Por: Arturo Borra*
Crédito de la foto: Izq. www.larioja.com
Der. Ed. Tigres de Papel
5 poemas de todo tanto (2016),
de Arturo Borra
-i-
Sin signo: no más que un balbuceo idiota, incapaz de conmover el día.
Hundido y sin tablas: ¿ahogarse en un desierto de sal?; ¿restregarse los ojos irritados, estrellarse contra el asfalto?
Ni siquiera labios para hurtar una palabra esquiva:
[anticipación del desastre de los sentidos –sus ahogados,
irrescatables en la fiesta de la amnesia.
-ii-
Nadie quería ser portavoz de la desdicha. Hubiera preferido abrazar cosas luminosas, acariciar un jacarandá y dejarme acariciar por sus flores. Yo venía a sentarme sobre la tierra húmeda, mirar el arroyo en deshielo, siguiendo una hoja que se pierde en una pequeña cascada. No quería hablar de vírgenes lujuriosas suicidándose en verano, del hambre de un gorrión revoloteando en busca de un pedacito de pan en alguna mesa exuberante ni de los escombros de la felicidad arrojados desde la ventana o del reloj de plástico que se apagará en unos minutos, dos días después de navidad.
Tampoco hubiera querido hablar del aliento en el cristal de quien mira desde fuera, del gesto desencajado de quien insiste en reparar la distancia, del hombre que diseca mariposas mientras recuerda la belleza del vuelo, de ídolos de escayola ensayando la pantomima del sacrificio, de los doctores ventrílocuos que cierran los ojos a los muertos. Ni de paredes decoloradas ni de la ciénaga del mundo. Nadie quería venir a murmurar palabras llenas de insectos buscando el calor de una lámpara en invierno.
Yo quería hablar de aquella mirada llena de munditos locos en su plenitud de infancia, recorriendo un canal de lluvia; no de los hijos del rencor, de la memoria inagotable del golpe. ¿Y quién hubiera querido recorrer esos océanos donde naufragan los cuerpos, donde se hunde el cielo cada noche?
-iii-
No es hora de callar/ pero tampoco se puede/ hablar.
Habrá que decir todavía noche, lluvia, viento/ seguir raspando las palabras/ lijar su aspereza / tanto/ silencio adherido a su paso angostado.
Aquello que fue afonía será obertura/ y lo que rasgó la voz/ murmullo.
Entonces sacarse este sabor a tierra entre los dientes: balbucear de nuevo la cifra desconocida del cielo.
-iv-
no había llegado el invierno y estabas tiritando tenías un temblor en la boca y no hacía falta inhalar eucalipto para respirar
unas inmigrantes encendían velas a los difuntos se iban a triar los campos vos no sabías bien qué hacer ante todos esos cuerpos desechados te guardabas un rincón para seguir calentando el corazón seguías ahí sonriendo imaginando sus manitos su carita seguías en tu sillón escuchando el sonido de los fósforos el crepitar de la cera los llantos
y pensabas cómo urdir una manta para los que vienen llegando
-v-
Arriesgar lo no vivido: repetir/ aquel gesto cuando te asomabas/ al borde de una ventana para mirar sobre las nubes.
Y entregarse así, con ojos de asombro, a la cifra de lo mínimo.
Aquel gesto fuera del desencanto/ inapelable/ abrazando
lo entrevisto.