Por: Maricela Guerrero
Hay ecos de una época, la publicidad de finales del siglo XX. A los que nacimos entre los setenta y los ochenta en ciudades como DF o Guadalajara nos educó un poco la radio y otro poco la televisión; por fortuna, sacamos por lo menos la primaria sin Elba Esther en la Secretaría de Educación Pública. En temporadas navideñas los comerciales de juguetes proliferaban como ronchas de brote de varicela, y esos mismos se reciclaban durante años. El comercial de los triciclos Apache, nos acompañó muchas navidades, las suficientes para que ahora sea el nombre de un libro: Apache, impreso en noviembre de 2013 con motivo del Primer Festival Verbo.
A propósito de la publicación de este libro, Xitlalitl Rodríguez Mendoza (Guadalajara, 1982) nos platica.
Intenté dibujar el triciclo muchas veces, y todos terminaban en una especie de esvástica de tres patitas. Así que te dejo una foto. Ojalá que en lugar de ser marca Apache fuera marca Apachurro.
Vehículos autoimpulsados
Cada uno de los poemas de Apache tematiza un vehículo autoimpulsado: desde un triciclo rojo, hasta una podadora, pasando por un listado de pasos para viajar en percusiones. Sisi, nos dice que en efecto, un poema es un vehículo autoimpulsado: el poema nos hace retroceder (al pasado, a los que han muerto, al lenguaje, a una piedra, —digamos— a lo que permanece).
¿Cómo sabes cuando ese vehículo debe detenerse, cuándo ir lejos, cuándo pausarse y continuar?
Depende de sus anclajes. Creo que todo poema empieza en una distracción, y la distracción es cuando no pones atención en lo verdaderamente importante: ¿la muerte? Es decir: sigues yendo hacia ella pero vas disfrutando el paisaje. Por lo tanto digamos que se trata de una especie de salvamento; la poesía es una habitación del pánico. Además las distracciones, los errores, los pasos en falso, los atajos, los caminos que nunca debimos de haber tomado… todo eso nos lleva a lugares inesperados y situaciones absurdas. Es ahí cuando uno debe estacionar el vehículo y observar. Luego hay que seguir corriendo porque de seguro te metiste en donde no debías.
Apache tiene una organización muy particular como de aparcadero, estacionamiento de los diversos vehículos. Nos explica Sisi: Como soy muy mala para poner títulos, a éstos poemas nada más les puse el nombre del vehículo, y luego los acomodé por orden alfabético.
Los poemas de Apache
Creo que los poemas de este libro parten de una anécdota, de una distracción. El poema de “Apache” en particular, viene cargado de musicalidad incluso a partir del concepto. Así relaciono mi recuerdo de ese triciclo y la cancioncita del anuncio: “Duran, duran, duran, duran” —que he de decir que es simple y racista— pero me quedó muy grabada, y creo que a muchos. Fue a partir de la repetición como este poema empezó a funcionar, entonces supe que para que avanzara tendría que ser mucho menos referencial que en otro tipo de poemas que había trabajo.
El poema “Apache. Un pequeño poema western”
Este poema enfrenta a dos personajes y suceden muchas cosas, una persecución, un rodeo, un duelo. El poema parte de intersectar dos asuntos aparentemente inintersectables: los westerns clásicos y el triciclo rojo con el rostro de un piel roja caricaturizado. ¿Cómo concibes este juego entre nuestros referentes cinematográficos y el poema?
Desde que se me ocurrió escribir sobre un triciclo marca Apache, pensé en hacer una persecución, como en las películas de vaqueros exterminando apaches. Y claro, era también una pequeña venganza ideológica contra los que siempre ganan.
La idea me parecía divertida, así que todo lo que necesitaba era un lugar desolado, como el centro de Guadalajara en los ochenta, y un pleito a dos bandos. Y ya estaba.
En este poema además se enfrenta Lo pasado con lo presente. La nostalgia siempre me pone muy pesadita, la verdad.
