Por Peter Huchel*
©De las traducciones y la nota por José Aníbal Campos
©De los textos originales por Suhrkamp Verlag
Crédito de la foto www.rincondepoetasmajo.blogspot.com
Antología personal
Peter Huchel: el empuje poético de la Historia
Peter Huchel es de esos poetas a los que la historia, al ensañarse con ellos, les depara una extraña suerte. De no haberse convertido en blanco de ciertos concilios censores de la desaparecida RDA, tal vez figuraría ahora como un gran editor o, simplemente, como uno de los más notables Naturlyriker en lengua alemana. A lo largo de 14 años dirigió la revista Sinn und Form, publicación que convertiría en una de las mejores del ámbito cultural germanohablante y que, en alguna ocasión, el gran crítico Walter Jens definiría como el «diario secreto de la nación». Pero la propia exquisitez de su labor como redactor jefe, el cultivo riguroso de variedades de rosales no cautivos, hizo nacer de forma natural las espinas que llegarían a ser demasiado molestas a los susceptibles ojos de los vigilantes que regulan el consumo de pétalos en cualquier entorno donde el poder (cualquier poder) da alas a una mediocridad cultural que lo protege.
Los cinco poemas aquí reunidos forman parte de la producción tardía de Huchel en la RDA, lo escrito entre 1963 y 1972, en esos nueve años de ostracismo que median entre la expulsión (velada) de su cargo como editor jefe de Sinn und Form y su partida definitiva a Alemania Occidental. Son poemas políticos en un sentido amplio y profundo, y es esa parte de la creación de Huchel la que más interesa al compilador de esta «antología personal» de la poesía en lengua alemana.
La Historia se ensañó de malas maneras con Peter Huchel. Nacido en 1903, fue soldado en la Segunda Guerra Mundial y prisionero más tarde de los rusos. La cercanía a círculos de pensadores neo-marxistas como Ernst Bloch le hizo creer erróneamente en un nuevo rumbo para los destinos de la vapuleada Alemania, esta vez regida por una idea que luego reveló del modo más terrible su carácter de oxímoron: un «socialismo democrático». Pronto él mismo viviría en carne propia las «bondades» de esa noción de la democracia.
Pero estos poemas políticos lo son mucho más allá del contexto que los vio nacer. Leídos de nuevo para esta breve muestra, revelan hoy toda su vigencia. Vivimos hoy, aunque con métodos distintos y fines similares, otra vez rodeados de «vigilantes». Cada día vemos aflorar en las nuevas tribunas del ciberespacio la gloria fugaz de los censores de turno. El rancio espacio público, el de todos, va criando otra vez esos rincones en los que suelen reunirse los masivos y provincianos conciliábulos de las ratas, a los que acude toda suerte de dandi malogrado o de afásico Narciso, capaces, algunos, de asfixiar de nuevo al hijo ya muerto con almohadones de versos emplumados, con tal de recobrar para sus siempre maltrechas cuerdas vocales el favor efímero de los coros de doncellas. Cada día vemos cómo se recortan espacios de libertad bajo el nombre de una libertad vigilada, casi igual que en aquella (por suerte) desvanecida RDA, a la que ahora su hijo expulsado (también por suerte) trasciende. ¡Qué suerte la de Peter Huchel! ¡Qué dignidad nos enseña su ostracismo, periodo que vio el parto (doloroso y perdurable) de estos versos!
(Viena, septiembre de 2019)
5 poemas de Peter Huchel
Mala hierba
Tampoco ahora que el revoque se comba
y desprende del muro de la casa,
que las metástasis del mortero
se hacen visibles en anchas madejas,
quiero escribir a dedo desnudo
en la pared porosa
los nombres de mis enemigos.
El flujo de escombros nutre a la mala hierba,
las ortigas, de palidez calcárea,
proliferan en el cuarteado borde del terrado.
Los carboneros que al atardecer
me abastecen de coques a hurtadillas,
acarreando los cestos hasta el sótano,
no ponen cuidado, aplastan
las onagras,
que yo levanto de nuevo.
Bienvenidos los visitantes
que aman la mala hierba,
que no evitan el sendero de piedra
cubierto de hierba.
Ninguno viene.
Vienen los carboneros,
de sus sucios cestos vierten
la negra y angulosa tristeza
de la tierra en mi bodega.
El juicio
No nacido
para vivir bajo las alas de la fuerza,
adopté la inocencia del culpable.
Legitimado
por la ley de los más fuertes
está el juez sentado a su mesa,
y hojea, hosco, mi expediente.
Sin deseos
De rogar clemencia,
me planté ante la barrera
con la máscara de la luna poniente.
Con la vista clavada en la pared
vi al jinete de ojos vendados
por un oscuro viento,
helado fragor en las esporas de los cardos.
Remontaba el río bajo los alisos.
No todos van erguidos
por el vado de los tiempos.
A muchos les arranca el agua
las piedras bajo los pies.
