

hubieron de esconderse con el ombudsman

y los auspiciadores

ya en la hora de interpretar la victoria

y el ciclo vital,

cuando el rojo de tus uñas y labios

explotó sobre el cuello

de algún adolescente lánguido y narigudo,

despedazando, sin clemencia,

el pudor de otros tiempos, reflexiones

y modos.

 

Temores que antes iban dentro de los libros,

en un procedimiento

básicamente tortuoso o iluminado,

hasta que decidiste

que era suficiente, oh yeah,

dependiendo de la ocasión,

simplemente con hacerse otra foto,

sonreír o gritar.

 

 

8.

 

Quiero que sepas que, a pesar de lo que digan,

pienso en ti a menudo

 (aunque, supongo que, como ellos sugieren,

ahora sería inútil discernir por dos).

Por eso reconozco que han ganado los peores

y que los míos

llegaron tarde a todo.

 

Puede que esto tampoco explique nada,

que sigas con tus labores y bordados

y no quieras volver a escucharme,

pero, aceptémoslo, tú,

como millennial, arrastras el karma

neoliberal.

 

 

 

 

 

*(Lima-Perú, 1969). Poeta y ensayista. Tras Códex de los poderes y los encantos (2011), Madrid, línea circular (2013) y Motivos fuera del tiempo: las ruinas (2020) -una trilogía centrada en la ciudad como símbolo multiforme de la globalización y sus malestares-, ha publicado Wunderkammer: las musas y otras mutaciones (2024) sobre escenarios, personajes y temas aparecidos en ensayos como La lira de las masas. Internet y la crisis de la ciudad letrada (2019) y Contra los influencers. Corporativización tecnológica y modernización fallida (o sobre el futuro de la ciudad letrada) (2023).
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