Por Raquel Jaduszliwer*
Crédito de la foto (izq.) Humberto Meoli /
(der.) Ed. Barnacle
5 poemas de Ángel de la enunciación (2020),
de Raquel Jaduszliwer
¿Acaso conocías la pulsación del árbol
su corazón con un latido único?
recuerdo ese sonido como de planetas
moviéndose por extensiones que no recorrerás
y si apoyaras tu cabeza en el regazo, en la aspereza de la astilla
escucharías la voz de la madera
ella te haría sentir un huérfano en tus huesos
y todo te pondría tan de otra medida
tan abstracto te ves en lo viviente
casi sólo una idea, como un animal solo, sin especie
solo y adentro de tu pensamiento
solo bajo el inmenso poderío del bosque
su camino sombreado entre el cielo y la tierra
tu espíritu vagando por el desorden verde.
Si no hay aire que alcance para todo lo abierto
y el ojo no lo abarca y no podría
y el corazón no puede acostumbrar el paso
y su ritmo es un péndulo y no alcanza
si tanto es lo extendido
tan vasto el plano que lo sostiene todo
tan exhaustivo el orden de las cosas
tan vertical y claro lo que se ofrece al día
entonces
qué razones esconde un laberinto
de cuál máquina
y qué es aquello que empuja al paso vivo
a ir a su interior, al engranaje
según las tradiciones, con un cántico
de máximo fervor.
Y el viento dice, el viento nos hace decir:
acepta las virtudes de la duración
por ellas, todo lo que debería retirarse así lo hará
también tus pertenencias, la manera en que eras
todo lo que la corriente lleva; acéptalo
así llorarás menos
así tendrás más fuerza
cierra tus cuentas, actúa como si todo ya hubiera concluido
busca el fondo del pozo
en su espejo de agua y en el mayor silencio
verás que hay un suceso extraordinario
aún por consumarse.
Teatro de sombras:
en un rincón
Jacob lucha con aquél que le ha enviado Dios
hacia el costado
Abraham levanta su cuchillo
pende sobre la silueta del hijo, el bienamado
Abel aún sigue vivo
mientras la zarza ardiente no termina de decidirse a ser ceniza
Booz observa a Rut a la distancia
ella declina de tal forma sobre las espigas
que pareciera ser parte de la suavísima ondulación que anuncia su momento
transcurre entonces algo así como un instante de templanza
pero he aquí que la mujer de Lot ya está girando la cabeza
se balancea el arca, se juegan las especies sus destinos
y las aguas se parten
y aquí estamos; buscamos en el tiempo y por el claroscuro
David lanza su piedra, nos demuestra
que también es posible ver caer al gigante
en el principio sigue siendo el Verbo
sobrevuela sobre todas las cosas
el ángel de la enunciación.
Sí, era como escuchar voces en la antesala del hospicio
o en el jardín desnudo donde podría haber estado el paraíso
allá donde los árboles prefieren no haber nacido árboles
ni morir como árboles
y todo se ve mal hecho, como de agua enrarecida
mientras tanto
una piedra rodaba con esfuerzo
cargaba los pecados del mundo:
ah, helo aquí, este es el núcleo del dolor atómico
todo el peso rodando sobre la tierra ignota
todo el peso del mundo concentrado en una gota de arena
y así acaba esta historia, se aviene a ser contada
entre los numerosos pliegues
de una noche tardía.
*(Buenos Aires-Argentina). Poeta y narradora. Psicóloga dedicada a la clínica. Integra el staff de la revista cultural Refugios. Ha ganado el Primer Premio Ed. De Los Cuatro Vientos, el Primer Premio Fundación Victoria Ocampo, el Premio Edición Ed. Ruinas Circulares y la Mención Única del Premio Hydra de ciencia ficción y fantasía (La Habana, 2013). Ha publicado en poesía Los panes y los peces (2012), La noche con su lámpara (2014), Persistencia de lo imposible (2015), Las razones del tiempo (2018), En el bosque (2018) y Ángel de la enunciación (2020); y en narrativa la novela La venganza del clan de las banderas de acero (2018).