Con la vista clavada en la pared,
incapaz
de llamar aún aurora
a la bruma de sangre,
oí cuando el juez
dictó su sentencia,
añicos de frases en papeles amarillentos,
y cerró la tapa de las actas.
Inescrutable
lo que movía su rostro.
Cuando lo miré
vi su impotencia.
El frío me cortó los dientes.
Sin respuesta
En la flotante cabeza de niebla
del roble
se posa la corneja.
La viga del gato está vacía.
Sombras de una parra
reseca
en el techo del cuarto.
Signos
escritos
por la mano de un mandarín.
El alfabeto
que posees
no basta
para dar respuesta
a la escritura indefensa.
BAJO LA AZADA DESNUDA DE LA LUNA
voy a morir
sin haber aprendido
el alfabeto de los relámpagos.
Sin descifrar
en la marca de agua de la noche
la infancia de los mitos.
Sin saber
me despeño,
arrojado a los huesos de los zorros.
Nieve
A la memoria de Hans Henny Jahn
La nieve acarrea
la gran red de arrastre del cielo,
mas no habrá captura de muertos.
La nieve cambia
su morada.
Es polvo de rama en rama.
Las azules sombras
de los zorros acechan
por la espalda. Husmean
la garganta
blanca de la soledad.
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(poemas en su idioma original, alemán)
5 gedichte von Peter Huchel
Unkraut
Auch jetzt, wo der Putz sich beult
und von der Mauer des Hauses blättert,
die Metastasen des Mörtels
in breiten Strängen sichtbar werden,
will ich mit bloßem Finger
nicht schreiben in die porige Wand
die Namen meiner Feinde.
Der rieselnde Schutt ernährt das Unkraut,
Brennesseln, kalkig blaß,
wuchern am rissigen Rand der Terrasse.
Die Kohlenträger, die mich abends
heimlich mit Koks versorgen,
die Körbe schleppen zur Kellerschütte,
sind unachtsam, sie treten
die Nachtkerzen nieder.
Ich richte sie wieder auf.
Willkommen sind Gäste,
die Unkraut lieben,
die nicht scheuen den Steinpfad,
vom Gras überwachsen.
Es kommen keine.
Es kommen Kohlenträger,
sie schütten aus schmutzigen Körben
die schwarze kantige Trauer
der Erde in meinen Keller.
Das Gericht
Nicht dafür geboren,
unter den Fittichen der Gewalt zu leben,
nahm ich die Unschuld des Schuldigen an.
Gerechtfertigt
durch das Recht der Stärke,
saß der Richter an seinem Tisch,
unwirsch blätternd in meinen Akten.
Nicht gewillt,
um Milde zu bitten,
stand ich vor den Schranken,
in der Maske des untergehenden Monds.
Wandanstarrend
sah ich den Reiter, ein dunkler Wind
verband ihm die Augen,
die Sporen der Disteln klirrten.
Er hetzte unter Erlen den Fluß hinauf.
Nicht jeder geht aufrecht
durch die Furt der Zeiten.
Vielen reißt das Wasser
die Steine unter den Füßen fort.
Wandanstarrend,
nicht fähig,
den blutigen Dunst
noch Morgenröte zu nennen,
hörte ich den Richter
das Urteil sprechen,
zerbrochene Sätze aus vergilbten Papieren.
Er schlug den Aktendeckel zu.
Unergründlich,
was sein Gesicht bewegte.
Ich blickte ihn an
und sah seine Ohnmacht.
Die Kälte schnitt in meine Zähne.
Keine Antwort
Aufs schwimmende Nebelhaupt
der Eiche
setzt sich die Krähe.
Der Katzenbalken ist leer.
Schatten von dürrem
Weingerank
an der Zimmerdecke.
Zeichen,
von eines Mandarinen Hand
geschrieben.
Das Alphabet,
das du besitzt,
reicht nicht aus,
Antwort zu geben
der wehrlosen Schrift.
UNTER DER BLANKEN HACKE DES MONDS
werde ich sterben
ohne das Alphabet der Blitze
gelernt zu haben.
Im Wasserzeichen der Nacht
die Kindheit der Mythen,
nicht zu entziffern.
Unwissend
stürz´ ich hinab,
zu den Knochen der Füchse geworfen.
Schnee
Dem Gedächtnis Hans Henny Jahns
Der Schnee treibt
das große Schleppnetz des Himmels,
es wird die Toten nicht fangen.
Der Schnee wechselt
sein Lager.
Es stäubt von Ast zu Ast.
Die blauen Schatten
der Füchse lauern
im Hinterhalt. Sie wittern
die weiße
Kehle der Einsamkeit.
Nota bibliográfica: Los poemas aquí recogidos fueron tomados de Huchel, Peter, Ausgewählte Gedichte, Fráncfort del Meno, Suhrkamp 1977, pp. 105, 106, 111, 120 y 121.