El poema “Burro” sucede en una atmósfera rural que no es común en la poesía mexicana que se establece en ambientes urbanos o meramente prestigiosos como el arte o la literatura. ¿Con qué elementos juegas en ese poema?
En él apelo al habla de mi familia por parte de mi mamá, en la Costa Sur de Jalisco. Me gusta mucho el contraste de todo lo que pasa allá, cómo viven las personas, cómo hablan, a diferencia de aquí en esta ciudad, o incluso en Guadalajara. Creo que todos esos términos como “pialar” (lazar a un animal), “puertas” (que es lo que se dice cuando liberan a las bestias —jinete y jineteado— al ruedo), etcétera, son extraordinarios si los saco de ese contexto. Por cierto, debo aclarar que sí jineteé al burrito.
Poemas y otros vehículos
Cada uno de estos vehículos-poema es muy poderoso, pues genera situaciones en las que hay mucho movimiento, casi como pequeños cortometrajes. Tomas recursos de otros medios para componer poemas.
Me gusta que el cine y la fotografía tengan la capacidad de narrar una historia y a la vez demostrar todo el entorno al que no se presta atención, como en plano y contra plano. El cine distrae también: tiene música, diálogos, paisajes… Es como una feria, aunque siempre esté contando su pequeña historia. Con la fotografía es igual, me gusta que presenta muchos objetos y, aunque le dé preferencia a alguno de ellos, también da al espectador la oportunidad de elegir qué elementos de la imagen prefiere atender. Me parecen medios muy generosos. Así que ya no me autoflagelo tanto cuando caigo en cuenta de que se me fueron desviaciones en algún poema o que dejé uno que otro cabo suelto. Es como dejar las llaves adentro del carro, o darte cuenta de que sólo le pusiste el candado al poste y no a tu bici: por más que pongas atención y te desgastes en evitar estas pequeñas catástrofes, algo va a pasar.
“Percusión (Ocho pasos para tocar percusiones/A Corina un domingo por la tarde)”
Sisi leyó este poema en el Festival Verbo de la Ciudad de México, lo leyó con una voz delgada y potente, sin pausas con mucha claridad, una potencia que proviene de la contención y no de la explosión; casi como la caricia de un gato —a Sisi le gustan los gatos–, eso una voz felina y dulce, mientras lo que se dice es atroz, batiente, un golpe, de eso se tratan las percusiones: un batán. Ojalá pudieran escucharlo.
El proyecto
En 2012 Mónica Nepote me invitó a trabajar en este proyecto con el compositor Edgar Barroso. La pieza consistía en que cada una de las poetas invitadas haría una especie de instructivo sobre un instrumento o familia de instrumentos en particular. A partir de los textos, Edgar desarrolló una pieza sonora. Todo fue hermoso, nunca había colaborado en algo así. Fue estupendo.
¿Cómo es que el tema de los instrumentos de percusión aterriza en las relaciones humanas?
Porque se trata de mucho contacto, fuerza, dolor. Eso suena mucho a relaciones humanas. Además me parece que es la familia de instrumentos que ha acompañado al hombre por más tiempo. Han viajado juntos, así que algo han de saber de nosotros.
Xitlalitl Rodríguez Mendoza escribe
De preferencia escribo en mi casa, en mi escritorio de plástico blanco (con todo y las huellitas que deja Sinalefa sobre él). Es un sitio muy iluminado de día, pero más bien escribo de noche. Enfrente tengo un pequeño pizarrón anfibio porque es mitad pintarrón y mitad corcho. En el pintarrón escribo algunas ideas que luego podrían funcionarme para algún poema. A veces también escribo algunas fechas de entregas de textos. Hay un número de teléfono que no sé de quién es ni quién escribió. En el lado del corcho pongo imágenes que me gustan, o sobre el tema del que escribo. Ahora está lleno de imágenes de tiburones, está colgada la partitura del tema de Tiburón, y hay una fotito de David Foster Wallace. Escribo en computadora, tengo una caligrafía horrible. Me avergüenza escribir dedicatorias por eso.